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El otro termómetro

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La diplomacia verde en Uruguay: liderazgo mundial en químicos y una convención contra el mercurio.

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El Sombrerero Loco de Alicia en el país de las maravillas en realidad no estaba loco. La fabricación de sombreros era la principal actividad en Stockport, un pueblo muy cercano a donde creció Lewis Carroll, donde no era extraño ver a los sombrereros perturbados o confundidos debido a la inhalación de vapores de mercurio en espacios cerrados. Por eso suele decirse que las alucinaciones del personaje de Alicia... no son sino producto de su propia enfermedad: envenenamiento por mercurio.

Lejos de la ficción, la intoxicación por mercurio no ha sido ajena a Uruguay. Esto es así no sólo porque ha habido casos que debieron ser atendidos por expertos en toxicología, sino porque, además, el país presidió la negociación de la última Convención Mundial sobre Medio Ambiente, referida a la paulatina eliminación del mercurio en el planeta. Es la convención de Minamata, que lleva el nombre de una ciudad en Japón que en los años 50 fue el centro de un brote de envenenamiento por mercurio, y donde algunas personas llevan decenas de años internadas en hospitales, cargando con las secuelas de esta patología.

De hecho, existe lo que se llama “la enfermedad de Minamata”, un síndrome neurológico grave y permanente, causado por el envenenamiento por mercurio. Los síntomas incluyen ataxia, alteración sensorial en manos y pies, deterioro de los sentidos de la vista y el oído, debilidad y, en casos extremos, parálisis y muerte. Según explica el uruguayo Fernando Lugris, presidente del comité negociador de Minamata y “embajador verde” del país (ahora destinado a China), el mercurio es “el neurotóxico más potente del mundo, con gravísimas consecuencias en el sistema neurológico y afecciones al crecimiento”. Los más afectados, dice, suelen ser las mujeres embarazadas y los niños.

Estos temas están siendo tratados en Montevideo, en ocasión de una reunión entre 18 países hispanohablantes que tiene lugar en el Ministerio de Salud Pública. El objetivo, explicó Ana Boischio, asesora del Área de Desarrollo Sostenible y Salud Ambiental de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), es “movilizar al sector salud en el convenio de Minamata”.

Desde el año pasado, una resolución de la Asamblea Mundial de la Salud estableció un mandato para cumplir con el capítulo sanitario del acuerdo mundial, aún en proceso de ratificación. Temas como el uso de productos con mercurio en servicios de salud, como termómetros o amalgamas dentales, o en la fabricación de cosméticos o productos de limpieza -en resumen, la transición de un mundo con mercurio a uno sin este elemento-, son analizados por medio centenar de diplomáticos, autoridades nacionales, médicos y toxicólogos. La doctora Eva Fogel de Korc, la primera mujer egresada de la cátedra de Toxicología en Uruguay, lo dice con el lenguaje llano de los médicos de antes: “El principal perjuicio del mercurio es sobre todo en el área laboral, por los vapores que se emiten. Así, categórico. Luego está el tema del manejo de los termómetros o de las amalgamas dentales”, dice.

Este último tema desvela a María Isabel Cárcamo, de la Alianza Mundial por una Odontología Libre de Mercurio, expectante de que “finalmente se van a poder eliminar gradualmente las amalgamas dentales que se utilizan a nivel mundial”. “Es mercurio: estamos hablando de una sustancia muy tóxica puesta en la boca de las personas”, insiste, mientras celebra que “de todos los que existen a nivel del ambiente, este convenio es el único que incluye un artículo específico a nivel de salud”. A la reunión en Montevideo faltaron los laboratorios.

En realidad, la diplomacia ambiental uruguaya no empezó con Minamata. Se remonta a los años 80, cuando otro embajador, Mateo Magariños, impulsó el Programa Montevideo, que debe su nombre a que la capital del país fue sede de la primera reunión de derecho ambiental internacional. Allí se elaboró el primer proyecto para presentar ante el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Otro hito aconteció en los años 90, cuando Uruguay fue sede de la conferencia de las partes del convenio de Basilea sobre desechos tóxicos.

Uruguay también ejerce la vocería del G77+China en las resoluciones sobre químicos y desechos. El programa tiene sede en Nairobi (Kenia), pero Uruguay no tiene una misión permanente ante este organismo de las Naciones Unidas, lo que, de alguna manera, dificulta el seguimiento de los temas ambientales y la capacidad de influir en las acciones del programa. De ahí que la reinstalación de la oficina regional del PNUMA en Montevideo (cerrada en 2012 por falta de fondos) haya sido una buena noticia para la diplomacia ambiental criolla. La nueva oficina tendrá mandato sobre Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay, y estará presidida por el español José Dallo. El regreso de esta delegación diplomática coincide con la intensificación de la discusión mundial sobre temas ambientales. En diciembre, el país asistirá en París a la más importante conferencia mundial sobre cambio climático.

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