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Lucía Elizalde, Mariana Menéndez, María Noel Sosa y Diego Castro, editores de la revista Contrapunto. / Foto: Pedro Rincón

Salir de la confusión

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Hoy se presenta el cuarto número de la revista Contrapunto de la Udelar, centrado en el tema de la seguridad.

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Editar

Hoy a las 19.00, en el local de la Asociación de Maestros del Uruguay (Maldonado 1170), se presenta el cuarto número de Contrapunto, la revista del Centro de Formación Popular con Organizaciones Sociales (ex centro de Formación Popular del Oeste de Montevideo), que funciona en el ámbito de Extensión de la Universidad de la República (Udelar). Este número se titula Seguridad contra la pared y compila artículos (y una entrevista) sobre violencia, represión y autodefensa en América Latina.

Contrapunto es una revista semestral de distribución gratuita que publica números temáticos sobre luchas y asuntos políticos contemporáneos de América Latina. Busca dar un espacio para la teorización y el debate basados en la agenda de los movimientos sociales. La revista ha discutido, por ejemplo, temas como el acceso a la vivienda, el concepto de desarrollo, la evolución de la clase obrera, los modelos basados en la soja y la minería, la criminalización de la protesta y el proceso de paz en Colombia.

Nació del entonces Centro de Formación Popular del Oeste de Montevideo, cuando en el trabajo con las organizaciones surgió la necesidad de discutir los asuntos de los movimientos sociales en Uruguay y de traer al país debates latinoamericanos que no estaban presentes en el ámbito local. Si bien la idea inicial era hacer un libro que compilara teorizaciones del pensamiento latinoamericano contemporáneo, la cantidad de material y la falta de espacios para discutirlo terminó por transformar al libro en una revista.

En diálogo con la diaria, Lucía Elizalde, una de las editoras de la revista, cuenta que en aquel momento “no teníamos muchos interlocutores en Uruguay” y que “los debates latinoamericanos y los referentes del pensamiento crítico (como Aníbal Quijano y Luis Tapia) no estaban circulando en Uruguay”. Diego Castro, otro de los editores, señala que “Uruguay y sus ciencias sociales estaban de espaldas a eso”, a pesar de que “existe una incipiente masa crítica local”. Un ejemplo de esta situación es que la revista en ocasiones ha tenido que encargar artículos a investigadores locales, a pesar de que no surgieran de procesos de investigación previos, debido a la falta de trabajo sobre algunos de los temas que le interesan a la revista.

Según sus editores, no se trata de una publicación propiamente académica. Busca ir más allá del público universitario y de la idea de que sólo los universitarios escriben y teorizan. De hecho, según Castro, la revista busca “un mutuo reconocimiento de la Universidad y los movimientos” y “potenciar la inteligencia colectiva de las organizaciones”. Esto se puede apreciar en que en varias de las ediciones aparecen artículos firmados por colectivos, y en que una parte importante de la distribución de la revista es el envío de ejemplares directamente a las organizaciones.

La revista se ubica en un espacio entre las ciencias sociales, las teorías críticas y los movimientos sociales. Según sus editores, piensa sobre y desde las prácticas concretas de los movimientos, e intenta ser parte de esfuerzos de formación sociopolítica de los militantes.

Este trabajo se da en una etapa que, según María Noel Sosa, otra editora, es “de mucha confusión” en las organizaciones, que “después de muchos años de luchar contra gobiernos de derecha” se encuentran ante otro escenario. La discusión política a nivel de movimientos es necesaria, aunque “no se trata de decir que es todo lo mismo ni que todo cambió, sino de ver cuáles son los ciclos de lucha, qué modelo se está gestando”, advirtió Castro. Esta relación entre gobiernos y movimientos es clave, en tanto para Castro, “independientemente de lo que hagan los gobiernos progresistas, la dirección en la que se muevan depende de si los movimientos logran protagonismo”. En este contexto, la revista busca que los debates que en ella se den sirvan para salir de este estado de confusión.

Hasta ahora, la revista publicó tres números. Cada uno se separa en cuatro secciones: Uruguay, donde se discute el tema desde una perspectiva local; América Latina, donde se abordan casos concretos en otros países de la región o se habla de ésta en general; Debates en la Coyuntura, donde aparecen artículos teóricos y abordajes sobre asuntos generales no necesariamente relacionados directamente con el tema del número; y Los Movimientos Debaten, donde se escribe sobre o desde las organizaciones sociales, y ellas toman la palabra.

Los números anteriores de la revista se titularon Luchas sociales y movimientos progresistas en América Latina, Bienes comunes, saqueo y resistencias (en el que se encuentran las fundamentales “Seis tesis sobre el neodesarrollismo en Uruguay”, de Carlos Santos, Ignacio Narbondo, Gabriel Oyhantçabal y Ramón Gutiérrez) y Territorios urbanos en disputa. Para próximas ediciones, los editores planean abordar temas como las mujeres y el feminismo en América Latina y la educación, en particular cómo los movimientos sociales generan sus propias propuestas educativas.

Estado y violencia

Seguridad contra la pared, el número que se presenta hoy, es sobre un tema fuertemente discutido en esta campaña electoral, pero aporta perspectivas que buscan ir más allá de la discusión actualmente planteada sobre la “mano dura”. En la sección sobre Uruguay, este número comienza con un repaso crítico de las políticas de seguridad de los gobiernos del Frente Amplio a cargo del sociólogo Rafael Paternain. Sigue con un artículo de Ana Jaureche y Gianni di Palma en el que los autores reflexionan teóricamente sobre las maneras como se construyen socialmente la inseguridad y la percepción sobre la peligrosidad de ciertos grupos sociales, critican la retórica utilizada usualmente para hablar del asunto y analizan las condiciones del sistema carcelario y de la represión estatal.

Luego, Mariana Mosteiro y Mauro Tomasini escriben sobre la baja de la edad de penalidad juvenil, que caracterizan como un mecanismo de control social, y la rechazan porque “[No] genera condiciones ni marcos para que las víctimas y victimarios puedan reconstruir el equilibrio que fue roto tras un delito. Plantea mayor tiempo de encierro, consiguiendo con esto solamente calmar los ánimos punitivos por poco tiempo, hasta que de nuevo surja en la escena pública un delito violento contra la propiedad que los medios se encargarán de demonizar, los políticos de punir y los operadores judiciales de encerrar. Aumentar el tiempo de privación de libertad, aplicando penas de adultos a adolescentes, no ha sido efectivo”.

La sección Uruguay termina con un artículo de Verónika Engler, militante social y vecina de Santa Catalina, en el que cuenta la historia del barrio y cómo es la vida allí, acoso policial y estigmatización incluidos. El artículo narra en detalle varios incidentes en los que hubo intervenciones policiales con violencia desproporcionada en el barrio, incluido el episodio que terminó con la muerte de Sergio Lemos. Reflexiona sobre la manera como la Justicia y la Policía tratan a la población de la periferia de Montevideo y denuncia casos de abusos, maltratos y torturas. También muestra qué es lo que el Estado efectivamente hace cuando se le reclama “mano dura”, y aporta por ello contexto fundamental para la discusión sobre el asunto.

La sección América Latina aborda el tema de una manera diferente (lo que en parte da cuenta de la especificidad de la manera como el debate se dio en Uruguay) a la sección anterior, y se centra sobre todo en cómo las comunidades se han organizado para buscar seguridad.

El artículo de Raúl Zibechi que abre la sección comienza marcando el tono: “Cuando los estados no son capaces de garantizar la seguridad o cuando vuelven sus armas contra las poblaciones, la autoprotección se convierte en una suerte de sentido común de indígenas, campesinos y sectores populares urbanos en América Latina”. Los artículos siguientes hablan de experiencias como las Rondas Campesinas en Perú y la Policía Comunitaria de Guerrero, México, y las maneras como han enfrentado diferentes formas de violencia.

El resto del número continúa abordando el tema de otras maneras y desde otras perspectivas, y ofrece, en la sección Debates en la Coyuntura, panoramas de la situación política de Chile y Brasil.

Este número de Contrapunto es un aporte muy importante al debate de coyuntura electoral pero también al debate general y teórico de la izquierda, al ver el tema de la seguridad en relación con las formas actuales de la acumulación capitalista, y al poner el foco en la violencia de Estado. Y, sobre todo, porque sin darles la palabra a los prejuicios y pánicos alentados por los medios de comunicación, reconoce la realidad del problema y presta atención a las maneras en que colectivos concretos lo enfrentaron en nuestro continente.

En la presentación del número se entregarán ejemplares de la revista a los presentes y se llevará a cabo una mesa redonda titulada “Seguridad, criminalización y baja de la edad de imputabilidad”, en la que participarán Rafael Paternain, Verónika Engler y el integrante de Serpaj Mauro Tomasini (que escribieron en el número), junto con el decano de la Facultad de Psicología de Udelar, Luis Leopold.

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