Se trata de un proyecto más amplio -“Gestión ambientalmente adecuada del ciclo de vida de los productos que contienen mercurio y sus desechos”-, llevado a cabo por los ministerios de Salud y Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA) mediante la Dirección Nacional de Medio Ambiente, y que cuenta con el apoyo financiero del Fondo para el Medio Ambiente Mundial del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
Por un lado, la iniciativa apunta a fortalecer el marco regulatorio vigente en el territorio nacional para lograr una adecuada gestión, con el menor efecto posible sobre el medioambiente, de los dispositivos o productos que contienen mercurio, con la intención de eliminarlos “total o progresivamente” e irlos sustituyendo por alternativas libres de mercurio o con menor contenido del metal.
Todos los tipos de mercurio -metálico, inorgánico y orgánico- afectan el sistema nervioso central a nivel neurológico: en el caso de los niños, pueden alterar su neurodesarrollo, producir malformaciones y otras alteraciones; entre los adultos, patologías cardiovasculares e hipertensión. Puede entrar al cuerpo humano por diversas vías. La alimentaria (sobre todo por medio de algunos pescados, si se consumen con frecuencia) es la primera, pero también tienen mercurio las amalgamas dentales, y hay contaminación en el aire, el agua y los suelos causada por industrias que utilizan ese metal. Además, puede inhalarse mercurio (uno de los diez químicos considerados un “problema para la salud”, de acuerdo a los estándares de la Organización Mundial de la Salud) cuando se rompen termómetros y otros aparatos.
Otra arista del proyecto es el estudio poblacional “Nivel medio de mercurio en mujeres embarazadas y recién nacidos, Uruguay 2016 -2017”, que realizará el Centro de Información y Asesoramiento Toxicológico (CIAT) de la Unidad Pediátrica Ambiental (UPA) de la Facultad de Medicina, en conjunto con ASSE, con el objetivo de determinar los niveles de mercurio en muestras biológicas de dos poblaciones vulnerables: mujeres embarazadas y bebés recién nacidos.
El estudio determinará el nivel de mercurio -metálico, inorgánico y orgánico- ingresado al organismo de la madre de manera reciente, mediante muestras de su sangre venosa, orina y pelo y del cordón umbilical del bebé, en donde el contenido de mercurio supera en 60% al circulante en su progenitora.
Las pruebas se realizarán como parte de los controles del segundo y tercer trimestre del embarazo y en el nacimiento, para evitar extracciones adicionales a las obligatorias. Se apuntará a que colaboren tanto madres como hijos, aunque cada adulta podrá decidir si se involucra y también si lo hace su hijo. Se excluirán del estadio aquellas mujeres que tengan exposición laboral continua al metal y las que se hayan hecho tratamientos capilares -tinturas, permanentes y laciados- en los últimos seis meses de embarazo.
La muestra elegida es de 350 madres y 350 hijos, usuarios de ASSE y esparcidos por todo el territorio nacional, a los que, además de tomarles muestras, se les preguntará sobre su consumo de agua y de animales marítimos, si residen cerca de fuentes de exposición al mercurio y si tienen amalgamas dentales.
El representante del CIAT y UPA, Darío Pose, indicó que si bien Uruguay no cuenta con combustión de carbón ni minerías que trabajen con mercurio -dos de las industrias con mayor responsabilidad en esta contaminación-, el país emite entre 2,2 y 3,6 toneladas anuales de mercurio. Según datos del MVOTMA, se podría llegar a eliminar por lo menos 330 kilos del metal y unos 70 adicionales por año, si se sostienen las políticas recomendadas.