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Conferencia Regional de la Mujer promueve inclusión del trabajo no remunerado en los indicadores nacionales

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Presentar evidencia, dar razones, crear estrategias. La igualdad de género no es un hecho ni en Uruguay ni en el continente, y por eso la III Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, llevada a cabo en Montevideo durante la semana pasada, convocó a las mujeres a llamar a las cosas por su nombre y a ser conscientes de su rol en la sociedad, poniendo el foco en tres virtudes: participación, reflexión y compromiso. Entre las más perjudicadas por la situación de inequidad están las mujeres bebés y niñas: una razón más para llevar adelante cambios significativos, y no simplemente ilustrativos. Es necesario abordar con más urgencia la agenda a 2030, y para eso sirvió el debate del viernes, centrado en concebir la economía desde otra óptica.

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“Tenemos que llamar a las cosas por su nombre, porque mientras las cosas no tienen nombre, no existen”, comenzó María Ángeles Durán, explicando la razón de ser del encuentro: “Acá hemos venido a inventar palabras, a dar nombre a lo que aún no lo tiene y, peor todavía, a lo que no se quiere nombrar”. Siempre, cuando habla, Durán plantea más preguntas que respuestas; en esta oportunidad, la española llegó a Montevideo a cuestionar a la ciencia, y a la economía en particular.

Si bien la palabra remitía, en su origen, a hace 2.500 años, a “la buena administración del hogar”, hoy la palabra economía dirige el pensamiento hacia el mercado, la creación de políticas y la medición de su eficiencia mediante el Producto Interno Bruto (PIB). Todo esto, en un contexto de casi 20 años en los que las encuestas de uso del tiempo muestran que hay otra riqueza, relacionada al cuidado, que no percibe remuneración y que, por ende, no entra en las cuentas nacionales.

Para Durán, investigadora del Centro de Ciencias Humanas y Sociales del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, la divergencia se da al no percibir la diferencia entre los términos “trabajo” y “empleo”. “El trabajo es mucho más que empleo, que es sólo el trabajo pagado. Lo demás puede ser trabajo, sin ser pagado”, sostiene, como trabalenguas, confirmando algo que ya muestran las encuestas, y que es que “en el mundo hay mucho más trabajo no monetarizado que trabajo incorporado al mercado, y quien lo hace somos nosotras”, las mujeres.

Un trabajo de la economista Soledad Salvador, del Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo, estima que el trabajo no remunerado implicó 26,6% del PIB en Uruguay, con 20 de esos puntos contribuidos por las mujeres (datos de 2007). Esta proporción es similar en otros países, y varía de forma contracíclica a la producción contabilizada. De los casi 200 países que hay en el mundo, sólo ocho reconocen el valor de las actividades domésticas de cuidado y de apoyo a la comunidad, en el desarrollo económico y productivo, y lo incluyen en sus registros nacionales. Ecuador, por ejemplo, es uno de esos países.

Pero en este punto aplica el dilema del huevo y la gallina. “Si el mercado es el que produce y el Estado sólo puede administrar parte de lo que toma del mercado, ¿de dónde sacaremos los recursos para redistribuir, para pagar aquello que hasta ahora estábamos haciendo gratuitamente?”, se preguntó la experta. Además, la colectividad de trabajadoras no remuneradas está dispersa.

Durán no niega la contribución “vital” y “decisiva” del empleo, pero se pregunta, con un escenario tanto global como regional de envejecimiento poblacional por delante, a dónde irán a parar aquellas personas que han dedicado gran parte de su vida al trabajo no remunerado: “¿En qué espacio entran?, ¿qué indicadores los contemplan?”. La salida parece estar en empezar a decir “no”. Y para hacerlo, “hay que empezar ahora”, afirmó.

Ausencias

Mientras que la española llamó la atención sobre la “violenta” exclusión de las mujeres en las ciencias humanas, la ministra de Industria, Energía y Minería, Carolina Cosse, se refirió a la necesidad de hacer espacio a las mujeres en las ciencias naturales.

La ingeniera sostuvo que existe “una enorme cantidad de barreras” y consideró a la cultural “la más complicada”. “Nos dicen que hay una ciencia ‘dura’ y una ciencia ‘blanda’, y que hay carreras para hombres y otras para mujeres, cuando no es así. Los seres humanos tenemos las mismas capacidades. No hay que estar ‘hecho para’ una disciplina, sino encontrar una vocación”, afirmó, y destacó la importancia de “conocer las capacidades propias -lo que está por detrás del conocimiento-”, de animarse a seguirlas y de encontrar a buenos maestros en el camino que posibiliten tal despliegue.

Además, destacó como prioritario “defender el derecho a la posibilidad de descubrir nuevos territorios” y, en contrapartida, adquirir conciencia de “nuestro rol” en una estructura económica que “apunta para otro lado”. El mensaje que recibimos es de consumismo, de egoísmo, de no solidaridad, de ‘hacé la tuya’, de que las cosas tienen que ser rápidas y de que hay sólo una forma de hacerlas, y ahí las mujeres tenemos enormes aportes para hacer”, dijo, en referencia a la “natural vocación” femenina de convocar equipos de trabajo, compartir la discusión y asumir el compromiso de tomar las decisiones.

El camino por recorrer es largo aún y, para Cosse, el “mayor enemigo” que tenemos por delante es el miedo, “aliado de la ignorancia”. Dijo que “la mejor manera de abatirlo es la difusión”, y consideró que “seguirnos juntando, entendiendo que [estamos] donde estamos gracias a la acumulación de la vida y el esfuerzo de todas las que nos han precedido”, es una de las “claves” en la resistencia.

La estrategia

Como cierre, representantes de los 38 estados presentes, de las 12 agencias de las Naciones Unidas, los 15 organismos internacionales y las 162 organizaciones de la sociedad civil aprobaron una estrategia con diez ejes y 74 medidas que engloban todos los compromisos asumidos por los gobiernos de América Latina y el Caribe en relación a los derechos y la autonomía de las mujeres y a la igualdad de género.

Los nudos estructurales que atacan son la desigualdad socioeconómica y la persistencia de la pobreza; los patrones culturales patriarcales discriminatorios y violentos y el predominio de “la cultura del privilegio”; la división sexual del trabajo y la injusta organización social del cuidado; y la concentración del poder y las relaciones de jerarquía en el ámbito público.

Cada gobierno, voluntariamente, podrá informar acerca de sus avances en la aplicación y adaptación del instrumento político-técnico en forma anual a la CEPAL, que llevará a cabo conferencias regionales sobre la temática, al menos, hasta 2030. La próxima conferencia quedó pactada para 2019 en Santiago de Chile.

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