El senador nacionalista Jorge Larrañaga, líder de Alianza Nacional, reconoció ayer en una cena organizada por la Asociación de Dirigentes de Marketing (ADM) que “quizá nos equivocamos en la reforma constitucional de 1996”. Acto seguido argumentó su parecer: “Yo la apoyé, pero no sé cuánto de eficacia tuvo para sanear a los partidos políticos. Los partidos tradicionales terminamos muchas veces pagando esa propia reforma constitucional, con la que tuvimos más dificultades porque, al eliminar la acumulación por sublema, terminamos fortaleciendo los agrupamientos políticos internos más fuertes, debilitando el conjunto y la fortaleza que a veces la pluralidad de candidatos generaba”.
Los comentarios de Larrañaga vinieron tras una intervención que hizo Francisco Gallinal, ex senador del sector, sobre la posibilidad de una reforma constitucional que impulsa el Frente Amplio (FA). A pesar de argumentar que la reforma de 1996 fue un error, Larrañaga afirmó que “no se puede andar haciendo un chicle de la Constitución según lo que le convenga a tal o cual partido”. El senador dijo que no cree que haya ni “ámbito ni ambiente para propiciar reformas constitucionales, porque todos van a terminar viendo esa reforma en función de cuánto pueden mejorar a su manera la normativa electoral”.
Larrañaga expuso durante cerca de 45 minutos ante un auditorio compuesto mayoritariamente por dirigentes de su sector. No todos: el senador y líder del sector mayoritario del Partido Nacional, Luis Lacalle Pou, se apersonó sonriente a la cita junto con algunos dirigentes de su bloque, como los senadores Luis Alberto Heber, Álvaro Delgado y Carol Aviaga, y el intendente de Florida, Carlos Enciso.
Así como Lacalle Pou busca ser la principal voz de la oposición, Larrañaga trata de rearmar su bloque, hasta ahora intacto, dándole una nueva orgánica mediante un “ejecutivo provisorio”, que estará compuesto por tres intendentes, cuatro senadores (Larrañaga, Carlos Camy, Guillermo Besozzi y Verónica Alonso) y ocho diputados.
Mientras Lacalle Pou habla de “década perdida” para referirse a los diez años de gobierno del FA, Larrañaga sostiene que el modelo de la izquierda está “agotado”: “Aportó lo que tenía que aportar, pero no puede aportar más. Está embretado en una disputa de fuerzas de la que no puede salir”. El senador se despachó con un discurso bastante abstracto, que en líneas generales apuntaba a construir un “modelo superador” de lo hecho por el FA, apostando a una “nueva política” que no puede ser impulsada únicamente en tiempos electorales. Para eso, el ex candidato a la vicepresidencia llamó a “fundar un nuevo proyecto”, que no es “ninguna obra de ingeniería electoral”, sino “algo más complejo y enriquecido”. El senador definió que ese espacio debe ser “republicano, socialdemócrata y centrista”. Para ello, sostuvo, es necesario convocar a “todo el arco opositor”, pero incluso también a “gente de la fuerza política [el FA] que actualmente está quedando atrapada por los radicalismos”.
Palo y palo
Como es costumbre, el senador dedicó buena parte de su exposición a criticar al gobierno, y a la hora de ser consultado sobre el “diálogo social” que anunció en conferencia de prensa el presidente Tabaré Vázquez, el senador aprovechó la oportunidad para demostrar cómo, a su entender, el gobierno ignora a la oposición. “¡Van a presentar el diálogo social y el principal partido de oposición no está enterado!”, exclamó el legislador, cuando se le preguntó por qué la oposición no había participado en la conferencia de lanzamiento de esta política. Según Larrañaga, el diálogo del gobierno es “entre ellos”. Ese “ellos”, explicó, se agota en el FA a nivel político y en el PIT-CNT a nivel social. “Ahí se termina todo. La mitad del país no se está involucrando. El resto no importa, o estamos equivocados. Así no se construye república”, afirmó.
No podían faltar en el discurso del Guapo las referencias a los “derechos y deberes”: “El FA vino con su agenda de derechos, y eso está bien”, sostuvo el senador, que, no obstante, dijo que si bien hay que “respetar los derechos conquistados, hay que incorporar la noción de deber”. Es que, argumentó, el país necesita una “revolución de valores”, ya que “tenemos dificultades para reconocernos a nosotros mismos como sociedad”. Luego incursionó en la filosofía parafraseando a Zygmunt Bauman: “Vivimos en una sociedad líquida, insustancial, en donde se aplaude lo superfluo”. Se trata, sostuvo, de una “sociedad de solitarios conectados”.