Datos actualizados hasta 2014 sobre la población afro serán presentados hoy por el Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres) como parte de la celebración por la entrega de premios Amanda Rorra en la sala Mario Benedetti de la Asociación General de Autores del Uruguay (AGADU), que se da en el marco del Día Internacional de las Mujeres Afrolatinas, Afrocaribeñas y de la Diáspora, celebrado cada 25 de julio. Este año, la premiación recuerda la proclama del Decenio Internacional de los Afrodescendientes expedida por la Asamblea General de Naciones Unidas y reconoce a las mujeres que han contribuido en forma destacada en la promoción de los derechos de las y los afrouruguayos.
Un espejo
El 11,5% de la población uruguaya se autopercibe como afrodescendiente. De esta población, 20% está por debajo de la línea de pobreza, mientras que en el caso de las personas no afro esta proporción se reduce a la mitad, según la información estadística analizada por Inmujeres a la que accedió la diaria.
A su vez, la tasa de desempleo representa el doble para las mujeres afro que para las que no lo son.Si bien de 2006 a 2014 la tasa de desempleo de mujeres afrodescendientes bajó de 19% a 14%, ésta sigue siendo alta en relación con la de varones afro, que pasó de 10% a 7%, y de mujeres no afro, cuyo desempleo pasó de 13,5% en 2006 a 7,7% en 2014.
En la misma línea, los hogares monoparentales femeninos afro son más (13,5%) que los encabezados por mujeres no afro (10%) y “presentan riesgos sociales enormes debido a las dificultades de inserción laboral de las mujeres jefas de éstos”, señala el documento. Frente a esta realidad de desigualdad social, de género, etnia y raza, la directora de Inmujeres, Mariella Mazzoti, señaló que tienen intención de “potenciar soluciones habitacionales [para esta población] articulando con la política general de vivienda que lleva adelante el Ministerio de Desarrollo Social, dirigido a mujeres víctimas de violencia, en el marco de una protección integral”.
La jerarca consideró que la sociedad uruguaya “no está totalmente consciente de la situación de desigualdad específica que viven las mujeres afro” y evaluó que la variable étnico-racial “determina que haya un grupo mayoritario que está en situación de vulnerabilidad socioeconómica”, situación que es necesario “visibilizar y revertir” a través de “sensibilización, fortalecimiento de organizaciones sociales de lideresas en los departamentos con mayor población afro -especialmente al norte del país-, y difusión de esta realidad, con el objetivo de que las distintas políticas públicas y organizaciones sociales incorporen la preocupación por la desigualdad étnico racial, muy oculta todavía”.
Respecto al cumplimiento de cuotas para afrouruguayos en ámbitos educativos y laborales, Mazzotti remarcó que “todavía no se han logrado cubrir los cupos previstos por la ley” y que, si bien Inmujeres no tiene competencia para dar seguimiento al cumplimiento de la normativa, el departamento de Mujeres Afro relevará la implementación de la cuota afro en programas sociales como Uruguay Trabaja.
El informe de Inmujeres advierte que 20% de las mujeres afro ocupadas están insertas en el trabajo doméstico, “un dato más que refleja la escasa movilidad socioeconómica” de esta población a lo largo del tiempo, ya que “ésta es una ocupación histórica dentro de este colectivo”.
De 2006 a 2014 se registra un aumento de mujeres afro con educación terciaria: de 7,6% a 11%, pero sigue siendo un porcentaje muy inferior respecto a las mujeres no afro, que es más del doble y pasó de 18% a 23% en los últimos ocho años. En ambos casos, el porcentaje de mujeres con nivel educativo terciario es mayor al de los varones. Hacia 2014, los varones afro con educación terciaria representaban 8,2% del total, mientras que en los no afro el porcentaje es de 17,2%. El porcentaje entre mujeres afro y no afro que tienen educación secundaria es igual: 45%, mientras que en los varones roza el 50%.
Desde Inmujeres señalaron que en los niveles educativos alcanzados por la población afro y no afro “existe cierta herencia entre las generaciones”. Es decir, la brecha de educación entre la población afro y no afro “persiste al comparar el nivel educativo de los padres con el de sus hijos”, lo que revela “una desventaja social que enfrenta la población afrodescendiente en materia educativa”.
“Estos indicadores evidencian la incidencia de la racialidad como condicionante para el desarrollo humano sobre la clase social, entre otras variables”, añade el documento. Una situación que afecta especialmente a niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres afrouruguayas, a quienes “la desigualdad estructural que cruza toda sociedad capitalista” se ve “consolidada por dos ejes transversales como son el patriarcado y el racismo, conformando un cuadro complejo de vulneraciones de derechos”, concluyó Mazzotti.