El Partido Comunista del Uruguay (PCU) conmemoró sus 95 años el sábado, en la plaza Mártires de Chicago, con un acto en el que habló su secretario general, Eduardo Lorier. Se sumó el festejo de los 60 años de la Unión de la Juventud Comunista (UJC). El dirigente anunció la realización de 100 “cabildos” en todo el país para recoger inquietudes de la gente, reafirmó el “compromiso” con el Sistema Nacional Integrado de Cuidados (SNIC), propuso tomar “medidas contracíclicas” ante la caída de la demanda internacional, gravar más “a los que más tienen” y controlar los precios de la canasta familiar y de los alquileres.
El recientemente electo secretario general de la UJC, Daniel Mariño, pidió “incrementar rápidamente el presupuesto educativo”, pero no “en detrimento de otras políticas sociales”, sino recaudando recursos entre los “sectores de este país que se han enriquecido mucho en los últimos diez años” y que “han tenido extraordinarias ganancias en el marco del crecimiento económico”.
En el discurso de cierre, Lorier comenzó refiriéndose al Reglamento de Tierras de 1815 y a la frase de José Artigas: “Que los más infelices sean los más privilegiados”, lema de convocatoria del acto. Después de solidarizarse con “la democracia en Brasil”, con la revolución cubana y con Venezuela y “su proceso revolucionario”, señaló que en el mundo “las fuerzas productivas del trabajo social se han desarrollado a tal punto que permitirían una vida digna a todos los habitantes del planeta”; sin embargo, “estamos sumidos en la barbarie, en una época oscura, en la que lo habitual es la guerra, la destrucción de la naturaleza y de los seres humanos”. “Las condiciones objetivas están, pero falta lo subjetivo. Se requieren partidos comunistas de nuevo tipo”, que con una línea y una orientación “justa” tengan “una organización que permita su construcción planificada”, agregó.
Lorier dijo que Uruguay enfrenta “el fin de un período extraordinario”, en el que el mundo demandó los productos que produce el país en paralelo a “una excepcional abundancia de finanzas”. “Es una burbuja de materias primas que se desinfla”, afirmó, y opinó que “los nuevos vientos pondrán a prueba” el temple y el proyecto de país de los comunistas, y que por eso, en estas “horas complejas”, el árbol del partido “debe tener sus raíces bien implantadas en la clase obrera y en el conjunto del pueblo”. Entonces, anunció que antes de fin de año se van a realizar “100 cabildos en todo el país” para “escuchar las demandas y necesidades” de la “masa” y “recogerlas y trasladarlas adonde corresponda”.
El dirigente sostuvo que hay que “reforzar y apuntalar el mercado interno con medidas contracíclicas”, defender “las inversiones de las empresas públicas”, asegurar un presupuesto que permita llegar a 6% del Producto Interno Bruto para la educación sin afectar el SNIC, y apoyó “pautas salariales que permitan incrementar la masa salarial de públicos y privados”. Después dijo que lucharon para que Uruguay “se retire” del Acuerdo de Liberalización del Comercio de Servicios (TISA) y gritó: “Ni TISA ni múltiples TLC [Tratados de Libre Comercio]”, y propuso, tal como lo hizo el presidente Tabaré Vázquez con respecto al TISA, que sea el Frente Amplio (FA) el que tome posición “a la brevedad” sobre la “inserción internacional de Uruguay, para definir el rumbo estratégico en la región y en el planeta”.
También propuso “un firme control de precios”, contra la “escalada” de aumentos de productos de la canasta familiar, para acabar con la “intermediación parasitaria”, y dijo que se plantearán “medidas para controlar el precio escandaloso de los alquileres” y para que haya “una masiva inversión estatal en vivienda”.
Criticó al “pragmatismo, ese realismo posibilista, reformismo siempre chato en la mirada y que acepta como cosa natural la alternancia” y, por otro lado, “en el otro extremo”, al “sectarismo infantilista de izquierda, que estrecha y aísla, incapaz de analizar correlaciones de fuerzas, vías de aproximación y búsqueda de aliados”. “Los primeros nos acusan de ponerle palos en la rueda a nuestro propio gobierno. Los otros nos acusan de ser funcionales a medidas represivas o regresivas. Ellos, como la culebrilla, muchas veces se juntan, y ahí sí que seremos fácil presa de los intereses imperiales, pero no pasará”, aseguró. Después calificó como errores el decreto de esencialidad en la educación pública y el desalojo, “de noche y sin participación de parlamentarios”, del edificio del Codicen, y advirtió sobre la presencia de “provocadores individuales” en los hechos ocurridos ese día.
Por último, se mostró preocupado por los “intentos divisionistas” en el FA y en el PIT-CNT y dijo que se trata de “campañas que se explican en concepciones de un posfrentismo” hechas por “viejos conocidos en materia de dividir y destrozar organizaciones populares”. “Cuestionan el papel de los comités de base, el carácter de coalición y de movimiento del FA, y quieren terminar en un frente sin comités y con excluidos”, explicó. “Por allá, algunos abandonan el barco en medio de la tormenta y se refugian en sus organizaciones. ¿Desensillan hasta que aclare, mientras llevan a [Gabriel] Odonne a que les dé línea económica? Lo dudamos. Siguen obrando para dividir”, dijo Lorier, en clara referencia al dirigente de la Federación de Obreros y Empleados de la Bebida Richard Read, que pidió licencia del Secretariado Ejecutivo del PIT-CNT.