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Marcha Ni Una Menos, ayer, en la plaza Libertad. Foto: Pablo Vignali

Cientos de personas marcharon, bajo agua y con fuego, en repudio a la violencia contra las mujeres

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Se van apagando los bocinazos de los taxistas que coparon 18 de Julio en rechazo a Uber, pero en la Plaza del Entrevero se empieza a juntar otra gente. Bajo un techo de paraguas, con el color negro que predomina en las ropas, van apareciendo, convocados por algunas integrantes de la Coordinadora de Feminismos -pero no por la coordinadora en sí-, en rechazo a la violación y el asesinato de la adolescente Lucía Pérez, que ocurrió en Mar del Plata, Argentina pero que también tocó fibras montevideanas y de otras ciudades de la región.

Pero, además, la movilización apunta al recuerdo de las 16 mujeres asesinadas este año en Uruguay, que una mujer enumera por un altavoz. Jenny, de 36 años, asesinada en Colonia por su ex pareja, que era policía. Débora, de 25 años, montevideana, muerta de un disparo a manos de su pareja. Yanahí, de 14, víctima de su tío que abusaba de ella y que prendió fuego la vivienda, en Montevideo. Marta, de 22, también de la capital; su pareja la mató y se suicidó, y su hija, de tres años pasó varios días en la casa con la turbia compañía de los dos cuerpos. Claudia, de 29 años, asesinada en Flores por su ex pareja. Gladys, de 72, víctima de su pareja en Montevideo. Rebecca, de Maldonado y de 52 años, estrangulada por un hombre cercano. Sandra, de 49, oriunda de Treinta y Tres, muerta por su pareja. Jessica, de Canelones, muerta a sus 24 años por su ex pareja, que se prendió fuego (dos veces el fuego) y se lanzó sobre ella y su hija de cinco años. Zully, de 40, estrangulada por un hombre en una whiskería de Montevideo. Gloria, de 45 años, asesinada en Tacuarembó de dos balazos. Dayana, de 22 años, a la que encontraron muerta en la capital después de 20 días de desaparecida. Graciela, de 50, víctima de su pareja. Flavia, de 22 y de Canelones; su cuerpo apareció en un campo de frutillas. Gabriela, de 14 años, encontrada en un baldío cerca de su casa, en Canelones. Alicia, de Paysandú, muerta a los 44 años a escopetazos. “Vinimos a gritar nuestra bronca, a gritar nuestra rabia, a decir basta. Basta de este patriarcado que nos está consumiendo, que nos está masacrando, que hace de nuestros cuerpos el objeto de su violación, que hace de nuestros cuerpos el objeto de su violencia, de su tortura”, sigue gritando el megáfono.

Fabiana Goyeneche, directora de Desarrollo Social de la Intendencia de Montevideo, está presente en la marcha. ¿Qué se puede hacer y qué se hace desde la intendencia para atacar el problema? “Estamos implementando medidas que tienen que ver con el Tercer Plan para la Igualdad de Género, en contra de la trata de personas, con especial atención en niños, niñas y adolescentes. Tenemos un servicio de atención a hombres que quieren dejar de ejercer la violencia y sostenemos la línea de atención a mujeres en situación de violencia: 08004141”, contesta.

Pero no todas están de acuerdo con ese tipo de medidas. “Las políticas públicas parten del propio Estado, que es también la base del patriarcado”, opina Ana, una de las feministas que convocaron a la marcha. “No creemos en la institucionalidad de las políticas de género. No creemos que los talleres hagan que las personas cambiemos nuestra forma de relacionarnos, que son misóginas y violentas”, complementa Ivana, feminista independiente. Ambas coinciden en que las leyes como la legalización del aborto y la tipificación del femicidio dentro del Código Penal, si bien son pasos hacia un país menos patriarcal, no cambian el sistema.

La calle se llena de carteles, de hashtags, de consignas, de cantos. Al #NiUnaMenos, siempre presente en las pancartas, se suma una larga tela de letras violetas que declama “Todas en alerta y en las calles”. Mientras la concentración marcha por 18, a contramano de autos y ómnibus, se escuchan las voces: “Ninguna agresión sin respuesta / contra los machismos, acción directa”, “fuego al patriarcado”, “somos las nietas de las brujas / que no pudieron quemar”, “vivas nos queremos”, “pija violadora / a la licuadora”, “no estamos todas / faltan las presas / no estamos todas / faltan las muertas”. La multitud llega a la plaza Cagancha, y una lata negra escupe el grafiti “El Estado es patriarcal” sobre la base de la estatua de la libertad, que también es mujer.

La lluvia sigue cayendo, ahora con más rabia.

El megáfono lee un volante que repartieron las organizadoras, mientras las voces de los que están acompañan al unísono. “A una semana de que más de 100.000 mujeres nos encontramos en el Encuentro Nacional de Mujeres en Rosario, un nuevo feminicidio sacude a Argentina [...] A la hoguera la supremacía blanca, de clase media-alta, heterosexual. El binarismo hombre/mujer. El sistema que patologiza y marginaliza la diversidad. La familia patriarcal. La división sexual del trabajo y del juego. La obligación de la maternidad. El lenguaje sexista”. A pocos metros, figuras de cartón con forma de hombre arden, literalmente, en el medio de la calle. Los ojos se ponen rojos. Algunos por el humo, pero otros no, mientras las llamas siguen comiendo.

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