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Judith Sutz. / Foto: Sandro Pereyra

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Judith Sutz: políticas que no se preocupan por el empleo “forman para la emigración”

“Frente a problemas complejos, necesitamos ciencia de primera línea, la mejor ciencia disponible, porque los problemas sociales son infinitamente complejos”, sintetizó Judith Sutz, coordinadora académica de la Comisión Sectorial de Investigación Científica (CSIC) de la Universidad de la República (Udelar). Estimó que en Uruguay 80% de los investigadores trabajan en el sector público; opinó que esas dificultades para insertarse en el ámbito privado reflejan un “tipo de estructura productiva” y advirtió del “incremento de jóvenes con talento que no pueden quedarse dentro de la Udelar”.

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-¿Por qué es importante invertir en investigación científica en Uruguay?

Judith Sutz

Es profesora grado 5 y coordinadora académica de la CSIC. Es ingeniera electricista, magíster en Planificación del Desarrollo y doctora en Socioeconomía del Desarrollo. Se ha especializado en el diseño de políticas de investigación y de innovación, producción de conocimiento e inclusión social, universidad y desarrollo, según el sitio de la CSIC.

-La investigación científica se puede definir de muchas maneras. Para mí, y en particular en la CSIC, hablar de ciencia no es hablar de ciencias exactas y naturales, sino de todas las áreas del conocimiento, incluyendo la investigación en tecnología, en ciencias sociales, en humanidades, en arte. La CSIC considera definitorio el apoyo a todas las formas de producción de conocimiento científico, en todas las áreas. Las ciencias son todas las ciencias. ¿Por qué esto es importante? Hay muchas razones. La primera es que cada sociedad hace énfasis en ciertas investigaciones que entiende que son sus necesidades. Respecto de la investigación que Uruguay necesita, hay agujeros negros.

-¿Cuáles, por ejemplo?

-La brecha 90/10 de la OMS [Organización Mundial de la Salud] es clara al respecto: 90% de la investigación en salud se dirige a 10% de la población, mientras que 10% de la investigación en salud se dirige a los problemas de 90%. El mismo argumento es válido para cualquier otra área del conocimiento. La gente investiga de acuerdo a los recursos que tiene: monetarios, de personas calificadas, infraestructura y recursos institucionales. Existe una diferencia en cuanto a la capacidad de investigación de un país en función de los recursos con los que cuenta. Es una diferencia de habilidad, intelectual; es lo que se llama heurística, que en un país desarrollado, con recursos, es distinta que en otro carece de ellos. Si no investigamos, nos queda importar productos y conocimientos ajenos, acabados, que no sólo son carísimos, sino que no siempre funcionan en el país.

-¿Qué destacaría de la investigación científica en Uruguay?

-La investigación ha crecido mucho. Varios indicadores dan cuenta de ello. La Udelar no es la única institución que investiga, pero abarca la mayor parte de la producción científica del país. En 1986, las unidades de investigación eran 223 y la Udelar tenía 50%. En 2012, eran 805 y la Udelar conformaba 72%. El crecimiento ha sido enorme. La investigación a nivel universitario se ha acelerado. Los investigadores con dedicación total se han duplicado.

-¿Qué otros indicadores se manejan?

-Por ejemplo, que Uruguay duplicó su número de publicaciones entre 2004 y 2012. Otro es el aumento de la cantidad de gente que cursa posgrados. Esto indica que el sistema de posgrado se ha fortalecido: hay más becas y más docentes calificados. La Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología [RICYT] también es muy interesante, porque explica la relación entre el número de investigaciones por tipo de investigación y el número de investigadores y la institución donde trabajan; es una relación distorsionada respecto de los equilibrios deseables. En Uruguay, más de 80% de los investigadores trabaja en el sector público, no hay prácticamente investigadores en el sector privado, en empresas con fines de lucro. Esto habla de un tipo de estructura productiva. Por ejemplo, la estructura en Estados Unidos es a la inversa: la mayor parte de los investigadores trabajan en el sector privado. La ciencia hay que estudiarla en el contexto de la sociedad: quién la emplea, quién la paga, quién la usa. Y usar ciencia es usar a la gente que hace ciencia. Usar ciencia también puede ser comprar las revistas, las patentes y las consultorías afuera. Otro indicador es el tipo de ciencia que se hace. Según RICYT, en Uruguay, 21,3% son ciencias básicas. Más allá de qué son las ciencias básicas, si nos restringimos a las ciencias exactas, vemos que en Estados Unidos se hace sólo 17% de ciencia básica y 63% de desarrollo experimental. ¿Cuánto hace Uruguay de desarrollo experimental? Sólo 13%. Ahí radica el verdadero problema. El desarrollo experimental se parece al concepto de innovación, es el eslabón por el cual los conocimientos se aplican al sector productivo, ya sea público o privado.

-¿Cómo se puede mejorar las políticas en ciencia y tecnología?

-En Uruguay tenemos un problema serio de recursos y un problema de base: cómo se piensa el sistema de ciencia, tecnología e innovación para el desarrollo. Se promueve la formación de investigadores, aumentan los posgrados, pero no hay espacios donde contratar los servicios de estos jóvenes profesionales. Las costuras de la academia se rompen por todos lados, hay un incremento de jóvenes con talento que no pueden quedarse dentro de la Udelar. Uruguay no los está aprovechando porque los investigadores aún no tienen cabida en el sector privado. Esto sucede porque el sector público, en particular el sector de la educación superior, es el principal empleador de los investigadores calificados. Lo dice la literatura, pero es de sentido común: el que forma y no se preocupa por el empleo del que forma, forma para la emigración. Las políticas se hacen con ciertas expectativas, bajo hipótesis de cómo se va a comportar el otro, que pueden ser ciertas o no. Se necesitan políticas basadas en la evidencia. Lo que tiene que hacer una política es levantar a todos. Si un programa de ayuda requiere, para presentarse a él, saber que la ciencia y la tecnología son útiles, se está sesgando a las pocas empresas que ya lo saben. El 80% de las pymes no tiene un solo profesional científico-técnico, mientras que sólo 12% de las empresas de más de 100 empleados no lo tienen.

-¿Cómo se cambia esa situación?

-Nosotros estamos impulsando una iniciativa llamada Centro de Extensionismo Industrial. Es una apuesta entre la Cámara de Industrias, el Ministerio de Industria, Energía y Minería y la Udelar. La idea surge del sector agropecuario, un espacio donde la extensión existe desde hace mucho tiempo. En este sector, como en el industrial, es claro que por un lado está el que hace y por otro el que tiene el conocimiento. La idea es entender la necesidad tecnológica de las empresas y vincularla con un montón de instrumentos que ya existen, para promover la innovación, y detectar cuando no los hay para comunicarlo al sector público. Es decir, hay que generar un sistema de intermediación dialogada. Eso se llama hacer política basada en la evidencia. Mi impresión es que hay muchas políticas de innovación que realmente no se hacen basadas en la evidencia.

-Hace unos años que la CSIC apoya la creación de proyectos de investigación orientados a la innovación e inclusión social. ¿Cómo surge esta idea?

Prendió la lamparita

Sutz habló de algunos casos de investigación “a la uruguaya”. Contó, por ejemplo, que en la Facultad de Ingeniería, un físico comenzó a hacer sus propias lámparas BiliLEDs, por la falta de recursos para importarlas. Estas lámparas sirven para tratar la ictericia aguda neonatal utilizando un sistema mucho más barato. "Algunos dicen, despectivamente, que esto es pegar alambre con chicle. De ninguna manera: es la musculatura innovativa que tiene la gente para desarrollar soluciones en sus propias realidades contextuales. La escasez de recursos es la musculatura innovativa que tenemos", reflexionó.

-Hay una cuestión social, la más general, y es la vocación de servicio de la Udelar. En primer lugar, la Udelar debe hacer ciencia de calidad: la ciencia mediocre no nos sirve. Cuánto más complejos son los problemas, más calidad tiene la ciencia. Frente a problemas complejos necesitamos ciencia de primera línea, la mejor ciencia disponible, posible, porque los problemas sociales son infinitamente complejos. La segunda razón es más programática: para la CEPAL [Comisión Económica para América Latina y el Caribe], la vinculación entre investigación, innovación e inclusión social es indirecta, es decir, sirven para que la economía sea menos heterogénea estructuralmente y más competitiva. Con eso generás puestos de trabajo en el sector formal, de calidad. Además, haces que el país crezca, con lo cual tenés políticas redistributivas más estables, generás políticas sociales de sostén, y de esa manera se cierra el círculo. Eso está muy bien, pero es claramente insuficiente, por varios motivos. Si se basa el desarrollo de políticas en importaciones, se estrangula al sector financiero, por lo tanto, hay que hacer innovación endógena. Nosotros creemos que hay vías directas de poner el conocimiento al servicio de la solución a problemas de inclusión. No cuesta nada, además de aumentar la competitividad, abrirle cauce a una vinculación directa entre investigación, innovación y problemas de inclusión social.

-¿Cómo llegar al público para que comprenda y apoye la inversión en ciencia?

-Una de las mejores formas de vincular la ciencia con la sociedad, aunque parezca raro, es hacer la mejor ciencia posible. Hay división del trabajo. Nosotros tenemos que hacer la mejor ciencia posible, y Uruguay, y hablo de la clase política, es quien debe pensar los espacios donde utilizar esa ciencia. La gente entiende mucho más de lo que uno cree. Para que Uruguay tenga la ciencia que se merece hay que generar soluciones que todavía no existen: soluciones innovativas, y hay varias maneras de definir innovación; la única realmente profunda es "innovar es solucionar problemas". A veces, frente a situaciones de exclusión social, la mera información y comunicación, por ejemplo, mediante folletos y cartelería, es muy insuficiente. Necesitamos una comunicación que logre que la gente se sienta parte, que sienta que puede hacer cosas, que puede participar, optar, tomar decisiones. La estrategia de comunicación hacia la inclusión social depende del contexto. De todas formas, una buena manera sería hacer que la gente sepa que en Uruguay se hace ciencia y que sienta “orgullo” por la ciencia que se hace en su país.

-¿Como ocurre con el fútbol?

-Exactamente.

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