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Liber Seregni, Juan José Crottogini y Hugo Villar durante la llamada Cruzada de la Victoria del Frente Amplio. • foto: archivo el popular, s/d de autor (archivo, noviembre de 1971

Blixen: Seregni “no ocultaba su enemistad con los tupamaros”, pero eso no alteró su política de unidad sin exclusiones

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El libro que consignó con mayor profundidad la visión política del general Liber Seregni fue escrito por un ex tupamaro. Seregni. La mañana siguiente, publicado en 1997 por Ediciones de Brecha, fue fruto de reuniones semanales durante todo un año del líder histórico del Frente Amplio (FA) y el periodista Samuel Blixen. Podría parecer paradójico, teniendo en cuenta que Seregni discrepaba con la estrategia de lucha armada que impulsó el Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), y que se sintió traicionado cuando algún tupamaro reveló, bajo tortura, las reuniones que el movimiento mantuvo con él en su apartamento en 1971, para preparar un plan contra el golpe de Estado.

Pero ya habían pasado más de 20 años de aquellos acontecimientos cuando a mediados de la década de 1990 el semanario Brecha invitó a Liber Seregni a comer un asado, en el marco de una serie de reuniones informales que el medio comenzó a tener con dirigentes políticos. En determinado momento, Seregni les dijo: “Tengo que hacerles una crítica a ustedes, porque ustedes están golpeando al FA, lo están traicionando”. Los periodistas le explicaron que Brecha no era frenteamplista, sino un medio independiente de izquierda. “El tipo quedó asombrado, porque no se esperaba eso. Fue como un clic, porque antes como que nos desmerecía, pero a partir de entonces cambió el tono de la conversación”, recuerda Blixen. Ese cambio de tono no fue desaprovechado por el periodista. “General, ¿qué le parece hacer un libro con toda su vida?”, le propuso. “Déjeme pensarlo”, fue la respuesta. En otra instancia en la que ambos se encontraron, Blixen insistió, y esta vez Seregni contestó: “Llámeme el lunes”. Aceptó de ese modo que un ex tupamaro, de un medio de izquierda pero independiente, lo entrevistara puntualmente una mañana por semana. No puso condiciones ni censuró lo surgido de aquellos encuentros. Sólo se reservó el derecho a guardar silencio sobre los temas que le resultaba más difícil relatar o concebir.

Seregni tenía una visión negativa de la guerrilla tupamara, pero no en términos ideológicos sino técnicos, sostiene Blixen. “Él en un momento dice: ‘Yo no creo que una guerrilla pueda triunfar sobre un ejército profesional. Hay excepciones, pero son excepciones: Cuba, Nicaragua. Y el resto de [las guerrillas en América Latina] son una serie de derrotas’”, recuerda el periodista. La única forma de que un ejército irregular triunfe, para Seregni, es que a ese ejército irregular se le sume parte del ejército profesional, “porque son los que saben”. “O sea, él no está descartando la lucha guerrillera o la lucha irregular, porque incluso él lo manejaba en los conceptos de defensa que impartía en el Instituto Militar de Estudios Superiores. En las hipótesis de conflicto que se manejaban con Argentina o con Brasil, él planteaba el pasaje a una guerra irregular. Tenía un criterio artiguista, no se hacía problemas con respecto a eso”, asegura Blixen.

A fines de la década de 1960, cuando algunos generales en el Ejército planteaban incorporar cursos de guerra antisubversiva, Seregni opinaba que las Fuerzas Armadas sobredimensionaban el peligro que representaba la guerrilla. En 1966, Seregni contrarrestó un intento de golpe de Estado liderado por el general Mario Aguerrondo, pero en meses, la correlación de fuerzas cambió, y permeó en las Fuerzas Armadas la doctrina de la seguridad nacional. Seregni pidió el pase a retiro en 1968, según Blixen, porque “no soportaba más” a los militares. “Lo llamaban cada dos minutos: vaya a detener a Fulano, vaya a reprimir a la UTE. Él era un general en actividad; no podía decir que no porque en ese caso habría estado desobedeciendo una orden. Tenía que actuar en una ambigüedad... y tenía que buscar formas de actuar sin quedar pegado. Lo trataron de torturador. Estaba en una situación muy precaria, no hubiera podido mantenerse”, considera el periodista.

El articulador

En 1971, Seregni participa en la fundación del FA. En esa instancia se puso a prueba por primera vez su criterio de “unidad sin exclusiones”. Un grupo de 100 oficiales que le eran leales y lo habían acompañado en las acciones para evitar el golpe de Estado en 1966 se negaron a seguirlo en su decisión de conformar una alianza política amplia que incluyera al Partido Comunista del Uruguay (PCU). La formación anticomunista había penetrado en las Fuerzas Armadas, en todos los niveles. “Y él [Seregni] tuvo que optar entre la unidad sin exclusiones y la pérdida de esos compañeros”, señala Blixen.

El ingreso del MLN-T al FA, en 1989, fue la segunda prueba. Seregni se mantuvo coherente en su defensa de la unidad sin exclusiones.

Cuando en 1971 a Seregni le llegan noticias sobre la posibilidad de un golpe de Estado y una eventual invasión brasileña en caso de que triunfara el FA en las elecciones de ese año, prepara un plan contra el golpe de Estado, de resistencia armada. En él incluye a las principales fuerzas políticas del FA y también a la estructura militar del MLN-T. Estaba previsto que el PCU se encargara de la resistencia a las fuerzas que pudieran llegar por la ruta 1, donde ese sector tenía bases en zonas obreras. El MLN-T, en tanto, se encargaría de la defensa de los accesos en la zona este de Montevideo y del control del aeropuerto internacional de Carrasco, junto a un grupo de la Fuerza Aérea. Esto muestra, a juicio de Blixen, la falta de confianza de Seregni en los tupamaros, ya que “los estaba vigilando la Fuerza Aérea”.

En esos meses, Seregni pidió autorización para llevar un arma larga, que le fue concedida, y andaba siempre con ella en el auto. Pese a que justificaba estas acciones de resistencia, Seregni era un general legalista. En 1972, ante la disyuntiva de apoyar a Wilson Ferreira Aldunate en su propuesta de destituir al entonces presidente Juan María Bordaberry y conformar un triunvirato o llamar a elecciones anticipadas, Seregni rechazó este camino.

Los silencios

Hubo temas sobre los que Seregni no declaró para el libro. Uno de ellos fue su duelo con el general Juan Pedro Ribas, quien le “envió sus padrinos” por entender que Seregni había traicionado a la patria al ser candidato a la presidencia por un partido “comunista”. Seregni le contó a Blixen que Ribas rompió las normas del duelo y que, tras dar los pasos de rigor y dar la media vuelta, esperó para tirar, algo que no estaba permitido.

Seregni tampoco habló de su tortura en un establecimiento de Maldonado, que fue presenciada por Gregorio Álvarez. “Me parece que no solamente se sentía mal por el hecho de que un general torturara a otro general, sino que era una cuestión de no querer admitir que fue golpeado por un par, al que además despreciaba. Porque me decía: ‘No sabés lo que era el Goyo Álvarez cuando era alumno mío’. Decía que era medio tronco”, recuerda Blixen.

Otro punto sobre el que Seregni prefirió no declarar para el libro fueron las reuniones que mantuvo en su apartamento con el escritor Mauricio Rosencof, miembro de la dirección del MLN-T, y otros dirigentes tupamaros que estaban en la clandestinidad. Los encuentros fueron para preparar el plan contra el golpe, pero allí Seregni expresó también su preocupación por los efectos perjudiciales que podían tener para la campaña electoral del FA las acciones del MLN-T. Finalmente el MLN-T dio su “apoyo crítico” a la conformación del FA y se acordó “la suspensión de ciertas hostilidades”. Blixen asegura que “había una disposición del MLN-T de no embromar la campaña electoral” de 1971.

Esos encuentros fueron usados en su contra en un tribunal de honor que los militares le hicieron para degradarlo. Se habían enterado de las reuniones por confesiones de tupamaros bajo tortura. Blixen considera que estas confesiones “facilitaron la argumentación de los militares para degradar” a Seregni, pero valora que de todos modos los militares hubieran hecho lo que hicieron. “En mi opinión, Seregni era la gran preocupación de los militares, porque era un dirigente de un partido político y era un general, y era un tipo con arrastre”, sostiene Blixen.

Agrega que “obviamente” Seregni no era “un entusiasta” de las políticas impulsadas por los tupamaros. “A [Raúl] Sendic [padre] nunca le dio pelota, nunca tomó en cuenta sus propuestas políticas en 1988 y en 1989”, apunta el periodista.

“Ningún peruanista”

Seregni no acompañó el entusiasmo de algunos sectores del FA, entre ellos el PCU, con los comunicados 4 y 7 de las Fuerzas Armadas en 1973. Estos comunicados hicieron creer a muchos dirigentes de izquierda que los militares podían optar por una orientación “peruanista” e imponer políticas sociales y económicas “de izquierda”. “Yo los conozco, yo fui profesor de todos ellos; no hay ningún peruanista”, les advertía Seregni. ■

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