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Aníbal Ferrando, Julio Aguilera y Khalil Amhed. / Foto: Nicolás Celaya

30 años es rabia

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Polenta, pionera del hard rock, vuelve al escenario.

A principios de los 80, una banda de hard rock lideraba el underground montevideano en medio de la fuerte represión de los últimos años de la dictadura. Era Polenta, considerada una de las primeras bandas uruguayas del género. Tras unos primeros años muy bulliciosos decidieron seguir su carrera en Brasil, cuando se vieron opacados y olvidados por la nueva ola del rock posdictadura. A 30 años de aquellos años oscuros, Polenta se reúne en Bluzz Live el sábado 17 de mayo. Con motivo de esta reunión la diaria habló con Khalil Mubarak (voz), Aníbal Ferrando (guitarra), Julio Aguilera (bajo) y Gastón Aguilera (batería), los integrantes de Polenta.

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Después de tantos años de silencio, ¿cómo se gesta esta reunión? ¿Qué los hizo volver?

Khalil Mubarak: -Cuando abrió Facebook, en Brasil solamente había Orkut, y lo abrí direccionado únicamente a Uruguay, para restablecer contactos. Lo primero que encontré cuando comencé a procurar gente de la época fue al Deqo, de Meridiano Juvenil, que había escrito El rock políticamente incorrecto y tenía fotos nuestras, incluso las de un festival, que se hizo y no se hizo, en el Club Banco República. Éramos tres bandas: Polenta, Crisol y Marrone. Ahí quise saber, porque la primera vez que me acercaba a Uruguay encontraba esto. Entonces comencé a acercarme a las personas de aquella época y resultó que mucha gente había oído y estado en toques de Polenta. Había un recuerdo de la banda latente, pero en un plano underground, sobre todo en lo que respecta a los músicos. Comencé a juntar todos aquellos pedacitos que estaban dispersos para reconstituir el mosaico de lo que habíamos sido. Porque salimos en la etapa más oscura y difícil de la represión al rock en Uruguay, cuando decir rock and roll era peor que escupir a alguien en la cara. Donde alzar la voz en contra de una sociedad corrupta y fascista era impensado, no se podía hablar de eso. Nosotros, de una forma u otra, lo hicimos. Y a los militares y a los plutócratas no les convenía. No teníamos apoyo de nadie. Salíamos a pegar carteles hechos en mimeógrafo con engrudo toda la noche. Yo colocaba carteles en el Mausoleo y en la antigua casa de gobierno. Cuando hablé con Fernando Peláez me hizo el contacto con Gabriel Peveroni, de Tevé Ciudad, y me dijo que quería hacer un programa especial sobre nosotros. Le comenté que yo seguía en Brasil pero que el resto de la banda estaba en Montevideo, y los puse en contacto. Entonces cuando salió el programa me escribió Mauro, de Bluzz Live, ofreciéndome el lugar para hacer un toque de reunión. La idea fue inicialmente de él, para que los jóvenes conocieran cómo sonaba una banda de rock de la época de la represión.

-Y los que estaban acá en Montevideo, ¿seguían en contacto? ¿Cuál creen que fue el aporte de la banda a la música uruguaya?

Gastón Aguilera: -Nosotros estando acá, con Aníbal, nos juntamos un par de veces a seguir tocando un rato, pero extrañábamos la voz de este enfermo y nunca hicimos mucho. Mi hermano estaba haciendo fusión y yo, mientras, seguía activo. Y entonces recibí un mail de Khalil invitándonos a juntarnos, acá en Montevideo. Nos juntamos los tres que estábamos acá, llegamos a un acuerdo y decidimos hacerlo. Para mí, esto es como una revancha personal: que la gente se entere de que acá hubo algo en esa época.

El señor Alfonso Carbone trajo el gran invento punk de Inglaterra y se trabajó una imagen de hombre de derechos cuando estaba defendiendo una música porque le convenía. Una música de gente que invadió las Malvinas y hoy sigue estando en esas islas. A ese representante no lo quiero ni a diez cuadras de nosotros. Yo no le quito mérito ni a Los Tontos ni a Los Estómagos, pero fueron un producto que creó este señor Carbone. Por suerte ellos después hicieron su camino, y está bien. Pero se olvidaron de estos viejitos, de todos nosotros. El que más me dolió fue Tabaré Rivero, que también estuvo debajo del escenario en nuestros toques, saltando, y de ahí surgió. Le reconozco que continuó con su lucha y no le importaron los medios. Lo respeto, aunque fuera un revolucionario de championes Topper y pantalones y camisa Levi’s. Se cuántas cosas hay en el medio. Me gusta que la gente joven se esté interesando en ese bache de la historia musical de este país, que está faltando. Y no porque seamos la mejor banda del mundo, ni porque seamos mejores que otros, sino simplemente porque hubo algo. Una época de músicos que estuvimos en cana, que cantábamos en clave, que escribíamos una letra para presentar en Jefatura para después ir y cantar otra. Acá no se está recriminando nada, sólo pidiendo un reconocimiento a músicos que estuvimos y existimos.

KM: -Acá siempre se dice que el punk lo trajeron Los Estómagos. Es mentira: la primera banda punk de este país fue Cobra, que era la banda que yo tenía en 1978. Nos pintábamos la cara, escupíamos a la gente, nos tirábamos al piso, puteábamos. Lo que un punk verdadero hace. Y no teníamos pantalones ni championes de marca, éramos unos harapientos. Hay que ser mismo mierda para ser un punk. Porque la palabra punk quiere decir eso: sucio, andrajoso y relajado.

-¿Cómo se dio el pasaje de Cobra a Polenta?

KM: -Cobra fue el preámbulo de Polenta. Me sirvió para soltarme en el escenario, para desinhibirme. Hubo un festival en el 80 del que quedamos desclasificados por inmorales, y Los Vultures, previo a Los Estómagos, por ser ruidosos e incoherentes. Años después conocí a Aníbal mediante una compañera de facultad.

Aníbal Ferrando: -A mí no me interesaba mucho ese tipo de música. Yo venía haciendo música más progresiva y estaba buscando gente que tuviera cualidades para armar algo que tenía en mente. Cuando conocí a Khalil, pensé que su voz se adaptaba perfectamente a lo que yo estaba armando. Tenía canciones hechas, una idea armada, influencias bien definidas de lo que me provocaba escribir, Led Zeppelin y Deep Purple, fundamentalmente. Mediante una amiga en común conocí a Khalil, probamos y la voz cuadraba perfectamente. Ahí se dio algo que tenía que darse.

-¿Han escuchado algo de lo que se está haciendo actualmente en 
Uruguay?

GA: -Cómo banda que se acerque al rock and roll, me gusta La Triple Nelson. Y nada más. Blusero, muy arreglado, pero se acerca más, por su forma de toque, al rock. Me duele que la gente de Los Estómagos siga llenando estadios, cuando La Triple Nelson, Pecho e’ Fierro y la gente del trash metal está siendo olvidada y tiene todos los méritos para estar allá arriba. Al metal siempre se lo dejó de lado, y es una rama de la música uruguaya de la que también hay que escribir. Hay que ponerla, aunque no tenga ninguna forma de difusión. Son tipos como éramos nosotros, la están remando solos.

Julio Aguilera: -Yo tengo un problema con el rock and roll: para mí ya pasó. El rock and roll tiene que cambiar; si no, desaparece. Es más o menos lo que está pasando en Uruguay. Sin embargo, yo estaba haciendo cosas de fusión y ahora me puse a tocar con Polenta de vuelta y me encantó. Creo que es el espíritu lo que se mantiene. No se explica con palabras. Se me puso la piel de gallina.

-Siempre se dijo que la generación del 86 le dio la espalda a lo que había pasado previamente. ¿Ustedes lo ven así? ¿Cómo es su relación con los músicos de ese momento?

GGA: -No tenemos ninguna relación con ellos. Y hay algo que el uruguayo tiene que aprender: respetar a los que estaban antes. Malo o bueno. El ego es el peor enemigo de todos. Porque hoy los ex Estómagos y los músicos de esa generación llenan Teatros de Verano por toda la publicidad y circo que tienen montado alrededor. Políticamente eso tiene su respaldo también. Pero el rock and roll no es eso, el rock and roll es el boca a boca, es abrir puertas. Abrir puertas uno, no que se las abran. Yo creo que el ego los ha engañado bastante. Lo que quiero decir es que la generación 86 se tiene que acordar de que llegaron a algo por alguien, porque si no la música tropical se los hubiese comido. Sé que se los hubiese comido, estuviera quien estuviera tocando. En ese momento los grupos tropicales sonaban muy bien y estaban muy bien estructurados. No nos gustará, pero ésa es la verdad. Hay que respetar todo eso. Lo bueno es que las nuevas generaciones intentan acercarse a descubrir qué pasaba antes y se interesan por llenar ese hueco en la historia. A escuchar la otra campana.

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