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Periodistas y turistas recorren la Antártida entre la base Artigas y la base chilenal. / foto: iván franco (archivo, enero de 2005)

Guerra fría

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Uruguay inicia hoy su campaña antártica número 33, que incluirá la reapertura de la estación Ecare, la única que el país tiene en el continente antártico, durante enero. La estación fue donada por Reino Unido en 1997 y ha sido abierta en contadas oportunidades y siempre en verano, debido a que el acceso, así como su mantenimiento, son complejos y costosos para los barcos de la Armada uruguaya. La base Artigas, en cambio, está en la isla Rey Jorge, fuera de la península antártica.

Con el Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente (MVOTMA) como reciente sustituto del Ministerio de Educación y Cultura (MEC) en su Consejo Directivo, a cargo del área científica y ambiental, el Instituto Antártico Uruguayo (IAU) debe pulir aspectos de su funcionamiento que han sido cuestionados, resolver la carencia de equipos y remontar un informe desfavorable sobre el impacto ambiental de la base Artigas.

El IAU envía hoy el primer vuelo de la temporada, que, a su vez, es el primero con participación del MVOTMA como parte del Consejo Directivo. Al regreso de este vuelo, además, volverá la meteoróloga que estuvo todo el invierno, y la base Artigas quedará hasta nuevo aviso sin meteorólogo propio. Sería la primera vez en 32 años que la base uruguaya queda sin esta figura técnica, que es la encargada de la única tarea constante de relevamiento de datos científicos en el lugar. El hecho remueve viejas discusiones entre el IAU y el Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet), organismo que paga sueldo y viáticos de ese profesional.

La resolución 504 del directorio del Inumet aprobó el llamado a meteorólogos que trabajarían en 2017 -uno entre enero y abril, y otro de abril a diciembre-. Las postulaciones se recibirían el 11 de noviembre, pero el llamado no ha sido resuelto, porque el IAU todavía estudia cómo se ejecutará esta tarea de ahora en adelante. Al mismo tiempo, las conversaciones entre ambos institutos fueron afectadas por el cese, en octubre, del director del Inumet, organismo que todavía funciona con un director interino. La licenciada en Ciencias de la Atmósfera Madeleine Renom será la nueva directora si el Senado aprueba una propuesta presentada por el Poder Ejecutivo.

Por control remoto

“[La actividad meteorológica] siempre debe continuar”, asegura el contralmirante Daniel Núñez, presidente del IAU. “Pero todas las bases de la isla Rey Jorge, excepto la nuestra, tienen estación meteorológica remota. Somos los únicos que cuentan con un operador. Tenemos un informe que dice que hay que invertir en una buena estación, que ya tenemos, pero remota, que envíe los datos a Montevideo. Si gente que está en la ciencia ha dicho eso, queremos discutir con el Inumet por qué no nos dejamos de joder y lo hacemos. Con el advenimiento del cambio climático, hay muchos otros equipos que debemos tener. No es una cuestión de [tener en la base] a una persona más o no; podríamos tener cinco personas más. El tema es con qué datos contamos y qué podemos hacer con ellos. Lo que hay que preguntarse es qué queremos hacer con la información meteorológica”.

Sin embargo, una fuente con experiencia en la base Artigas señala que las bases de Chile, Rusia, China y Corea del Sur, que están en la isla, tienen estaciones meteorológicas automáticas y meteorólogos trabajando allí, en el terreno. Las reuniones del personal de la base Artigas son abiertas por el meteorólogo a las 7.30, quien presenta el pronóstico para el día, que luego revisa cada seis horas. Los que defienden la permanencia de este puesto aseguran que hay trabajos que sólo se pueden realizar en persona y por observación directa, como el análisis de la llamada “visibilidad horizontal” y de las nubes.

“Lo que acordamos con Inumet es que en diciembre vuelve el meteorólogo; en enero no habrá y en febrero se reunirán para planificar la estrategia de investigación y monitoreo de temas atmosféricos”, afirmó Álvaro Soutullo, director del área científica del IAU y representante del MVOTMA en su Consejo Directivo. “La idea es poner una estación automática. A Inumet le pedimos que en diciembre haga una propuesta, así como a la Fuerza Aérea y a Ciencias de la Atmósfera [de la Facultad de Ingeniería], para discutir un plan integrado a principios del año que viene”.

La actividad científica uruguaya en la base consiste en recoger datos y muestras y se limita a la temporada de verano, cuando los recursos nacionales permiten trasladar y alojar más cantidad de personas. La excepción ha sido el relevamiento constante de datos meteorológicos; esta tarea implica “hacer ciencia”, según el Comité Científico para la Investigación Antártica (SCAR), del que Uruguay forma parte. Sin embargo, ha sido tal la tensión interna que, en diciembre de 2014, un jerarca militar del IAU argumentó ante un meteorólogo que el relevamiento de datos meteorológicos no era “hacer ciencia” en la Antártida.

Esto se relaciona con la diferencia de prioridades entre civiles y militares del IAU, que está mayormente en manos de los últimos y forma parte del Ministerio de Defensa Nacional (MDN). En su Consejo Directivo hay dos integrantes civiles y cinco militares; la presidencia se alterna cada dos años sólo entre armas (ahora corresponde a la Armada; seguirá la Fuerza Aérea y luego el Ejército), el jefe de base es siempre un oficial del Ejército y en su dotación sólo hay dos civiles (y uno de ellos, el médico, está en un escalafón asimilado al militar).

El fin de estas tensiones y el ajuste de otros aspectos cuestionados del funcionamiento podría estar en la agenda interna del IAU. “Reconozco el mérito de las Fuerzas Armadas, más allá de que cuando mirás con lupa hay un montón de cosas cuestionables”, afirmó Soutullo. “Son los que han mantenido la presencia uruguaya en la Antártida. Son los que tienen la capacidad logística para asegurar la permanencia y, por eso, son los que aseguran que se pueda mantener. Lo que ha faltado, y creo que hay una culpa múltiple, es montar sobre eso un sistema o política de investigación antártica. [...] Me cuesta atribuirle la culpa solamente a las Fuerzas Armadas; como científico creo que hay algo de culpa nuestra. Ahora siento que en estos tres meses [desde que entró al IAU] todo ha sido muy simple, no he tenido ni una discusión por un espacio en el avión, ya que, hasta donde sé, es el año en que irán más investigadores. La prioridad a la hora de ver quiénes se bajaban [de los vuelos] era mantener a los investigadores y al equipo de logística”.

Una de las críticas formuladas desde la interna del IAU a las tareas del área meteorológica es que nunca se hizo un análisis completo de los datos recabados en estas tres décadas. Una consulta al Departamento de Climatología del Inumet permite verificar que no hay planes de hacerlo y que, si los hubiera, los datos recabados en la base entre 1984 y 2009 deberían ser digitalizados.

Por decreto de Presidencia, en marzo el MVOTMA sustituyó al MEC, pero el cargo que ocupa su delegado en el Consejo Directivo del IAU estuvo vacante hasta setiembre.

La campaña de este año incluirá un breve acto en homenaje al capitán Ruperto Elichiribehety en la isla Elefante, con motivo de los 100 años de su intento por rescatar a la tripulación del explorador Ernest Shackleton. El barco de la Armada, el Vanguardia, sufrirá algunas modificaciones internas para poder albergar tripulantes extra, incluso en la enfermería. Entre los tripulantes irán seis personas específicamente para el trabajo en esa estación. Hay tal demanda de espacios, que incluso se dio de baja a un proyecto de divulgación que iba a ejecutar el dibujante Alejandro Rodríguez Juele junto con dos asistentes.

Núñez aconsejó a la diaria consultar directamente con el capitán del barco para conocer los detalles de cómo se formaba la tripulación y se determinaba el recorrido, pero el departamento de relaciones públicas de la Armada no respondió el pedido de autorización para hablar con él.

“El año pasado se cuestionó que fuera un visitante y no otro”, reconoció Núñez. “Puede ser, pero si yo te quiero sensibilizar sobre un tema, tengo que hacer que lo conozcas. Una cosa es que te cuente que algo está roto, y otra que te lleve y te muestre qué pasa con lo que no funciona, o que te lo explique el mecánico”. Las palabras de Núñez hacían referencia a la polémica que desató la denuncia publicada por el semanario Búsqueda en enero de este año y que hablaba de “vuelos VIP” con pasajeros que viajaban a la base Artigas sin proyecto, solamente como visitantes. La única forma de ir a la base es en uno de los cuatro o cinco vuelos de la Fuerza Aérea, entre diciembre y abril, o en el barco de la Armada, en enero. En años anteriores se habían registrado numerosos testimonios que hablaban de científicos que eran bajados de los vuelos a último momento o que debían dormir en espacios reducidos -y hasta en el piso-, mientras que jerarcas militares ajenos al programa antártico, o incluso sus familiares, ocupaban habitaciones individuales.

La denominación de “vuelo VIP” surgía de un documento del propio MDN. Ese documento hacía referencia a un vuelo del que se había bajado a último momento a todos los científicos, para dar lugar a otros pasajeros. Tras discusiones internas, se les dio lugar a cuatro investigadores. El que era entonces consejero científico del IAU -y era, a su vez, representante del MEC en el Consejo Directivo-, Juan Abdala, formuló cuestionamientos públicos y fue suspendido durante diez días por su ministerio. En marzo, el decreto presidencial dejó afuera al MEC (presente desde 1994) y dio entrada al MVOTMA. Recién en setiembre se designó a su representante, el ecólogo Álvaro Soutullo, doctorado en biodiversidad en España y con una maestría en Inglaterra sobre ecología y conservación aplicada, además de miembro del Sistema Nacional de Investigadores. Su suplente es Ramón Méndez, asesor honorario del MVOTMA en cambio climático.

A la polémica por los vuelos se sumaba el hecho de que la Base Científica Antártica José Artigas -tal es su nombre oficial- ofrece a los científicos e investigadores una heladera para conservar muestras y poco más. A pesar de esto, tiene un área denominada Laboratorio, que incluye un espacio para teleconferencias. Científicos e investigadores han denunciado en repetidas oportunidades el destrato de que son objeto por parte del personal militar, alegando que se manifiesta en el modo en que se utilizan los medios de transporte en la isla y alrededores.

En esta temporada, señaló Núñez, se embarcarán materiales para triplicar el área de laboratorio y llevarla a unos 100 metros cuadrados. Se logrará reordenando habitaciones dentro de los edificios de la base, pero no habrá equipos nuevos. “Lo más importante es vestir el laboratorio con el equipamiento científico. No tenemos presupuesto para esto”, afirmó. Agregó que están gestionando presupuesto para comprar un bote más grande y mejor equipado que el que tienen, y un segundo carrier, vehículos que mejorarían la posibilidad de trasladar a los científicos dentro y fuera de la isla. Si se consiguen los recursos -cosa que señala con optimismo- podrían tenerlos en marzo.

Impacto ambiental

El área científica del IAU presentó en 2015 un informe con datos desfavorables sobre el impacto ambiental de la base. Se señalaba en particular a los alrededores de las cámaras sépticas como zonas afectadas. También se detectó un mosquito que no estaba antes en la isla. Soutullo reconoce que estos problemas continúan, y afirma que por el verano no se hará nada al respecto, ya que la prioridad en los vuelos la tendrán investigadores de proyectos científicos aprobados el año pasado. “En el último vuelo, que es el de abril, viajarán técnicos de la Dinama [Dirección Nacional de Medio Ambiente] para estudiar la base y definir un plan de gestión ambiental. Hay una parte importante que es recabar información para entender, y después tomar decisiones que tengan sentido”.

“Un desafío claro es que, además de la reforma del laboratorio, tenemos que equiparlo. Las instituciones como el [Instituto de Investigaciones Biológicas] Clemente Estable nos marcaron qué equipamientos deberíamos adquirir. Y pasa a ser un poco responsabilidad nuestra”, dijo Soutullo, que esta semana hace su primer viaje para conocer la realidad de la base.

Ante la pregunta de si con la expresión “nuestra” alude al MVOTMA o al IAU, respondió: “Yo creo que es más amplio. Uruguay adhirió a los objetivos del sistema antártico, por eso es responsabilidad de todos. La responsabilidad no es de una institución en particular; como el IAU o el MVOTMA, en la dirección científica tenemos la responsabilidad de hacer las gestiones necesarias para que esté disponible lo que precisamos para una investigación de calidad. Una parte fundamental de mi rol es promover esa investigación de calidad, pero depende de que el sistema de ciencia y tecnología nacional decidan hacer investigación en la Antártida. Yo creo que es factible: equipar un laboratorio de verdad no me parece una gran dificultad. Hay un tema de diálogo entre los perfiles distintos; los investigadores, el sistema político y las Fuerzas Armadas, cada uno tiene una lógica. El desafío es tender puentes”.

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