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Casos de nietos recuperados y desaparecidos llegaron a juicio por el Plan Cóndor en Roma.

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“Yo quisiera, ante este Tribunal, dejar constancia de que el 30 de setiembre de 1976 en la ciudad de Buenos Aires, en Automotores Orletti, estaban vivos María Emilia Islas de Zaffaroni, Jorge Zaffaroni, Victoria Grisonas de Julien, Mariana Zaffaroni, los hermanos Julien y una ciudadana paraguaya que nunca identificamos. Gracias”. Con esas palabras Beatriz Barbosa terminó, el viernes, su testimonio delante de la III° Corte d’Assise de Roma, en el juicio por el Plan Cóndor. Su emoción se vislumbró cuando pronunciaba esas frases, mientras que a lo largo de su declaración fue muy firme y prolija en detallar los hechos.

Secuestrada el 30 de setiembre de 1976 en Buenos Aires, donde residía desde 1974 en forma legal, fue detenida en la calle por individuos del Ejército uruguayo y la Policía argentina. Fue introducida en un auto de forma violenta, tirada en el suelo en la parte posterior del automóvil. Ante sus preguntas, alguien desde el asiento delantero le levantó la cabeza de los pelos y le mostró su cédula uruguaya: “No te hagas la tonta”, fueron sus palabras. Después, el santo y seña de Orletti, “Ábrete sésamo”, y una cortina metálica que sube crujiendo siniestramente. Barbosa fue introducida en una habitación. Encapuchada y maniatada escuchó la voz de una niña que pregunta “¿Ésa quién es, mamá?”. “Es la tía Beatriz”, contestó una mujer que de inmediato Barbosa reconoció como María Emilia Islas, su compañera de militancia.

Después de 39 años, la tía Beatriz y aquella niña, Mariana Zaffaroni, declaran en el mismo juicio en contra de los represores acerca de la desaparición de los padres de Mariana y de otros militantes del Partido por la Victoria del Pueblo (PVP). Sentada en la sala donde se desarrolla la audiencia, Mariana escuchó a Barbosa relatar aquel encuentro en Orletti, del cual no tiene memoria. “Fui apropiada por Miguel Ángel Furci y su esposa Adriana González. Falsificaron mis documentos, registrándome como su hija. Cambiaron mi nombre y fecha de nacimiento. Yo fui Daniela Romina Furci y viví con ellos muchos años creyendo ser su hija. A raíz de la búsqueda que hizo mi familia biológica con la asociación Abuelas de Plaza de Mayo, me localizaron en 1984. En 1993 me realicé el examen de ADN que me restituyó mi identidad. Furci y su esposa fueron condenados por falsificación de documentos y apropiación”. Zaffaroni se refiere también al plan sistemático, un procedimiento organizado y metódico de apropiación de bebés de detenidas, por el cual el Tribunal Oral Federal Nº 6 de Buenos Aires emitió un veredicto el 5 de julio de 2012.

Carla Artes es otra nieta recuperada que vino a declarar a Roma. Fue secuestrada en Oruro, el 2 de abril de 1976, junto a su madre Graciela Rutila Artes, dirigente estudiantil. Carla tenía nueve meses: su mamá fue transportada al Departamento de Orden Político de Oruro y ella, introducida en un orfanato bajo el nombre de Nora Nentala. Después de cuatro meses las dos fueron reunidas y trasladadas a Argentina, donde terminan en Automotores Orletti. Es allí que la vida de Carla se topó con la de Eduardo Alfredo Ruffo, integrante de la Secretaría de Informaciones del Estado y de la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A). Él y su esposa, Amanda Beatriz Cordero, se apropiaron de la niña y la inscribieron como hija biológica con el nombre de Gina Amanda Ruffo. Hasta el 25 de agosto de 1985, día en que Carla se reunió con su abuela Matilde Artes Company, la niña vivió maltratos y abusos sexuales por parte de su apropiador Ruffo: “El 24 de agosto hay un operativo en la casa donde estábamos con Ruffo y el resto de la familia. Ellos son detenidos y yo llevada al juzgado 5 en el Palacio de Tribunales. El juez es el que me restituye el nombre y mi historia y paso de llamarme Gina a Carla. Esa noche conozco a mi abuela Matilde y empiezan mis días de libertad”.

Estela de Carlotto concluye las acciones de la mañana con una larga declaración sobre su historia, la de las Abuelas de Plaza de Mayo, el trabajo incansable de casi 40 años, el funcionamiento de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad. Habla también de casos específicos, como el de los hermanos Julien y de Aída Sanz y su hija Carmen Gallo Sanz: “Encontramos 116 nietos, no todos vivos. Falta encontrar todavía 300. En algún lugar de Argentina o del mundo están. Son desaparecidos vivos. El 5 de agosto del año pasado encontré a mi nieto Guido vivo. Pero sigo yendo todos los días a Abuelas a trabajar para encontrar a los que faltan, y tengo la pretensión humilde de encontrar otros y hablar de lo que pasó, porque la violación de los derechos humanos afecta a todos”. Después de su testimonio, De Carlotto habló con la diaria acerca del final feliz que tuvo su historia personal: “Yo nunca perdí la esperanza de encontrar a Guido. He tenido momentos de debilidad, pero sabía que había nacido y en algún lado estaba. Mientras tanto encontrábamos otros. Cuando la jueza me dijo que habían ubicado a mi nieto me vino un baño de luz. Yo lo buscaba parecido a Laura y él se parece mucho a su padre. Es un chico buenísimo, músico, criado en el campo con la naturaleza, sencillo. Él esta bien, tiene muchos proyectos y nosotros lo mimamos mucho”.

En la conclusión de la audiencia, la jueza Evelina Canale comunicó el nuevo calendario de las audiencias, modificando algunas fechas y agregando otras, y decidió reducir la lista de testigos admitidos a declarar, invitando a todas las partes a limitarse a testigos que puedan aportar pruebas directas sobre los casos en examen. La próxima audiencia está fijada para el 24 de setiembre.

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