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Tres es multitud

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La salud sexual y reproductiva de la mujer, la práctica profesional de los médicos y el lugar de los varones.

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Qué rol y cómo deben actuar los profesionales e instituciones de la salud cuando se trata de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, y qué lugar debe ocupar el hombre en ellos, son dos temas sobre los que aún queda un largo debate. En el segundo “Coloquio sobre ética, prácticas profesionales y derechos sexuales reproductivos”, coordinado por la Facultad de Psicología y la Organización Panamericana de la Salud, realizado esta semana, se trató el tema de la asesoría en anticoncepción y se reflexionó sobre cómo intervienen los profesionales para favorecer la elección del método anticonceptivo en las mujeres, cuestión que disparó las dos preguntas anteriores. Las respuestas que dieron especialistas en la materia convergen en que no hay una receta mágica, pero sí es necesario revisar algunas de las bases en las que se sustenta el abordaje sanitario uruguayo.

La responsable del Área de Salud Sexual y Reproductiva de la Administración de Servicios de Salud del Estado, Mónica Gorgoroso, planteó que se están implementando varias estrategias para modificar el accionar de los equipos de salud y promover la autonomía en la toma de decisiones. La doctora considera que no se puede perder de vista que existen “asimetrías” -de género, clase, nivel socioeconómico- en la relación entre la mujer usuaria y el médico, que terminan influyendo, explícita o implícitamente, en la decisión tomada. Según afirmó, hay que buscar que esas diferencias no se conviertan en una barrera y se pueda, “efectivamente”, brindar la información y atención que necesita cada mujer.

Señaló que los planes institucionales están enmarcados en esta perspectiva y que se trata de promover la formación permanente no sólo en anticoncepción, sino también en “cómo se percibe al otro como sujeto de derecho, la bioética, la confidencialidad”. Gorgoroso también considera imprescindible “escuchar más que hablar, y tomar contacto con la percepción que tienen los usuarios de lo que reciben del equipo de salud”, para tomar su opinión como insumo. “Hoy no sabemos cuántas consultas se realizan, ni cuál es la demanda insatisfecha”, dijo, y señaló que es una “debilidad institucional” porque no permite la planificación. A su vez, entiende que hay que discutir sobre el acceso a los métodos anticonceptivos en el caso de los adolescentes, con quienes “a las asimetrías se le suma que reproducimos cierto paternalismo”.

Por otro lado, destacó que es importante ampliar los horarios de atención, la disponibilidad de los métodos y generar un “acceso desmedicalizando a la prestación” -por ejemplo, para acceder a un preservativo en forma gratuita en una institución de salud se necesita una receta-, ya que se “transforman en barreras capaces de generar daños”. Todos son “cambios culturales muy difíciles de hacer, pero necesarios”, sostuvo.

Desde el ámbito de la psicología, Mónica Cortázar, docente de la Facultad de Medicina, enumeró factores que deben tomarse en consideración respecto de la interrupción voluntaria del embarazo (IVE): “Desde qué lugar estamos actuando y qué nivel de reflexión tenemos sobre los obstáculos, la idea de familia, maternidad, y sobre qué es lo mejor para esa usuaria en ese momento de su vida”, planteó. Reconoció que en el equipo de salud “muchas veces pasa” que “uno se identifica con aquellos que están próximos culturalmente, o que tienen la misma escala de valores”. “¿Qué sucede cuando la usuaria no corresponde con los modelos ideales que los profesionales tienen de mujer? […] Una postura que se escucha bastante es ‘ésa es su cultura’, como si [la usuaria] fuera de algún pueblo africano, no de aquí”, explicó.

Por último, dijo que hay una “tensión” entre la necesidad de involucrar a los hombres, por ejemplo en la IVE y la anticoncepción, y la defensa de los derechos de las mujeres. “Nos hemos concentrado tanto en las necesidades de las mujeres que los varones empiezan a ser una especie de obstáculo molesto. Especialmente los varones jóvenes pobres, que tienen esa mala costumbre de mostrarnos el patriarcado descarnado”, sentenció. “Esos varones quedan afuera del consultorio, pero no necesariamente el modo en que se deben incorporar es entrando al momento de la asesoría de la mujer.[...] Es una asignatura pendiente” encontrar el modo, consideró. Llegaron a la conclusión de que en Uruguay “hay que seguir trabajando” sobre estos temas.

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