Cualquiera podría pensar que una mesa redonda acerca de la salida de la dictadura con personajes tan disímiles como el ex presidente Julio María Sanguinetti y el diputado del Espacio 609 Óscar Groba iba a terminar en un debate caliente. Pero ayer, en el Salón de los Pasos Perdidos del Palacio Legislativo, reinaron más las coincidencias que las confrontaciones. Incluso el tan conflictivo tema de las investigaciones sobre los desaparecidos quedó en un segundo plano durante buena parte de la discusión.
A pesar de este buen clima, ni el ex presidente, ni el diputado, ni Juan Martín Posada (electo senador por el Partido Nacional en 1985), ni el historiador Aldo Marchesi, ni tampoco la ex diputada y dirigente sindical Carmen Beramendi renunciaron a sus visiones sobre la salida democrática del país, aunque esta última fue la que aportó ingredientes más picantes al diálogo. Todos los oradores dejaron en claro que durante los últimos años de la dictadura hubo un bloque que traspasó partidos y movimientos sociales en favor de la democracia. “En el 82 o en el 83 no era tan importante de qué partido eras, sino si estabas a favor o en contra de la dictadura”, ilustró Marchesi, que sostuvo que en la época la postura política de centroizquierda era “hegemónica”, y estaba asociada con la idea del bienestar, la democracia y la experiencia “virtuosa” del batllismo.
Pero Beramendi cambió el foco y advirtió que el peligro de los consensos es “no dejar explicitar las diferencias”. Los consensos, sostuvo, son resultados de “pujas de poder que son siempre asimétricas”. “Hay un poder que ha estado presente en todos los partidos políticos y sindicatos, que es el patriarcado”, manifestó. La ex legisladora enfatizó el rol de las mujeres en la lucha contra la dictadura, y recordó que cuando las mujeres de los partidos políticos le pidieron a la Concertación Nacional Programática que les diera un lugar para decir “qué les ofrecía la nueva democracia a las mujeres, los representantes de todos los partidos políticos dicen que no”. Según dijo, Uruguay sigue teniendo un “déficit democrático” en este tema, en el que “todos los partidos tienen un debe”.
Luego de la exposición de Beramendi, Marchesi destacó que los temas de género se instalaron en el país en los 80, lo cual es una de las “grandes riquezas” de esa década: la “expansión de la noción de democracia”. “Todo lo que hoy es la agenda de derechos se empieza a pensar en esa época y no por los partidos, sino por ONG, movimientos sociales, revistas culturales; después los partidos se incorporan”. Groba también aprovechó para dar su visión sobre la igualdad social, el aspecto que destacó como más importante en una democracia. “La igualdad social no mide entre hombres y mujeres. Los trasciende. Dije que no era machista, pero tampoco feminista”, sostuvo, para luego defender las políticas sociales del Frente Amplio (FA) y destacar la “agenda de derechos sociales muy importante que se generó” en los diez años de gobierno de la izquierda, “para hombres y también mujeres”. Inmediatamente levantó la mano Sanguinetti y dijo que la agenda social tiene más de 100 años. La ley de ocho horas para los trabajadores y la del divorcio por la sola voluntad de la mujer fueron sus ejemplos.
Quién tiene el monopolio
Otro de los puntos calientes del debate (tibios, en realidad) se dio cuando Posada sostuvo que el Partido Colorado y luego el FA habían logrado obtener la hegemonía de los relatos sobre la salida de la dictadura durante los períodos que gobernaron. Sanguinetti no tardó en responder. “Hay relatos convivientes, Uruguay no ha sido hegemónico desde este punto de vista”. Como ejemplo de su argumentación dijo que durante los gobiernos colorados de la posdictadura, el “titular de todos los centros de investigación y de difusión histórica era un historiador blanco: don Juan Pivel”. El ex presidente aprovechó la oportunidad para cuestionar al FA y la inserción del pasado reciente en los planes de estudio: “El debate es cuando se llevan [estas visiones] a las aulas. Ahí empezamos a tener problemas, cuando ciertos tipos de interpretaciones se dan de un solo lado y no de los dos”. La respuesta vino por parte de Marchesi, que argumentó que ese problema “no es de historia reciente o lejana, los dilemas de la historia reciente son similares a los de la historia del Uruguay moderno o de otras épocas, como ocurre con la discusión sobre el 25 de agosto de 1825 como fecha de la independencia del país”.