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El FA, la crítica y los medios

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El verbo “comulgar” tiene dos acepciones, según la Real Academia Española: una es “recibir un cristiano la comunión”; la otra, “compartir ideas o sentimientos con otra persona”.

Al analizar cómo se relacionan algunos dirigentes del Frente Amplio (FA) con los medios de comunicación uruguayos, se podría asegurar que comulgan con la línea editorial de ciertos medios y no comulgan con la de otros. Es algo normal, que sucede en Uruguay y en la mayoría de los países: los políticos del partido X tienden a comprar el diario X y los políticos del partido Y prefieren leer el diario Y.

Pero hay una tendencia en Uruguay que sí es relativamente novedosa: la de militantes y cuadros de gobierno del FA que están dispuestos a comulgar solamente en un sentido cristiano, algo que en años electorales los transforma en potenciales fanáticos religiosos.

Para esta corriente de “oficialismo radical”, las funciones de un medio deberían ser similares a las de una secretaría de Prensa y Propaganda de un sindicato o de una facción partidaria: difundir las actividades, destacar los logros y, si es posible, promocionar a los responsables. En definitiva, el lector pasa a ser un afiliado (o un devoto), las “buenas noticias” funcionan como una hostia, y alabado sea el Señor.

¿Son muchos los funcionarios de gobierno que piensan así? ¿Cuáles son las consecuencias de razonar a partir de esos postulados? No hay respuestas definitivas, pero es posible esbozar una serie de ideas que aporten al diagnóstico, a riesgo de caer en generalizaciones:

• Hay un divorcio de facto entre los frenteamplistas que avalan, desde el gobierno, esta forma de relacionarse con los medios y el espíritu crítico que durante años caracterizó a la izquierda uruguaya.

• Las chances de caer en esa contradicción son mayores entre los funcionarios de confianza política que llevan más años en sus cargos.

• No se debe descartar la posibilidad de conductas desinteresadas, pero es probable que a mayor dependencia (salarial) del cargo que se ocupa aumente la intolerancia hacia las visiones críticas, y que, por el contrario, quienes saben que podrían desarrollarse profesionalmente en otros ámbitos -más allá de qué fuerza política gobierne- suelan ser más receptivos a los cuestionamientos y al debate de ideas.

• Los microclimas de las redes sociales y la dualidad Me gusta/No me gusta contribuyen poco a revertir esta situación. Al revés, quienes se suman a esas discusiones desde despachos públicos tienden a potenciar este problema. Combinado con el “viento en la camiseta” consecuencia de los resultados electorales de octubre y noviembre, esto último puede resultar una mezcla explosiva.

• Llegamos a esta situación porque existen medios y empresarios periodísticos que son funcionales (o al menos receptivos) a dicho esquema de relacionamiento (no está claro si por convicción frenteamplista o por conveniencia económica).

En los últimos años, pero sobre todo en 2014, se escribieron muchos artículos que trazaban un paralelismo entre el ciclo batllista de comienzos del siglo XX y el proceso que se inició con la llegada del FA al gobierno, en marzo de 2005. En general, hay consenso en cuanto a que es una comparación atinada.

En este tercer gobierno, con Tabaré Vázquez en la presidencia, el FA quizá termine enfrentando un nuevo desafío: que la comparación deje de ser con la corriente filosófica y la doctrina política inspirada en José Batlle Ordoñez, y pase a ser directamente con el Partido Colorado y su experiencia en el manejo del aparato del Estado.

Si la punta de lanza son estos funcionarios, intolerantes a toda crítica, no será una batalla fácil para la izquierda. Pero estos dirigentes del FA tienen otros caminos posibles. Pueden, por ejemplo, renovar contrato con raíces más cuestionadoras, aprender a diferenciar entre el que interpela (aun equivocado) para mejorar y el que lo hace en base a cálculos pequeños, y reconciliarse con la idea de que los dogmatismos son malos, estén donde estén. Siguiendo con la analogía, quizá deban apostar a una nueva secularización; pero esta vez, para alejarse de cualquier eucaristía y de las acepciones confesionales del verbo “comulgar”.

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