El pasado jueves la Ministra Muñoz anunció que el próximo 15 de Octubre se realizará la convocatoria a un segundo Congreso Nacional de Educación que tendrá lugar en 2016. Hoy el escenario es muy diferente que el de hace diez años cuando se inició la preparación del primer Congreso. La esperanza y ganas de debatir que eran mayoritarias en 2005 y 2006 han sido sustituidas por la crispación y el enfrentamiento.
Pero la educación del país precisa un proyecto de largo plazo que sea construido de forma participativa, un nuevo Congreso, bien organizado y con reglas claras desde el principio, puede ser una oportunidad para conseguirlo.
Un repaso de como se llego a la situación actual nos ayudará a presentar algunas claves que son necesarias tener en cuenta si se quiere verdaderamente una transformación global de la educación del país.
El primer gobierno de Vázquez convoco a un Debate Educativo, instaló una Comisión Organizadora y realizó un Congreso Nacional de Educación. En diciembre de 2008 una nueva Ley de Educación culmino una etapa y abrió otra. Más allá de las diversas críticas que se pueden hacer a como se implemento y que efectos tuvo. La señal de convocar a la participación para debatir sobre educación fue inequívoca.
Aunque tiene sus severos críticos, la nueva Ley de Educación constituye en diversos aspectos un avance significativo con respecto a la Ley de Emergencia de Educación del primer gobierno de Sanguinetti.
Desde diciembre 2008 hasta octubre 2011 algo estaba claro, había que implementar la nueva Ley. En octubre de 2011 una mateada entre Mujica y Larrañaga cambió el rumbo. Se inicio una etapa de acuerdo cupular, que tuvo su punto más alto en febrero de 2012, con la firma por parte del Presidente Mujica y los líderes de todos los Partidos Políticos de un “Acuerdo Nacional de Educación”. Pero las unanimidades en educación de las cúpulas partidarias duraron poco, en junio de 2012 el Partido Nacional, ya con un cálculo electoral bajo del brazo, denunció el acuerdo.
Desde fines de 2012 hasta hoy, la educación del país y sus entes autónomos están huérfanos de un marco político general en el cual se pueda construir un proyecto transformador global. Proyecto que respetando las autonomías, busque orientar las muchas acciones de transformación que actualmente se dan en la educación pública y catalice las muchas otras que se tienen que dar.
Algunas claves de la transformación global pasan por entender que para lograrla no hay atajos ni soluciones mágicas. Pasan por reconocer como dice el contador Enrique Iglesias en sus Reflexiones (2015) que “los problemas son estructurales porque se vinculan a la matriz histórica de nuestro sistema educativo” y que “el esfuerzo necesita ser nacional, profundo y sostenido”. También pasan por dejar de buscar culpables y ponernos todos a pensar que podemos aportar desde nuestro lugar.
El actual gobierno tiene con la educación una posibilidad y responsabilidad muy grande, si logra encausar un Congreso fructífero que inicie un camino de transformación global habrá hecho una gran tarea. Para hacerlo debe convocar a todas las voces y debe ser capaz de articular un esfuerzo nacional por la educación, que trascienda a su período gobierno. Un acuerdo que integre a amplios actores de la sociedad, pero se ancle principalmente en los actores concretos de la educación del país, los docentes y los estudiantes.