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Vientos del sur

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Dolores después del tornado que afectó la tercera parte de la ciudad.

“Partió la ciudad al medio”. Son palabras del intendente de Soriano, Agustín Bascou, y son metafóricas pero también literales: el tornado pasó desde el noroeste hacia el sureste. Dejó cuatro muertos, 500 heridos y cerca de 1.000 casas y comercios destruidos, y sacó a flote muestras de solidaridad pero también diferencias entre los barrios pobres y los no tanto.

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Nadie lo vio venir. Un primer informe del Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet) explica que la causa fue un flujo de aire húmedo e inestable que vino del norte. A las 11.00 del viernes, las estaciones meteorológicas de la región ya habían detectado algo raro: la temperatura en Mercedes era de 30 grados, pero en Colonia y San José fluctuaba entre 20 y 21, una diferencia que anunciaba tormentas, pero no lo que pasaría cinco horas después. “Es un fenómeno de predictibilidad muy difícil, incluso con el instrumental avanzado que no hay en la región”, dijo Juan Andrés Roballo, prosecretario de Presidencia.

Primero se inquietaron los perros, recuerdan algunos vecinos. Ema, rubia y propietaria de cuatro paredes sin techo que antes del viernes fueron almacén, cuenta que vio que los suyos se ponían a ladrar contra la ventana del living. Después se escuchó un zumbido que algunos doloreños describen como un chillido y otros como un rugido. Raúl, que vive a tres cuadras de la plaza central, dice que lo que vio fue como una licuadora gigante; las aspas eran las chapas que el tornado venía arrastrando desde las primeras casas al borde de la ciudad y que vibraban con el aire en su giro espiral a 250 kilómetros por hora. A Ema se le voló el techo, la mercadería y la caja registradora, que tenía unos 18.000 pesos. Raúl se encerró en el baño y esperó a que pasara lo que tenía que pasar. El ruido se alejó, apenas, pero pronto empezó a acercarse. El tornado más potente registrado en Uruguay estaba cometiendo la infracción probabilística de pasar dos veces por su casa.

La herida diagonal que dejó este monstruo climático, que duró entre tres y cuatro minutos, dejó dos grandes zonas intactas. En la esquina de las calles Carlos Puig y Rodó se ve clarito: de un lado, casas que no parecen haber estado en la misma ciudad que perdió 30% de sus edificaciones; del otro, una panadería con el cartel arrancado, retorcido e ilegible, testigo de la -relativa- levedad de uno de los bordes exteriores del tornado.

Otras construcciones no tuvieron tanta suerte. Ruben Martínez tenía un museo casero de motos y hasta hace unos días tenía 100, muchas de ellas antiguas, repartidas en tres galpones. Uno de ellos se voló prácticamente entero, y el tornado se llevó 20 de sus birrodados de colección. Un par aparecieron en “el medio del campo”. Del resto, ni una tuerca.

De la iglesia evangélica local sólo quedaron de pie la pared frontal y la trasera, que deja ver un altar con una cruz estoica que sobrevivió a los vientos que se llevaron el techo. El padre Gustavo Saavedra, referente barrial de la capilla San José, hace puerta después de una misa llena de pedidos por los que la están pasando mal. El párroco quedó prendido de la imagen de un señor que vio volar desde su auto. ¿Se dobla o se quiebra la fe después de un desastre como este? “Esto fortalece la fe y nuestro compromiso como cristianos”, dice Saavedra, que con otros padres de la ciudad improvisó tres comedores para los damnificados. “Cristo fue generoso y quiere que también lo seamos”. La iglesia católica principal, ubicada a dos cuadras, sobre la plaza principal, se veía intacta, pero los daños en el techo obligaron a evacuarla y las luces exteriores se murieron.

Cuando se apaga el sol y todo el resto

La noche del viernes fue absolutamente oscura. Como prácticamente todo lo vertical de la ciudad, los postes de luz se cayeron, y los cables de alta tensión se desparramaron por la mayoría de las veredas mostrando sus fibras de cobre. UTE, cuenta un funcionario local, tuvo que dejar la mayoría de las cuadras sin energía para evitar que la gente se electrocutara.

El tornado también visitó la torre principal de Antel, que quedó abierta como una flor de metal y dejó a más de 80% de los celulares sin cobertura; el resto funcionaba gracias a otra torre, ubicada en las afueras, que la telefonía nacional comparte con Movistar. Casi todo el fin de semana la señal iba y venía, lo que complicó las tareas de coordinación. También había muchas llamadas preocupadas de habitantes de otros departamentos con familia en Dolores, cuenta un técnico de Antel en el descanso posterior a instalar una torre portátil que restableció parcialmente la conexión de los celulares doloreños con el resto del mundo.

La primera noche, la del viernes, fue de terror. Muchos propietarios de comercios dejaron un sereno para que cuidara las mercaderías sobrevivientes al impacto, pero no fue suficiente. Anaclara, esposa del dueño de un supermercado que se quedó sin techo, cuenta que se vio cómo algunos vecinos se llevaban productos. Lo dice con un puñado de pilas AAA en la mano, mientras otros integrantes de la familia cargan en un tráiler los artículos que quedaron enteros: paquetes de pañales, latas de arvejas, revistas embolsadas de diseño de interiores que en el contexto parecen un chiste muy negro. Llevan dos días transportando cosas y tienen para rato. No tuvieron que lamentar heridos, pero el futuro se les hace barranca abajo a empleadores y empleados: “Cuando vimos que se venía nos metimos en la oficina y no nos pasó nada. Quedó intacta. Pero ahora tenemos el seguro de paro, y ¿después qué hacemos?”, se pregunta una cajera.

150 oficiales de la Guardia Republicana llegaron el viernes desde Mercedes para reforzar la seguridad en esa primera noche e instalaron un turno nocturno entre las 19.00 y las 7.00, dijo en conferencia de prensa ayer el director nacional de Policía, Mario Layera. Además, el sábado comenzaron a sobrevolar las calles los drones del Ministerio del Interior; el resultado fueron cinco detenidos por saqueos (dos menores de edad y tres mayores), que están a disposición de la Justicia, y otros dos por denuncias de vecinos, que fueron liberados a las pocas horas.

Sangre en los surcos

El sistema de salud de Dolores se tensó, pero no se quebró. Al menos, así lo evalúa Susana Muñiz, presidenta de la Administración de los Servicios de Salud del Estado (ASSE). Sí hubo inconvenientes: los médicos atendían como podían a los pacientes que iban llegando al Hospital de Dolores, pero toda el área de internaciones había quedado sin techo, con rajaduras y goteras. “No es un daño edilicio que represente peligro de derrumbe”, dijo a la diaria Richard Millán, gerente general de ASSE, que estuvo reunido con arquitectos del Ministerio de Vivienda, Ordenamiento Territorial y Medio Ambiente que, desde el sábado y por unos cuantos días, recorrerán las zonas afectadas para evaluar y tasar los daños.

Nadie se quedó sin atención, dijo Jorge Quian, director general de Salud del Ministerio de Salud Pública. Susana Muñiz evalúa con optimismo el trabajo en conjunto con las instituciones privadas: “Los pacientes llegaron al primer servicio que pudieron y nadie les preguntaba de dónde eran afiliados”. En el caos de la primera tarde en el hall del hospital (que, según cuenta una enfermera que durmió poco, estaba tapizado de sangre) se logró atender a 200 lesionados, derivar a dos niños en estado de gravedad a dos CTI de Montevideo y a un tercero a uno de Paysandú. Hasta ayer, el Sistema Nacional de Emergencias contaba cuatro muertos y 500 heridos.

Hubo cerca de 30 personas evacuadas, aunque los hogares afectados son cerca de 1.000. Mariela Fajardo, directora de Acción Social y Familia de la Intendencia de Soriano, explica que muchos doloreños no quisieron abandonar sus casas por miedo a que les roben las cosas que el tornado no se llevó, y que muchos otros se autoevacuaron en casas de vecinos o familiares. Ella es quien está a cargo del estadio techado de Dolores, que se convirtió en base de operaciones improvisada de primeros auxilios, comedor y logística de las donaciones. Las gradas están llenas de montañas de ropa que funcionarios y voluntarios van clasificando por prenda y por talle. En una esquina hay una pila de paquetes de pañales descartables. En un costado, jóvenes voluntarios con el título de medicina nuevito aplican gasas y alcohol sobre los heridos leves. En otro rincón están alineadas las camas y colchones donados donde las familias desalojadas dormirán hasta quién sabe cuándo. Las ollas de guiso que facilitó el Instituto Nacional de Alimentación ya están vacías y saciaron el hambre de niños que corretean por la cancha y de más de un perro que después del tornado adquirió calidad de callejero. Porque eran perros de los barrios más pobres de Dolores, donde la mayoría de las casas no se derrumbaron: desaparecieron.

No sopla a todos por igual

Pasar un tornado en una casa precaria tiene sus ventajas, explica Leandro Palomeque, director de Bomberos: las “estructuras nobles”, hechas de ladrillos, bloques y cemento, son las que, cuando se derrumban, se llevan más vidas. Menos dañinas y más fáciles a la hora de improvisar un rescate a manos de los vecinos son las “estructuras livianas”, o sea, los ranchos. Las estructuras nobles de Dolores fueron culpables de que más de 50 personas quedaran atrapadas bajo escombros y que una de ellas muriera bajo el techo colapsado de una automotora céntrica. “Es la destrucción de estructuras más grande que se ha registrado en los últimos años”, cuenta Palomeque a la diaria.

En los barrios pobres como Los Altos, en cambio, el paisaje era como de posguerra: cuadras y cuadras de terrenos baldíos llenos de maderas y chapas, recuerdos de lo que hasta el viernes de tarde eran casas y comercios. Entre las ruinas se adivinan señales del pasado reciente: juguetes, electrodomésticos, adornos y hasta un cartel que dice “abierto”, de un almacén que no va a abrir pronto. Un almacenero cuenta que vio volar su refrigerador lleno de helados. Algunas habitaciones quedaron amuebladas y con los adornos en su lugar, pero sin techo. Otra quedó como la versión triste de un estudio de televisión: perdió sólo una pared. Las motosierras y los camiones de la intendencia cortan y se llevan los árboles que ocuparon veredas, invadieron patios y partieron muros. Familias miran el cuadrado de terreno donde antes estaba todo lo que tenían.

La ayuda llegó desde obreros y empresarios. La misma noche del tornado, una brigada de 100 militantes del Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA) de Soriano se lanzó a juntar pedazos de casas, y varios propietarios de compañías de tractores, camiones y retroexcavadoras pusieron su maquinaria a disposición para desatar el enredo. La ayuda fue tanta que hubo que decir basta, cuenta el intendente Bascou. “Eran demasiados camiones y no se estaba pudiendo maniobrar”. También hubo que avisar que la mano de obra voluntaria era suficiente, y la departamental del SUNCA de Soriano comunicó a sus afiliados de Montevideo que no enviaran a la comitiva que se preparaba para llegar el domingo. Incluso colaboraron con las tareas siete presos de la Unidad 24 de Soriano.

Ayer de mañana, el presidente Tabaré Vázquez recorrió la ciudad, conversó con los vecinos y prometió que se enviarían 5.000 chapas para cubrir los techos de los ranchos que quedaron huérfanos. Más tarde ofreció una conferencia de prensa en el hostal Los Espinillos, ubicado en una de las zonas menos afectadas de la ciudad. Al menos por el tornado, porque el río San Salvador, que el sábado quedaba a dos cuadras del hostal, se tragó una calle entera, un cantero, otra calle y la escalinata del edificio. El presidente confesó que quedó “impactado” al ver con sus propios ojos las dimensiones de lo que ya habían sugerido los informativos. Vázquez anunció que el gobierno recibirá donaciones de empresas, que la Oficina de Planeamiento y Presupuesto de Presidencia encauzará hacia los doloreños, y que el gobierno está diseñando préstamos rápidos y de bajos intereses para financiar la reconstrucción de las casas que ya no están. El sábado el gobierno ya había decretado duelo nacional por el tornado y la suspensión del Consejo de Ministros que se preveía hacer hoy en Minas.

Es domingo y el sol sugiere algún rayo. Las vecinas barren los vidrios de las veredas, y las calles, casi todas despobladas ya de escombros, están vacías. La calma después de la tormenta se respira en una ciudad que sale de un shock y empieza a entender que pasó un tornado y la partió al medio. En la plaza principal se hizo la luz: UTE empezó a reconectar algunos cables, y varias casas, incluida la iglesia, iluminan la tarde que casi es noche. Un comerciante que ya no tiene comercio encuentra, sin darse cuenta, una idea que condensa el ánimo de la ciudad después de la tragedia: “¿Viste el zumbido que se escuchaba cuando estaba por venir el tornado? Bueno, pasaron dos días y algunos vecinos míos todavía lo siguen escuchando”.

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