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Laura Valli y Bremen de Mucio en el coloquio “¿Violencia obstétrica en los servicios de salud? La humanización del parto y el nacimiento en Uruguay”, ayer en el Impo. Foto: Federico Gutiérrez

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Responsabilizan a instituciones de salud, de enseñanza y a los equipos de salud por la violencia obstétrica.

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Ejemplos de mujeres ninguneadas, no acompañadas y no escuchadas por los equipos de salud durante el trabajo de parto fueron referidos ayer en el coloquio “¿Violencia obstétrica en los servicios de salud? La humanización del parto y el nacimiento en Uruguay”, el último de un ciclo organizado por el Instituto de Psicología de la Salud de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República (Udelar) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS). Los panelistas fueron Bremen de Mucio, ginecoobstetra del Centro Latinoamericano de Perinatología Salud de la Mujer de OPS, Natalia Magnone, docente de la Facultad de Ciencias Sociales de la Udelar, Laura Valli, partera y directora de la Escuela de Parteras de la Udelar, y Carolina Farías, docente de Psicología de la Udelar.

De Mucio transmitió que se trata de “un tema capital” para la Organización Mundial de la Salud (OMS), que en 2014 emitió una declaración “para la prevención y eliminación del trato irrespetuoso y abusivo en los servicios de salud durante el parto”. Aclaró que de esa forma prefirió referirse la OMS al fenómeno, puesto que el término “violencia obstétrica” causaba rechazo entre los profesionales. Afirmó que es algo que ocurre en todos los países. Habló de un “currículum oculto” que durante la formación lleva implícito el respeto a un orden jerárquico y un autoritarismo que se reproducen luego en la relación del médico con el equipo de salud, del médico con el paciente y del equipo de salud con el usuario. “Negamos el tratamiento del dolor a la mujer mientras seguimos imbuidos en nuestro mundo, hablando de lo que hicimos el fin de semana”, graficó.

Magnone se refirió al trabajo del médico Roberto Caldeyro Barcia, quien a partir de la década de 1950 creó tecnologías que contribuyeron a la reducción de la morbimortalidad en el parto. Pero explicó que dos décadas después, Caldeyro Barcia advirtió del uso excesivo de intervenciones y de las consecuencias dañinas que provocaba, e hizo énfasis en la importancia del parto natural, la posición vertical y la libertad de movimiento para las mujeres. Magnone apreció que esos aportes ya no fueron tan bienvenidos. Puso ejemplos de violencia en el parto e hizo referencia al apuro y el miedo que le transmite el equipo de salud a la mujer en el parto, que no concluyen sino en cesáreas.

Valli reconoció la importancia del modelo biomédico en la reducción de la morbimortalidad, pero comentó que “el tema es el equilibrio entre modelo biomédico y psicosocial del parto”, y considerar la necesidad de la mujer. Con respecto a esa puja, sostuvo que “la lucha constante de profesionales en un proceso de atención del parto no es buena”. Expresó que “no sólo son contracciones, hay todo un sistema hormonal que se pone en juego durante el parto, que está estimulado o inhibido por las acciones del entorno físico y humano”.

Con todas las letras, Farías habló de violencia obstétrica, producto de un sistema patriarcal, de las instituciones y de la medicalización de la sociedad y, concretamente, del cuerpo de la mujer. Acusó que casi 50% de los nacimientos en Uruguay se producen por cesárea, cuando la OMS considera que no es justificable que se sobrepase el 15%. Dijo que en diferentes momentos del proceso de parto la mujer es dejada sola por un sistema que se empeña en cumplir protocolos. Cuestionó a las instituciones de salud porque no son las parturientas las protagonistas, sino el profesional y a los protocolos y los tiempos de guardia. Asimismo, criticó que se tenga que pagar por el parto al ginecólogo tratante, cuando “las recomendaciones de todos los organismos internacionales y nacionales indican que quien te sigue el embarazo debe atenderte; acá lo tenemos que pagar”.

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