¿Cómo ves el desarrollo del cooperativismo en Uruguay?
-Con mucho retozo. En estos momentos, estando todos como estamos, en una encrucijada donde parece que hay que elegir un modelo de gestión, de desarrollo y un modelo de vida, el cooperativismo empieza a ser una de las alternativas. ¿Qué es lo que suele ocurrir con el cooperativismo? Que, casualmente, suele ser una de las alternativas más buscadas cuando las cosas no van bien, o, al menos, tan bien como nos gustaría que fueran. Pero también me han mostrado muchas personas vinculadas al cooperativismo de aquí su preocupación porque cuando llegan las épocas de bonanza económica, muchos miembros suelen abandonar las cooperativas. Desde Mondragón decimos que si estando mal has conseguido sobrevivir, estando bien puedes conseguir cosas mucho más importantes que si estuvieras solo. Ahora mismo, el reto del cooperativismo uruguayo es consolidarse como un movimiento real, no como algo que se ve como una alternativa rara que sólo aparece de cuando en cuando. Hay grandes condiciones, y muy importantes, para que eso suceda en Uruguay. Porque tienen cooperativistas que de verdad lo son, de corazón, y cooperativas que empiezan poco a poco a ser organizaciones que funcionan de una manera que muchas no-cooperativas envidiarían. Ahora, lo que toca es lo siguiente: decir “oigan, estamos aquí y somos una alternativa real para quien quiera pensar en otro tipo de fórmulas de organización y de empresa”.
¿Cuál ha sido la principal fortaleza del grupo Mondragón?
-Somos un modelo basado en haber ido dando respuesta a necesidades. Hemos ido creciendo en torno a nuestras propias necesidades. Mondragón tiene cooperativas, pero también tiene entidades de finanzas y aseguradoras. ¿Por qué las tiene? Porque según se ha ido desarrollando, vio que le hacían falta ese tipo de estructuras. Entonces Mondragón ha ido desarrollándose en función de las necesidades que ha ido encontrando hasta ahora. También es un modelo de intercooperación. Uno de los ejemplos de la intercooperación que solemos tener es ayudarnos en épocas de vacas flacas. Por ejemplo, ahora que nos ha sacudido una crisis muy fuerte, una de las empresas más importantes, emblemáticamente hablando, cayó. Estamos hablando de Fagor Electrodomésticos. El grupo Mondragón y las cooperativas participaron a la hora de reubicar a los trabajadores, con el fin de que no hubiera un crecimiento del desempleo.
¿Cómo fue esa respuesta ante la caída de Fagor Electrodomésticos?
-Fagor Electrodomésticos nos dio la peor de las noticias que nos podía dar hace tres años. Ocurrió que la empresa no estuvo bien gestionada, en palabras de muchos de sus ex trabajadores; una cooperativa no es inmune a la mala gestión. Pero además, estaba inmersa en un sector demasiado maduro, que dependía de la construcción, que en España bajó mucho. Si tienes factores externos que no te hacen un favor, y te haces factores internos que no has gestionado de la manera que tenías que haber gestionado, ¿cuál es el resultado? El resultado no puede ser bueno. Fue un golpe duro para el cooperativismo, porque era la cooperativa embrionaria del resto de las cooperativas. Mondragón y el cooperativismo recibieron muchas críticas; sin embargo, no vi ningún tipo de retracción de varios medios y de varios críticos del cooperativismo cuando Mondragón empezó a ubicar poco a poco a esta gente que estaba en desempleo. No vi que dijeran que el cooperativismo había dado una lección de cooperativismo. Fagor Electrodomésticos, si hay otra cosa que demostró, al margen de la gestión y la realidad de la empresa, es que el cooperativismo tiene muchos enemigos y es incómodo para muchos. No estamos aquí para ir contra otros movimientos, sino para desarrollar el nuestro. Y, al menos, pido que nos dejen en paz en ese sentido. Estamos respetando escrupulosamente a otro tipo de empresas o ideas económicas. Eso es algo que al menos en el cooperativismo existe. Tanto entre miembros de las cooperativas como hacia afuera. Pido que hagan lo mismo.
¿Puede haber espacio para la intercooperación en Uruguay?
-Sí, pero las cooperativas tienen que decidir ir de la mano. Lo que tenemos que decidir cada vez que queremos intercooperar es si estamos dispuestos a ir de la mano con alguien. Veo que hay muchas cooperativas, pero no todas cooperan ni se conocen entre sí. Ya es hora de que comiencen a conocerse un poco más. Uruguay no es un país demasiado grande en términos de habitantes, etcétera, y es un gran país para muchas cosas. Puede ser un gran país para el cooperativismo si es que las cooperativas empiezan no sólo a conocerse, sino a colaborar entre sí.
¿En qué áreas el cooperativismo puede ser pionero en la innovación?
-Principalmente, en innovaciones de organización. En temas de innovación tecnológica puede estar delante o detrás de una empresa no cooperativa. Donde de verdad tenemos margen es en la organización, en innovaciones no tecnológicas que implican a nuestra manera de organizarnos y de establecer relaciones internas entre los trabajadores.
En Uruguay el movimiento cooperativo suele tener mucha afinidad con la izquierda. ¿En España se da una situación similar?
-Esa es una mirada que no sólo se da en Uruguay. Por diferentes motivos, podría decirse que puede ser de izquierdas o de derechas. Pero yo prefiero salirme de esas definiciones y decir que el cooperativismo es cooperativista. Lógicamente, no soy capaz de ponerle a un movimiento humanitario un sombrero de izquierdas o un sombrero de derechas. Creo que tenemos que ser más respetuosos con las múltiples ideologías que pueden convivir en una cooperativa. No le haría gracia a una persona de derechas o que puede estar votando a un partido de derechas que le dijeran que su cooperativa es de izquierdas, o viceversa.
¿Crees que el Fondo de Desarrollo (Fondes) es una herramienta útil para contribuir al desarrollo del cooperativismo?
-Partimos de realidades diferentes. Mi opinión tiene que ser tomada de una manera delicada. Creo que el Fondes tiene mucho trabajo que hacer; en ese sentido, tiene unos retos increíblemente estimulantes, y creo que puede ser una herramienta buena para el cooperativismo, pero siempre que el cooperativismo lo utilice como una herramienta, y no como algo de lo que vivir.
Aquí también hay sectores que han cuestionado mucho a la autogestión, acusándola de ser un mecanismo ineficaz. ¿Cómo se puede responder a esas críticas?
-Yo no criticaría nunca a priori una iniciativa. Me puede parecer mejor o peor, pero nunca la criticaría. Primero hay que darle el beneficio de la duda. Lo que pasa es que cuando lo criticas a priori parece que hay una especie de interés creado, previo, incluso no muy positivo, para que una iniciativa fracase. Enfocaría el tema al revés: si queremos realmente tener éxito y que nadie esté realizando ese tipo de críticas, a aquellos que tengan un proyecto autogestionado hay que darles herramientas para su formación y facilidades para su formación en gestión, que aprendan al menos cómo gestionar una organización. A partir de ahí, serán ellos y su gestión quienes realmente van a poder marcar un antes y un después, y callarán bocas o no.
¿Hay negocios que pueden no ser aptos para organizarse en una cooperativa, como las aerolíneas?
-Muchas veces no sabes hasta dónde es el punto de vista del negocio o del sector en el que opera la empresa el que puede fallar, o si es la gestión de esa cooperativa. En ese sentido, creo que no hay sector que no sea apto. Luego puede haber sectores que sean deseables o no deseables, por diferentes motivos. Somos de la opinión de que todo puede ser cooperativizable.