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Mario Bergara, ayer, en la sala Bonet de la Asociación de Despachantes de Aduana del Uruguay. Foto: Iván Franco

La historia de otra inundación

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Bergara justificó acciones del BCU ante la entrada de dólares en 2011 y consideró que la depreciación del yuan “no es preocupante”

Como si se tratara de un cuento, el presidente del Banco Central del Uruguay (BCU), Mario Bergara, relató ayer a despachantes de aduana el origen de la última crisis mundial a partir de un boom hipotecario en Estados Unidos, justificó las previsiones tomadas por la autoridad monetaria local para enfrentarla y los cambios de rumbo producto de una progresiva vuelta a la normalidad de las condiciones financieras mundiales, ya visible a mediano plazo. No le dio mayor trascendencia a la depreciación del yuan y aseguró que la política monetaria contractiva se mantendrá mientras la inflación siga siendo alta.

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Lo que ocurre a nivel mundial desde 2008-2009 en materia económico-financiera responde básicamente a dos factores, según Bergara: la debacle financiera de Estados Unidos, que provocó un “brutal abatimiento del dólar” y la “emergencia de los países emergentes”, que se ha traducido en una creciente demanda de productos estandarizados, más conocidos como commodities. Según explicó Bergara en el desayuno organizado por la Asociación de Despachantes de Adana del Uruguay, al hacer implosión el sistema financiero de Estados Unidos, se generó un agujero de liquidez al que la autoridad monetaria local conocida como Reserva Federal (Fed) respondió con una política monetaria expansiva, inyectando dólares al mercado. En poco tiempo, la economía mundial pasó de tener 150 billones de dólares en circulación a cuatro trillones, y como consecuencia se debilitó el dólar como moneda. “Es como si en poco tiempo se triplicara la cantidad de papas en el mercado; es obvio que su precio va a caer. En este caso es lo mismo”, acotó Bergara.

Otro mecanismo por el que optó la Fed fue comprar activos de baja calidad, lo que en economía se conoce como aflojamiento monetario -“algo así como acciones de bancos quebrados”, ilustró el presidente del BCU-. “La incertidumbre y los riesgos incorporaron primas que hicieron que los precios globales se dispararan”, continuó, algo natural si la unidad de medida de éstos se debilita. “Me acuerdo, entonces, de que muchos decían ‘qué disparate cómo baja el dólar’ y ‘qué suerte que los precios de los commodities suben’, sin tener en cuenta que ésas son dos caras de una misma moneda, porque si, por ejemplo, el metro [como unidad de medida] se redujera, todos mediríamos más”, agregó.

Pero a la presión de los altos precios de los commodities se sumaba la creciente demanda de China, que iba camino a la consolidación como potencia mundial. “La emergencia de los emergentes abrió mercados, y ante la inundación de dólares y las tasas de interés cercanas o iguales a cero, el sistema financiero -que es muy creativo- empezó a especular, buscando alternativas de estabilidad financiera”, y esto provocó lo que se conoce como “financiarización del dólar”, que operó como “combustible financiero” en una economía mundial que, a esa altura, ya era altamente inflamable.

“Muchos nos favorecimos, sobre todo los que brindábamos climas de negocios confiables”, reconoció Bergara, en referencia a una “magnitud importante” de capitales que a principios de esta década entraron al país en busca de oportunidades especulativas -“como alguien que va al casino todos los días”- y sin la finalidad de financiar inversiones de largo plazo. No obstante, Uruguay no fue uno de los grandes receptores: “En la región había una gran aspiradora que era Brasil, un país enorme que en ese entonces crecía al 6% y además tenía el investment grade, por lo que era esperable que atrajera todos los capitales especulativos”, aseguró. A partir de 2011, sin embargo, el escenario cambió y se hizo muy rápidamente más incierto y más especulativo en el corto plazo, y eso provocó la salida de estos capitales del país vecino, que empezaron a buscar en sus costados un destino alternativo.

Una pequeña parte de esos capitales llegó a Uruguay y generó una inundación de capitales de corto plazo que a mediados de 2013 motivó un “cambio de instrumentos” en la política monetaria, que entonces procuraba “evitar un desplome de la moneda nacional”. “Aumentamos encajes monetarios y también los marginales a los depósitos, e impusimos una norma de fondos inmovilizados, que es una especie de encaje para los tenedores no residentes de títulos públicos”, ejemplificó Bergara en referencia a las medidas que se encontraron para hacer menos rentable para los capitales del exterior el ingreso de corto plazo en el terreno financiero. A esto se sumaron la tendencia a la desdolarización de la deuda pública, una corrección en la conducta de los bancos y la modificación en los créditos de las familias, que optaron por financiarlos en moneda local.

Poco tiempo después, sin embargo, la Fed dio al mercado la señal de que se iba a empezar a desmantelar la política económica expansiva que regía hasta entonces. “Si bien llevó un tiempo, el anuncio bastó para generar un impacto que provocó casi inmediatamente un cambio de tendencia. ¿Sorpresivo? De ninguna manera. Todos sabíamos que ni el dólar ni las tasas de interés iban a estar por el suelo toda la vida, por eso optamos por frenar la entrada de capitales”, justificó. Los precios de los commodities también empezaron a bajar, pero eso “también era previsible” según Bergara, que sostenía que “son dos caras de la misma moneda”.

De vuelta a la normalidad

“Gracias a la flexibilización de la administración del tipo de cambio, pudimos pasar gradualmente por ese aumento del dólar. Con otros regímenes, como el tipo de cambio fijo, la ‘tablita’ de los años 80 o las bandas de flotación de los 90, esto no se habría podido hacer, porque cuando los cambios son abruptos no hay manera de de administrarlos para una economía pequeña”, observó Bergara, quien aseguró que al día de hoy, con el régimen flexible, “el tipo de cambio está siendo llevado por el sector privado”.

La cuantiosa venta de dólares que realiza la autoridad monetaria a efectos de “evitar volatilidades excesivas” se explica “en los mismos términos que las compras de dólares que hicimos en 2011, pero en la dirección contraria”, dijo Bergara, quien, consultado sobre los costos fiscales de este mecanismo, sostuvo que son equivalentes a los intereses pagados por la colocación de letras de regulación monetaria que permitieron la compra de dólares. “Ahora que estamos deshaciendo eso, estamos teniendo una ganancia patrimonial. No es el objetivo del BCU ni del gobierno ganar plata con la especulación del tipo de cambio, pero es lo que está sucediendo: nosotros los compramos a 19 y ahora los vendemos a 28,5”.

El “éxito” de la operación se ve, por ejemplo, en que “mientras que la depreciación del dólar llegó a 50% este año, la real [que quita el efecto inflacionario] no llega a 25%, lo que significa que no fue trasladado en mayor medida a las presiones inflacionarias”, sostuvo el presidente del BCU, quien aseguró que mientras la inflación siga siendo “alta”, no se va a alterar la política monetaria, porque se está “balanceando objetivos”.

Bergara no le dio mayor mayor trascendencia a la actualidad de la economía china, la principal compradora de las exportaciones locales, que depreció su moneda 2% la semana pasada. Dijo que China ha acumulado un trillón de dólares de los cuatro que circulan en el mundo y que esto “garantiza que va a ir regulando el valor de su moneda”. “Yo creo que los chinos no van a hacer de esto un juego financiero, es sólo que la apreciación del dólar iba a llegar ahí también”, afirmó. Consideró que “está bien” tomar el yuan como referencia, pero “no hay que sobrerreaccionar”, porque hasta ahora la depreciación “ha sido modesta”.

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