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Presentación de Pres y Diario. / foto: sandro pereyra (archivo, diciembre de 2014)

Reclusos que estudian en el Comcar editaron por quinta vez Pres y Diario

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Impreso en tintas roja y negra, con sus 32 páginas con artículos, entrevistas, poemas, dibujos y fotos, salió el viernes la quinta edición de Pres y Diario, un periódico anual elaborado por estudiantes de la Comunidad Educativa de la Unidad Penitenciaria Nº 4, más conocida como ex Comcar. Es parte del trabajo curricular de las asignaturas Dibujo, Filosofía, Literatura y Biología que dicta el Consejo de Educación Secundaria (CES), y desde su primer número ha sido impulsado por Flabia Fuentes, profesora de Dibujo, y Óscar Rorra, de Filosofía, que han buscado integrar los contenidos curriculares y dar voz a los estudiantes, contribuyendo a problematizar la realidad educativa y carcelaria. El trabajo es colectivo, y eso se confirma en cada uno de los ejemplares que han publicado; además, establece lazos con el afuera: hay textos de estudiantes y docentes de las comunidades educativas de Canelones, de Paysandú y de Punta de Rieles, y se leen intercambios con el gremio estudiantil del IAVA, así como la carta de una estudiante del liceo de San Luis, entre otros. En setiembre de 2015 se conformó la Asociación de Estudiantes Privados de Libertad (Asepril); el gremio es protagonista en esta nueva edición de Pres y Diario, en la que trabaja su meta de defender el derecho a estudiar de las personas privadas de libertad. El dibujo de tapa, que acompaña la leyenda “¡Estudiar es un derecho, no un beneficio!”, es un buen resumen de lo que contienen las páginas interiores y del lugar de convicción desde el que se formulan los reclamos.

Los docentes defienden que la elaboración de la publicación es una herramienta didáctica. Pero este año, por primera vez, la impresión no fue financiada por el CES. Lo supieron a fines de noviembre, cuando le comunicaron al CES el presupuesto que necesitaban. Las autoridades de Secundaria respondieron que no lo financiarían porque no es institucional. De apuro, los docentes se contactaron con la Federación Nacional de Profesores de Enseñanza Secundaria, que prometió financiar la impresión. El gremio le escribió una carta a Sandra Gardella, referente de Educación en Contextos de Encierro del CES, pidiendo apoyo; alegaron que el periódico nace de un proceso pedagógico, que logra “trascender los muros”, y destacaron que es “sin filtro”: “Recibe absolutamente toda la información”.

En el periódico reclaman que sólo entre 70 y 100 reclusos cursan los estudios de primaria y secundaria en la Comunidad Educativa del Comcar, cuando podrían acceder entre 400 y 700. “¿Cómo es posible que haya inversión en educación y no lleguen los estudiantes a estudiar? ¿Se puede sostener aún que es porque ‘el preso no se quiere levantar’?”, preguntan. Entre los problemas está el armado de las listas, hecho por operadores penitenciarios del Instituto Nacional de Rehabilitación y personal del CES. La demora en la tarea hizo que este año el segundo semestre comenzara el 19 de setiembre y que, como otras veces, asistieran alumnos no inscriptos y no concurrieran otros que sí lo estaban. La segunda traba es la falta de operadores que vayan a buscar a los reclusos a los módulos. “Consideramos que la EDUCACIÓN NO debe estar al servicio de las reglas carcelarias”, expresa un artículo (las mayúsculas son del original) que recuerda que se trata de un derecho consagrado en la Constitución. Enumeran los beneficios de estudiar: redimir pena, aprender, pensar en otras cosas, conocer para enseñar a los hijos. Julio Pacheli, el bibliotecólogo de la Comunidad Educativa y presidente de Asepril, lo dice en un poema: “Espero el amanecer ansioso / para poder escapar de la hipocresía / deseando sentarme en mi escritorio / donde no me miran con ojos de policía”.

No sólo hablan de educación. También denuncian los cartuchos que la Guardia Republicana ha disparado hacia los celdarios -hiriendo a reclusos- injustificadamente. Dan cuenta, también, de la superpoblación, las luchas de poder, los problemas de convivencia, la falta de productos de limpieza y el trabajo no remunerado.

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