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El offside y el orsái

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¿Cómo no va a ser importante el fútbol, si logra que tantas personas estén discutiendo acaloradamente sobre la pertinencia de darle importancia? El lío de Suárez casi coincidió con la fecha de nuestro golpe de Estado. Hubo gente muy ofendida porque estábamos todos hablando de incisivos y sanciones exageradas en vez de cliquear “compartir” en un cartelito que dijera “nunca más” sobre una foto borrosa de gente marchando en blanco y negro por la calle, vestida de un modo antiguo. Hubo gente deprimida porque se proponía no comprar Adidas por su vinculación con Suárez, pero no porque esta empresa explotara niños en el Tercer Mundo. Nada de esto carece de sustento, por cierto.

Suena rara tanta euforia movilizadora -o tanta movilización eufórica- por una injusticia cometida hacia un jugador de fútbol que, de última, algo tuvo que ver con el asunto. Sin embargo, pienso que es una visión reduccionista, maniquea y falsa. En primer lugar, conozco muchas personas inteligentes y comprometidas que estaban como dementes con el mundial, y en particular con la pasión y la crucifixión del nueve celeste. En segundo lugar, estar a full con un asunto no implica, para nada, restarle importancia a los demás. Simplemente, éste era el tema del momento y los otros no. Fue muy importante el golpe de Estado y alguna que otra cosa se ha escrito-hablado-cantado-actuado-fotografiado-pintado-filmado sobre eso. Si vamos al caso, mucho más importante fue el Big Bang y no estamos hablando todo el tiempo de él.

Además, es falso que no se hagan manifestaciones por temas serios, o que a esas manifestaciones no vaya nadie. Sólo pensemos en la marcha del orgullo gay o en la del silencio, cada vez más numerosas. Por lo tanto, al decir “por qué hacen esto y no aquello otro” se está cometiendo una injusticia. Ya sé, probablemente la gente de estas dos marchas no coincida del todo con la de las protestas futboleras, pero bueno, eso es lo que los moviliza a ellos, y tienen sus razones. Y si aceptamos que la concurrencia a las marchas “serias” debería ser más numerosa, la queja termina pareciéndose a la del músico local que se enoja porque el Centenario se llena con One Direction.

El tema es que acá se exacerbó el sentimiento de nación. Los uruguayos, por suerte, no somos muy de eso, es verdad, al menos en el sentido clásico. Pero hay un “patriotismo” menos barato, más inconsciente, que enfrenta nuestro estilo de vida y nuestras escalas de valores morales a los de otros, y más cuando casualmente esos otros quieren imponernos las suyas de mal modo (y lo logran). Ése es el que se vio afectado en este caso. Y se trata de un sentimiento mucho más profundo que el que pueda emanar de toda esa parafernalia de franjas y soles y cantos bélicos en mi bemol mayor do jamás se pone el sol. Por más que, como suele suceder con todo lo profundo, se exprese en forma anárquica, patotera y telenovelesca.

Ese nacionalismo sin banderas es más viejo que la humanidad. Está grabado en nuestros genes. Se podrá decir: “pero nosotros ya no somos monos, podemos actuar de otro modo”. Y sin embargo, somos monos y no podemos. Individualmente tal vez sí (también hay monos raros), pero no como grupo. Y es posible que esa conducta haya tenido que ver con nuestra supervivencia y evolución, desde lo que éramos hace millones de años hasta lo que somos hoy.

En aquellos despoblados tiempos, “el grupo” era una entelequia que abarcaba las caras conocidas. Y por eso, cuando ese sentimiento se personaliza en el sufrimiento de alguien concreto (en este caso, Suárez), se potencia. Es como cuando nos entristecemos hasta la desesperación ante la foto de un padre que llora llevando en brazos el cadáver de un niño, mientras apenas nos tocamos con el dato frío de los miles de muertos de la misma guerra que generó esa imagen. En detalles como éstos se basan la propaganda, los noticieros, la política, la economía: las cosas serias. Los que manejan el mundo lo saben; negarlo es el primer paso hacia permitirles que sigan manejándolo.

Mientras despreciemos nuestra terrajez genética intrínseca, seremos esclavos de la FIFA y de todo aquel que habitualmente nos ídem. Y, como se dice de Suárez, alguien podrá comentar: “ellos se lo buscaron”.

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