-¿Por qué vuelven ahora, después de 12 años de silencio?
Stella Maris: -Después de que se terminó la banda, Harry, Maneco y yo seguimos con Rendher y nos había quedado algo del fantasma de Elefante. Luego seguimos en proyectos separados, pero nos dio la sensación de que había un espíritu que no habíamos logrado recuperar musicalmente. Maneco me lo propuso a principios del año pasado y yo creía que no daba. Un día me levanté y me dije: ¿por qué no? ¿Qué es lo peor que puede pasar? Que no funcione. Pero ¿qué significa funcionar? ¿El éxito? Eso es relativo. Entonces me convencí de hacerlo. Esa misma noche nos juntamos con Maneco en mi casa y al otro día nos encontramos con Harry. Ya el espíritu estaba ahí. Habíamos descartado la idea de que Choncho se sumara porque ya había dicho que no, y bueno, Bestia estaba muy lejos y no era viable. Entonces nos pusimos en campaña de conseguir batero y violero.
Harry: -Fui el último de los originales en enterarse y en seguida pensé en los dos que faltaban. En realidad, para mí son tres, no dos. Porque de los miembros originales están Bestia y Alejandro. Después vinieron Choncho y Maneco. Cuando escuché el nombre de Albana [Barrocas] para cubrir a Choncho dije que sí. Ella es una persona con la que quería tocar desde hace mucho tiempo, y de hecho en el primer ensayo ya era una locomotora. Ahí me terminé de convencer. Creo que Elefante está sonando incluso mejor que antes. Stella está cantando mejor, yo estoy tocando mejor. Todos evolucionamos como músicos y a la hora de interpretar los temas.
-Como banda de otra generación, ¿cómo ven la nueva escena musical uruguaya?
SM: -Hay un montón de bandas, pero me da la impresión de que está dividida en dos guetos. Por un lado, el mundo del metal, que siempre existe y siempre va a existir. Después está el otro palo, que es el del indie rock en sus distintas versiones. Lo que siento es que cuando desapareció Elefante dejó una brecha que ninguna banda ocupó. No digo que sea mejor ni nada de eso, simplemente que en su estilo no hubo otra banda. Me parece que están muy separadas esas dos corrientes. Después están las bandas que lograron posicionarse comercialmente. Son las bandas que la vienen piloteando desde hace 1.000 años.
-Hablando de eso, ¿qué destacarías de la escena de principios de los 2000 comparada con la de 2015?
SM: -En aquella época había una cantidad de bandas emergentes, y entre ellas estábamos nosotros. Pero casi todas desaparecieron, mientras que algunas personas siguieron con proyectos solistas, como Socio, de Loop Lascano. Todas mutaron a otras propuestas. Nosotros continuamos lo que pudimos. Hoy en día no encuentro que la escena sea demasiado atractiva para mi gusto. Igualmente es un país muy musical. De 100 personas 95 pasan por la música, tienen proyectos efímeros de fin de semana o lo que sea, pero siempre la música está ahí. Si lo comparo con aquella época, todos teníamos un espíritu un poco más teenager, más visceral. Hoy en día, con esta vuelta, buscamos la recuperación de eso. Todos necesitamos ese proyecto, esa banda que te hacía hervir la sangre. Buscar la esencia de donde salimos y recuperarla.
-¿Cómo describirías esa esencia?
SM: -Absolutamente espontánea. Nosotros componíamos así. Pocas veces veníamos con algo armado de nuestras casas. Íbamos a una sala y las canciones nacían a partir de una zapada, de algo muy visceral que traíamos adentro y escupíamos. En base a eso se formaban las canciones.
-Haciendo una pequeña retrospectiva, ¿cómo viviste la experiencia de grabación de los dos discos?
SM: -Una de las cosas que más disfruto de hacer música es la etapa de laboratorio y estudio. Es lo más íntimo y lo que más te reencuentra con tu ser interior y tu ser creativo. Elefante I lo hicimos en un estudio, con un paquete determinado de horas. Usamos muchas para grabar y nos olvidamos de que había que mezclar. Por eso el producto final no era lo que queríamos. Si ese disco lo grabáramos hoy en día no sería igual. En Bazar lo que hicimos fue componer al mismo tiempo que grabábamos y producíamos. Nos llevó nueve meses y lo hicimos en el local de la madre de Bestia, que era un bazar donde ensayábamos. Al fondo había una habitación, pasabas por todas las tacitas, las plantas artificiales y todo eso. Fueron dos procesos muy diferentes.
-¿Qué creen que le puede aportar Elefante a la escena actual?
SM: -Lo mismo que le aportó siempre. Elefante siempre tuvo eso de que los componentes, con todo lo que agregábamos individualmente, generaban una mezcla única. Yo no recuerdo una banda acá que haya sonado así. Ni en disco, ni en vivo. Creo que venimos a buscar lo mismo. No venimos a ser la banda original, sino a hacer nuestra música. Pero si lo mirás desde afuera, objetivamente, viene a ocupar el lugar de algo que no existe.
H: -Para mí la música ha evolucionado desde aquella época. Se canta mejor, se ladra menos. Todo suena mejor. Está lleno de productores. Vos vas a ver una banda y todas suenan bien. Lo que no ves, por lo general, son buenas ideas. La música evolucionó para un lado, pero todavía tiene la misma carencia eterna. La falta de ideas. Si tenés buenas ideas, no importa cómo suene, si tocás mal o bien.
-¿Siguen zapando?
H: -Sí, pero muy poco. No sé, no pintó.
SM: -Lo que pasa es que el tiempo que tenemos ahora es para limar los temas. Zapamos de otras formas. Yo sí zapo mucho. Él pone bases, yo agarro el micro, me tomo una grappamiel y largo cosas.
-¿Qué se puede esperar de este show de regreso?
SM: -Lo que armamos para la fecha es un revival de dos discos muy diferentes: Elefante I y Bazar, vueltos a tocar 12 años después con otro sonido. Yo le llamo una recuperación de espíritu. Es desenterrarlos. Elefante I es víscera absoluta y Bazar es quizás un poco más de estudio, más collage, generador de climas con canciones fuertes y más formato electrónico. Es levantarlos y llevarlos al escenario 12 años después, con las mismas personas y el mismo corazón. Tenemos varias canciones nuevas en las que estamos trabajando, pero nos pareció que no era bueno apurarse.
-Justamente te iba a preguntar si éste era un show aislado o un reflote hacia algo más.
SM: -Se está dando así. El quinteto ahora se junta puntualmente a ensayar las canciones porque estamos contra reloj. Pero hay mucha cosa. Albana también hace sus cosas y manda ideas todo el tiempo por mail. Hay mucho por desarrollar, pero todavía falta para mostrarlo. En nuestra cabeza no está que esto sea un encuentro puntual, es un puntapié.
-En la actualidad hay un descreimiento hacia la escena que se gestó en los 2000. ¿Por qué crees que sucede?
SM: -Me da la impresión de que el músico es muy ambicioso, muy pretencioso. Vos ves a un artesano que está haciendo algo y lo goza y disfruta sólo porque está haciendo lo que le gusta. Pero el músico siempre está buscando el éxito, siempre está buscando el reconocimiento, que la gente lo quiera. Todos buscamos eso. Pero si no lo encuentran se frustran. No disfrutan por el hecho de crear canciones. Por lo menos en esta ciudad hay una pose muy grande con respecto al arte-música. Y acá es muy a pulmón: tenés que laburar ocho horas y ensayás y componés el tiempo que te queda. Además, tenés que comprar instrumentos. Si no le tenés amor, termina convirtiéndose en una pesadilla.
-¿Qué ven en el futuro de la banda?
H: -Primero el reencuentro con los temas viejos y empezar a hacer material nuevo. Queremos continuar lo que había quedado. Ya hay ideas y todos tenemos ganas de hacerlas. Tocamos ahora en la Zitarrosa, pero el 17 de julio volvemos a tocar en Bluzz Live. La idea es seguir tocando. Las puertas se abren y todo el mundo le dice que sí a Elefante. Tenemos muchas ganas de tocar. No creo que salga un disco este año, pero las ganas las tenemos.