Es otro libro escrito por un ex tupamaro. Otro libro que narra desde la memoria detalles de acciones y pensamientos del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros. Otro libro que coloca el episodio de la extradición de los vascos y el hospital Filtro en la categoría de hito de la lucha popular. La experiencia tupamara: pensando en futuras insurgencias, de Jorge Zabalza, es todo eso y también una reflexión sobre las transformaciones ideológicas del Frente Amplio y sobre los resultados de los gobiernos “progresistas”, con un foco particular, marcado por la experiencia personal del autor: el papel desempeñado por José Mujica y Eleuterio Fernández Huidobro en todas esas historias.
Zabalza sostiene que hay dos hechos o procesos que dan la pauta de un quiebre ideológico en el Frente Amplio. El primero tiene lugar en los 90, con la asunción de Tabaré Vázquez como intendente de Montevideo: Vázquez cambia en lo departamental el horizonte de “Uruguay productivo” por el modelo de “neoliberalismo con políticas sociales”. “La práctica del gobierno municipal fue un ensayo de las políticas que impulsaría un gobierno nacional con el vazquismo como fuerza hegemónica. Por la vía de los hechos fue la cabecera de puente para la ‘renovación ideológica’ del Frente Amplio, eufemismo con el que se encubrió el recorte del programa y el corrimiento hacia el centro”, dice Zabalza.
En paralelo, con la muerte de Rodney Arismendi, “todo el Comité Ejecutivo del Partido Comunista, casi todo su Comité Central y todos sus parlamentarios abandonaron la lucha por el comunismo y pasaron a ser los principales sustentadores del progresismo y su modelo de ‘neoliberalismo con políticas sociales’. La cúspide del mayor aparato de izquierda se pasó, con armas y bagajes, a la socialdemocracia. Ya nada podría detener la metamorfosis del Frente Amplio y su nuevo rol amortiguador político de la lucha de clases”, señala.
Otro punto de quiebre es, en opinión de Zabalza, el episodio del Filtro. Desde su creación en 1989 y hasta entonces, el Movimiento de Participación Popular (MPP) se había involucrado “decididamente en todas las luchas sociales”. El “lacallismo creó las condiciones para la radicalización social y política”, en la que el MPP -“integrado al Frente Amplio pero ideológicamente afiliado a lo social y la acción directa”- comenzó a “cosechar lo sembrado por la militancia desde 1983”. “La ‘intención revolucionaria’ desarrolló considerable fuerza militante”, valora Zabalza.
Pero luego sobreviene el episodio del Filtro, en el que se manifiesta la tensión dramática de la historia y se explicita la puja entre dos fuerzas: la revolución y el pragmatismo socialdemócrata. Para el autor, lo sucedido en ocasión de la manifestación frente al Filtro, que concluyó con dos manifestantes asesinados por la Policía, dio cuenta de un “horizonte revolucionario, clasismo, combatividad y convocatoria de masas, proceso en curso ascendente que escapó al control de los aparatos partidarios”. “El peligro lo calibró de inmediato el sistema. Los partidos y la prensa de la derecha lanzaron una campaña contra los ‘radicales’. Empujado desde la reacción, el Frente Amplio procuró separar aguas de inmediato y atribuyó la derrota electoral de 1994 a las movilizaciones de los ‘insoportables’ que no se dejaban disciplinar”, sostiene Zabalza. Afirma que “los asesinatos policiales en Jacinto Vera atemorizaron a la gente, la horrorizaron, generaron el rechazo irracional a toda forma de lucha”.
Triunfó el pragmatismo, y con él la traición a la revolución -en una buena historia de guerra siempre hay traidores y héroes que adquieren esa cualidad cuando están muertos-, sintetizada en dos rostros: los del ex presidente José Mujica y el actual ministro de Defensa Nacional, Eleuterio Fernández Huidobro. “Tienen el poder de investigar y no lo hacen, prefieren mirar para el costado, hacerse los distraídos, mantener la verdad oculta y proteger a los responsables de la masacre de Jacinto Vera. ¿Por qué no investigan? ¿Qué les pasó?”, se pregunta Zabalza, quien acusa a ambos dirigentes de involucrarse en “la domesticación y el disciplinamiento del germen de rebelión”. “En este 2015 han quedado muy en evidencia las relaciones clandestinas entre oficiales de las Fuerzas Armadas y Eleuterio Fernández y José Mujica. Tampoco es noticia su producto, el pacto cívico militar para mantener impunes los crímenes de lesa humanidad cometidos por militares y policías entre 1968 y 1985”, continúa.
Después vinieron los gobiernos del Frente Amplio, y, con ellos, el auge del agronegocio y la inversión extranjera, la intensificación de la concentración de la riqueza, la pobreza infantil, la pobreza cultural, la segregación territorial. “La población empobrecida ha sido empujada hacia los barrios que rodean Montevideo, zonas que parecen trasplantadas del África pobre y están cuidadosamente separadas de las zonas donde los ricos viven como en el Primer Mundo”, señala Zabalza. Concluye que “el síntoma más grave de la degradación ética y moral de Mujica y Huidobro es la forma en que cumplen su compromiso de proteger a los criminales de delitos de lesa humanidad”, y entiende que han retomado la tesis del “nacionalismo revolucionario con las Fuerzas Armadas como partido de vanguardia”. “Son apóstatas, y si logran sobrevivir a sus conciencias, serán recordados por la historia como los Malinche del siglo XXI. Imperdonables”, finaliza. Más allá de la personificación del mal y la añoranza de los “gérmenes de rebelión” anteriores a 1994, hay pocas pistas que ayuden a pensar futuras insurgencias.