Se estima que en Uruguay hay unos 6,6 millones de ovinos; la cifra es de 2015 y viene en caída desde la década de 1990. Pero si nos remontáramos a 1860, año del boom lanar, veríamos que el stock aumentó de 2,6 a 16,6 millones de cabezas en sólo nueve años, lo que demuestra, según la exposición de motivos del proyecto, “la capacidad de recuperación que tiene el sector cuando existe una motivación comercial”.
Volviendo al día de hoy, los diputados sugieren que fueron estas fluctuaciones las que motivaron tanto las expectativas como los “desengaños” del productor agropecuario, que ha utilizado a la oveja casi exclusivamente como proveedora de lana con destino a la exportación. Según dicen, es la oscilación de los costos, fundamentalmente de mano de obra, fletes, combustible y energía eléctrica, que ha vuelto “inviable” una industrialización mayor de los productos procedentes de la lana. La exportación de lana industrializada y la de lana lavada es 59% y 23% con respecto al total, y se vende a más de 30 países, que luego completan el proceso industrial.
Para los diputados firmantes del proyecto -los nacionalistas Armando Castaingdebat, Edmundo Roselli y Alejo Umpiérrez, el colorado Ope Pasquet, el independiente Iván Posada y los frenteamplistas Alfredo Fratti, Nelson Larzábal y Federico Ruiz, “Uruguay, necesariamente, debe orientar su producción ovina a la exportación”, ya que el casi nulo crecimiento demográfico “no permite alentar un sector industrial de origen ovino exclusivo para abastecer a su población de forma rentable”.
El Fondo de Investigación y Fomento de la Carne Ovina, creado en el proyecto y que sería administrado por el Inac, tendría como objetivos financiar proyectos de investigación tecnológica que “propendan al desarrollo de la producción de carne ovina de calidad”, fomentar el consumo de este tipo de carne y, asimismo, promoverla en los mercados internacionales como “de calidad”.
Entre otras cosas, el fondo implementaría un sistema nacional de trazabilidad ovina, crearía un “centro de referencia” de carne de calidad, su investigación específica, los sistemas productivos y la optimización de la rentabilidad, promovería la mejora de la genética de las razas carniceras, la certificación de establecimientos productivos e industrias, así como la participación en exposiciones nacionales e internacionales.
La financiación se integrará con recursos provenientes de las faenas a cargo de los productores y de los frigoríficos (diez unidades indexadas -unos 35 pesos- por carcasa en ambos casos), los fondos que ingresen al Inac provenientes de la faena de carne ovina con destino a la exportación, las herencias, legados y donaciones que reciba, los asignados por el Presupuesto nacional y los provenientes de organismos internacionales de financiamiento y fomento.
Uno de los promotores del proyecto, el diputado Posada, dijo a la diaria que la idea provino de los productores de ovinos, que la presentaron a la Comisión de Ganadería, Agricultura y Pesca de Diputados. El representante del Partido Independiente consideró que al día de hoy la capacidad de producción ovina está “muy limitada”, aun cuando “tiene un gran potencial para ingresar al mercado americano”.
A modo de ejemplo, en la exposición de motivos se establece que, mientras que en un supermercado uruguayo un kilo de carne ovina puede costar entre ocho y diez dólares, en Estados Unidos se vende una pierna de cordero, o lomo de costillas -de origen australiano- a más de 40. Según los diputados, Uruguay tiene ante sí una gran oportunidad para exportar carne ovina de calidad, a un precio similar al de Australia y Nueva Zelanda, “pero si consigue demostrar que su estatus sanitario es sólido podrá entrar a Estados Unidos con carne ovina con hueso, con una ecuación económica más conveniente”. Además, sostienen que la entrada a Estados Unidos de carne con hueso implicaría la habilitación “casi de forma automática” para cualquier otro mercado demandante de carne ovina.
Frente a eso, y a pesar de la caída en picada de los ovinos en los últimos tiempos, su “muy rápida” respuesta, su ciclo económico de un año y la demanda “relativamente baja” de capital para su producción lo volverían “un negocio muy atractivo” para desarrollar entre los productores locales.