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Rodríguez Alzueta: “Para calmar la angustia que provoca la inseguridad, hay que ponerle un rostro y asignar un lugar al temor”

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No es política estatal, pero sí una práctica que desde 2008 está sumando adeptos: la detención policial -sobre todo en la vía pública- de adolescentes portadores de rostro de diversos males sociales -esos que condensan los estereotipos y estigmas sobre los que la opinión pública ha construido la peligrosidad y el problema del delito-, que llega, incluso, al gatillo fácil. Pero estas formas tan explícitas de violencia institucional no son las únicas; persisten las cotidianas, sistemáticas y menos visibles, y pasan casi que desapercibidas. Esto advierte el Servicio Paz y Justicia (Serpaj), y por ello se está abocando a colocar el tema en la agenda pública. En ese marco fue que a mediados de noviembre Serpaj organizó el seminario “Violencia, discursos y medios”, y tuvo como invitados a los sociólogos argentinos Mariana Galvani y Esteban Rodríguez Alzueta, quienes dan cuenta de la “manipulación política del dolor”, a decir de Rodríguez Alzueta: “Para calmar la angustia que provoca esta inseguridad, hay que ponerle un rostro y asignar un lugar a nuestro temor”. Rodríguez Alzueta considera que es imprescindible “leer” la violencia policial como una de las formas que asume la violencia institucional, y considerarla “hipertexto” de la violencia hospitalaria, judicial, geriátrica, psiquiátrica, escolar, carcelaria. Además, señala que la violencia policial muchas veces es invisibilizada: “Los jóvenes se han habituado al hostigamiento policial”, y lo “experimentan” como “parte de las reglas de llevar una vida en la calle, en los espacios públicos”.

Por su parte, Galvani señaló que es importante evidenciar cómo se habla de seguridad o su falta: “Se podría pensar la seguridad en términos laborales, estar inseguro por tener un trabajo precario, por utilizar medios de transporte ineficaces, el endeudamiento externo...”. Sin embargo, la inseguridad se fue atando al delito menor, al arrebato, a las cosas que perjudican nuestra realidad cotidiana en el momento, no a las grandes estafas al Estado, a los empleadores que tienen trabajadores en negro: a esos no se los percibe como delincuentes.

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