“Siempre discrepé con el concepto de explotación del hombre por el hombre. Pertenezco a una generación ingenua que quería cambiar estas cuestiones que son esenciales en las relaciones humanas. Los errores o fracasos cometidos no significan una abdicación en la forma de pensar. Por el contrario, significan un afinamiento en el sentido de que una de las razones fundamentales del fracaso de los intentos socializantes ha sido la intención de construir un edificio socialista con albañiles capitalistas. Los albañiles somos todos los que salimos de una sociedad provistos de los valores con los que necesariamente debemos convivir. La conclusión es que todo intento de construcción de una sociedad con nuevas relaciones no puede olvidarse de los hombres. Y los hombres hay que reformularlos porque los hombres todos, incluso los que se golpean el pecho y se dicen socialistas, a lo sumo pueden tener una postura sobre el tema, pero su conducta permanente, su sentimiento permanente sigue siendo netamente capitalista, porque el capitalismo es también cultura”, argumenta el presidente José Mujica en la entrevista que funciona como prólogo del libro.
La pertinencia de iniciarlo así se explica en que a Mujica “le cupo un papel principalísimo” en el impulso del “incipiente proceso de autogestión” que vive el país y en la iniciativa de incorporar a la Carta Orgánica del Banco de la República Oriental del Uruguay (BROU) el artículo 40, que crea el Fondo de Desarrollo (Fondes), que se convertirá en la principal herramienta de financiamiento de los emprendimientos autogestionados. Preguntado sobre qué continuidad en el tiempo debe tener el Fondes, el mandatario dice que la herramienta “se tiene que trasformar en ley” y que “hay que irlo perfeccionando desde el punto de vista técnico y profesional”, pero sin perder “la puntería de carácter social que tiene”.
Antecedentes, crisis y despegue
Luego de la entrevista a Mujica, Mercao y Bello presentan los antecedentes de las empresas recuperadas en el país, y señalan a la Cooperativa de Transportes de Paysandú (Copay), creada en 1952 ante el cierre de la empresa Renacimento (ERSA), como uno de los primeros emprendimientos. También se citan otros ejemplos a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, como la Cooperativa de Artesanos del Vidrio (Codarvi), la Cooperativa de Trabajo Américo Caorsi (Molino), la Cooperativa de Producción del Termo (Coter) y la Cooperativa de Artesanos Joyeros (Coarjo).
Los autores dedican varios capítulos a “recapitular el saqueo que sufrió nuestra sociedad durante décadas, pero de manera exacerbada a partir de la década del 90”, según explican en la presentación. También dedican especial atención a relatar “la emergencia de la autogestión” a partir de los primeros emprendimientos que contaron con un fuerte apoyo del gobierno venezolano, encabezado por el presidente Hugo Chávez.
“La visita de Hugo Chávez a Uruguay, la importancia que le diera el extinto líder a nuestro país en el mapa geopolítico latinoamericano y la creación del Fondo del Sur para prestar apoyo a proyectos autogestionarios, es decisiva para la afirmación de lo que por entonces se llamaba recuperación de empresas”, dice el comienzo del capítulo 10, denominado “El despegue de la autogestión” que presenta una cronología del surgimientos de los emprendimientos del “nuevo ciclo”.
En la segunda parte del libro se comienza a describir cada uno de los emprendimientos autogestionados, su historia, apogeo, cambios de propietarios, crisis, quiebra y proceso de recuperación por parte de los trabajadores, todo ello acompañado por testimonios de los protagonistas y fotografías en color. Aparecen en primer lugar la fábrica de neumáticos y guantes FUNSA, luego la de envases de vidrio Envidrio y la curtiembre URUVEN.
En el capítulo 15 se cuenta el surgimiento de la Asociación Nacional de Empresas Recuperadas por los Trabajadores (ANERT), creada el 11 de octubre de 2007 y presentada en un acto masivo en la planta de FUNSA. “En la ANERT se da la conjunción de cooperativas y sociedades anónimas. Sin embargo, más allá de la figura jurídica que adoptaran (a menudo por mera conveniencia), tenían un denominador común, que era su acuerdo de qué era lo que debía caracterizar a una empresa autogestionada”, explican los autores.
El final de la segunda parte está dedicado al surgimiento del Fondes y el sustento teórico y político que lo impulsó, los roles de la Federación de Cooperativas de Producción del Uruguay (FCPU) y del Fondo Raúl Sendic.
Platos, fideos y refrescos en avión
En la tercera parte del libro se completa la presentación de los distintos emprendimientos, entre ellos, el Molino Santa Rosa, ubicado en la localidad homónima del departamento de Canelones. En un recuadro de la página 129 cuentan la historia del Flaco Bermúdez, al que homenajean por su “entrega” en el proceso de recuperación del emprendimiento molinero.
Luego sigue la fideera Caorsi, ubicada en la ciudad de Tacuarembó, que distribuye el 80% de su producción en el norte del país y que recientemente consiguió ganar una licitación para ser proveedor de varios establecimientos penitenciarios.
Después aparecen la fábrica de trasformadores Urutransfor, ubicada en Burgues y Ramón Márquez, en Montevideo, y la Cooperativa de Trabajadores Cerámicos de Empalme Olmos (ex Metzen y Sena), uno de los emprendimientos más grandes por su volumen de facturación, cantidad de trabajadores y potencialidad de crecimiento en el mercado internacional.
En el capítulo 25 se presenta la Cooperativa de Trabajadores de Paylana de Paysandú, que producirá textiles para exportar, y en el siguiente aparece la imprenta Pressur, “un gigante inmovilizado” en la Zona Franca de Nueva Helvecia que recientemente debió enviar a todo su personal a seguro de paro, debido a las trabas comerciales impuestas por Argentina para el ingreso de material gráfico.
Siguen la curtiembre El Águila, de Florida, la fábrica de luminarias Profuncoop, establecida en los talleres de AFE en Peñarol y el emprendimiento desarrollado por los trabajadores de la ex Calvinor en Bella Unión.
Desde el capítulo 30 en adelante, aparecen la Cooperativa Fuente Salto (Cofuesa), embotelladora del agua mineral y los refrescos marca “U”, continuadores de Urreta; la Cooperativa Industrial Maragata (Coopima), continuadora de Polímeros del Uruguay y que se propone producir fibra sintética a partir del reciclaje de envases PET provenientes de Brasil y Uruguay; Chic Francés, que confecciona prendas de vestir; la chacinería COLASE, de Minas y, por qué no decirlo, nuestra cooperativa la diaria.
En el libro aparecen reseñadas también las experiencias del semanario 7N, surgido del cierre del diario Últimas Noticias; la cooperativa Victoria, formada por auxiliares de servicio; la Cooperativa Metalúrgica Recuperada por los Trabajadores (Comereptra), que produce cerraduras marca Slock; la Cooperativa de Trabajadores Emprendimiento Popular Alimentario (Cetepa), surgida a partir de la iniciativa de los operarios de las fábricas Puritas y Las Acacias, que elabora fideos; la Cooperativa de Trabajo Artiguista Bolivariano (Cootab), que pretende recuperar el frigorífico Industrial Pando Sociedad Anónima (IPSA); la cooperativa de estudiantes de Formación en Educación, que consiguió la administración del ex parador Piedra Lisa de Atlántida; la emblemática Alas Uruguay y, por último, Niboplast.
El libro culmina con un epílogo y una reflexión, a modo de balance, sobre los avances y retrocesos de los emprendimientos, las dependencias y anclajes, y se analiza la relación entre autogestión y macroeconomía, y autogestión y comunidad, así como los desafíos en materia de innovación y tecnología.