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Presencias y ausencias

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Hermana de Guillermo Sobrino testificó en Roma, en el juicio por el Plan Cóndor; Rey Piuma no se presentó.

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18 de diciembre de 2015, 9.30. En el Aula búnker de Rebibbia, sede de la Terza Corte d’Assise de Roma, donde se está desarrollando el juicio por el Plan Cóndor, se esperaba la declaración de Daniel Rey Piuma, ex marino uruguayo, que en 1980 desertó y cruzó la frontera con Brasil con cientos de negativos de fotografías escondidos en su ropa, material sacado clandestinamente del Fusna (Fusileros Navales), fotos de cadáveres y de torturadores. La documentación fue utilizada para redactar un informe para las Naciones Unidas y para Amnistía Internacional, y para el libro Un marino acusa. Rey Piuma, que ya había sido citado a declarar en noviembre y no se presentó debido a un ataque de pánico en el aeropuerto antes de salir de Holanda, donde reside, tampoco llegó esta vez, aduciendo nuevamente un problema de salud.

En cambio declaró, como estaba previsto, Graciela Sobrino Berardi, hermana de Guillermo Sobrino Berardi, desaparecido en Buenos Aires, el 22 de diciembre de 1977. Sobrino, militante del AMS (Agrupaciones de Militantes Socialistas) y de la UAL (Unión Artiguista de Liberación) en Argentina, había dejado Uruguay para salvarse de la persecución de la dictadura y fue secuestrado en la imprenta en la que trabajaba. Su hermana, Graciela, relató que el 22 de diciembre de 1977, cuando llegó a Buenos Aires con el hijo de Guillermo -su sobrino Pablo, de seis años-, para pasar la Navidad juntos, no encontró nadie que los esperara en el puerto y se puso a buscar a su hermano. Cuando llegó a la imprenta donde trabajaba recibió el testimonio del dueño del local, que contó que sobre las 10.00, en un operativo con un despliegue impresionante de fuerzas, un camión militar llegó y se lo llevaron. Sobre el secuestro de Sobrino está también el testimonio de Ruben Valls, compañero de trabajo, contenido en el libro A todos ellos: “Guillermo […] se dedicaba al trabajo en el taller y yo en ventas y administración. Nuestra intención era generar dos sueldos decentes y el resto volcarlo a la solidaridad con nuestro pueblo. El 22 de diciembre, me dirigía al trabajo, cuando al descender del colectivo, una vecina me salió al paso y me advirtió que de la Imprenta, hombres armados se habían llevado a mi compañero y había quedado gente, seguramente esperándome. […] fui directamente a las oficinas de ACNUR [Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados] a decir lo que estaba pasando y allí pedí refugio”. Varios testigos vieron a Guillermo Sobrino con vida en diferentes centros clandestinos de detención: COT I Martínez, Pozo de Quilmes, Pozo de Banfield; las últimas noticias acerca de él datan de mayo de 1978. Entre los testimonios que encontró la familia, a lo largo de la búsqueda, está el de Darío Correa, detenido en Uruguay en el Fusna en marzo de 1978, quien durante un interrogatorio le dijo a uno de los torturadores: “Yo fui el que le pegó un tiro a Sobrino”. Graciela contó que, detenida e interrogada en Montevideo después de los hechos, recibió la misma confidencia: “Yo le pegué un tiro a su hermano”.

Entre los documentos traídos por Graciela Sobrino sobresale un informe que la Armada de Uruguay le entregó en 2005 al entonces presidente Tabaré Vázquez, que relata una coordinación entre Fusna y Esma (Escuela de la Mecánica Armada) y las prefecturas navales de ambos países. En el mismo expediente aparece un anexo que contiene una declaración de Guillermo Sobrino redactada durante su detención en Argentina. “Esa declaración aparece en Uruguay y en ningún lugar está la explicación de cómo llegó, de quién la trajo a nuestro país”, añadió Graciela Sobrino.

Por la desaparición de Sobrino fueron condenados en Uruguay Gregorio Álvarez y Juan Carlos Larcebeau; a raíz de ese mismo juicio, Tróccoli se fugó de Uruguay y ahora está siendo juzgado en Italia.

“Quiero saber qué pasó con mi hermano, dónde están sus huesos; tenemos derechos a sus huesos y a enterrarlos -dijo Graciela-. Queremos verdad y queremos justicia, por eso recorrimos 16.000 kilómetros”. En conversación con la diaria, Andrea Speranzoni, abogado que defiende muchas partes civiles, entre ellas a Graciela Sobrino, dijo estar muy satisfecho con la declaración. Subrayó que “espera que el juicio no se alargue y que se llegue lo más pronto posible a una sentencia”, porque “ya se ha esperado mucho tiempo” para que se haga justicia.

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