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Movilización de jubilados. Foto: Sandro Pereyra (archivo, julio de 2015)

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Solución al problema de “cincuentones” pasaría por reconocerles plenamente sus aportes previos a la reforma.

Recientemente, un grupo de “cincuentones” próximos a su edad de retiro se percataron de que sus jubilaciones serían menores que las que han obtenido otros ya retirados con historias laborales similares. Se trata de los que en 1996 fueron obligados por la Ley 16.713 a aportar a un régimen mixto de seguridad social. Un estudio realizado por Álvaro Forteza y Ianina Rossi, integrantes del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, ayuda a identificar “potenciales perdedores y ganadores” de la reforma, dando cuenta de que el problema es exclusivo de los trabajadores de ingresos medios y altos, y que en el caso de los “cincuentones” se podría revertir si se les hiciera un reconocimiento pleno de sus aportes previos al cambio, una solución costosa pero “integral” del problema.

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La ley que reformó a mediados de los 90 el sistema de seguridad social previó una transición gradual entre el régimen anterior de jubilaciones -de capitalización colectiva y universal- y el nuevo régimen mixto, en el que se incorporó el ahorro individual por medio de las Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional (AFAP). Se dispuso que aquellos que al 1º de abril de 1996 tuvieran 40 años o más, no estuvieran jubilados y no hubieran generado ya causal jubilatoria, formaran parte de ese “régimen de transición”, aportando exclusivamente al pilar público de reparto administrado por el Banco de Previsión Social (BPS), dejando así a los “cincuentones” de hoy -que en ese entonces tenían 39 años o menos- como las primeras generaciones amparadas por el régimen mixto gestado en 1996.

Estas personas, ya próximas a su edad de jubilación, fueron informadas de que lo que van a recibir si se retiran a los 60 años es notoriamente menor que lo que percibirán otros con similar historia laboral y de aportes, pero que se retiraron por el régimen de transición.

Los simuladores

Los académicos presentan dos conjuntos de simulaciones, en busca de encontrar la naturaleza del problema. Un primer ejemplo da cuenta de un trabajador con un salario de 120.000 pesos a lo largo de su vida laboral, que se pretende jubilar a los 60 años después de haber aportado durante 35 sin interrupciones. Si se jubilara por el “régimen de transición” cobraría 53.000 pesos mensuales, mientras que por el mixto obtendría 18.000 menos.

Esto se debe a que el BPS paga una jubilación equivalente a 50% de los aportes, o sea 60.000, pero tiene un tope de 53.000 pesos. Por otro lado, el sistema mixto distribuye los aportes de la siguiente manera: los primeros 40.000 pesos del salario van al pilar “solidario” que administra el BPS (y obtiene 20.000 de jubilación por ellos), y los restantes 80.000 a las AFAP, que logran conformar un fondo de casi 3,68 millones de pesos con el que el trabajador deberá adquirir un seguro de renta vitalicia, un contrato con una aseguradora que le provee una jubilación hasta su fallecimiento. Según las reglas dictadas por el Banco Central, la aseguradora deberá pagar no menos de 4,2 pesos (varía según el sexo y la edad) por cada 1.000 pesos acumulados, por lo que, llevándolo al límite, el aportante recibiría 15.000 pesos que, junto a los 20.000 que le corresponderían por el BPS, sumarían 35.000.

Ahora bien, muchos de los “cincuentones” habían aportado durante años al BPS antes de la reforma. Suponiendo que el individuo del ejemplo hubiera empezado a trabajar a los 25 años y, por ende, hubiera aportado durante 14 años al BPS antes de ser obligado a pasar al sistema mixto, su aporte al BPS se compondría de los 20 mejores años. Siguiendo con el ejemplo de los 120.000 de sueldo, serían 14 de 120.000 y seis de 40.000, lo que, en promedio, da 96.000 pesos. Aplicando la misma tasa de reemplazo, su jubilación por BPS sería de 48.000 pesos que, sumados a los 15.000 de la aseguradora, totalizan 63.000 pesos.

Lo importante, para los autores, es dar cuenta de que la renta vitalicia que paga la aseguradora por los aportes a las AFAP “no compensa la diferencia de la jubilación del pilar ‘solidario’ entre los regímenes mixto y ‘de transición’”. Naturalmente, un fondo suficientemente grande sí la compensaría, pero el contemplado (de 3,68 millones de pesos), dicen, es “lo que cabe esperar” para las circunstancias planteadas.

Los perdedores y los ganadores

Este problema que se plantea para un trabajador con un salario de 120.000 no es tal para los que cobran sueldos más bajos, sobre todo si son de menos de 40.000 pesos, ya que la ley establece que quienes ganan menos de eso no tienen obligación de aportar a las AFAP, aunque sí pueden hacerlo voluntariamente.

La Ley 16.713 estableció en su artículo 8 que los trabajadores con ingresos menores o iguales a 5.000 pesos de 1996 (40.000 de 2016) pueden optar por aportar la mitad de sus aportes personales a un fondo de ahorro individual. En caso de hacerlo, su salario básico jubilatorio por el pilar ‘solidario’ es bonificado en 50%, entonces, si bien sus aportes a este se reducen a la mitad al elegir esta opción, su salario básico jubilatorio sólo se reduce 25%, producto de la bonificación. “Si se elige la opción correcta, el régimen mixto da resultados iguales o mejores que el régimen de transición para estos trabajadores”, establecen los autores.

Entre los trabajadores con ingresos medios y altos, la situación es un tanto más compleja. Suponiendo que el salario real crece en el transcurso de su carrera laboral (llegando a una diferencia de 40% al momento de jubilarse con respecto al inicio de sus aportes), entre tres trabajadores con salarios de 20.000, 80.000 y 120.000 pesos, las diferencias son abismales. El trabajador de mayores ingresos obtendría una jubilación de 36.000 pesos por el régimen mixto (67% de los 54.000 que ganaría por el régimen de transición), el del medio alcanzaría una jubilación de 29.000 pesos (casi 75% de los 40.000 que le corresponderían por el viejo régimen) y el de menores ingresos se queda con lo mismo si decide no aportar a las AFAP, pero si lo hace genera una jubilación 20% mayor. “El problema es, entonces, de los trabajadores de ingresos medios y altos. Los trabajadores de bajos ingresos no son perjudicados, e incluso pueden beneficiarse con el cambio”, afirman los autores.

Como se mencionó, la ventaja dependerá de la renta vitalicia que podrá contratarse en la aseguradora, que depende de las contribuciones mensuales, pero “también, y muy fundamentalmente, del tiempo en que se realicen y capitalicen esas contribuciones”. Los ejemplos presentados se realizan con los “cincuentones”, quienes antes de 1996 no aportaban al régimen mixto y, por lo tanto, sólo pudieron acumular 20 años en su fondo de ahorro previsional, ya que antes no existía esta posibilidad.

Los autores establecen que por esa razón “este problema se irá atenuando en las próximas generaciones”. Un nuevo conjunto de simulaciones concluye que “las diferencias a favor del régimen de transición se reducen al bajar la edad, confirmando que el peso de la reforma recayó en mayor medida en los actuales ‘cincuentones’ que en las generaciones más jóvenes”. También se observa que la diferencia a favor del régimen de transición se reduce con la edad de jubilación, porque la renta vitalicia crece en forma muy significativa y cada vez más pronunciada con la edad de retiro.

“Si el BPS reconociera la totalidad de los aportes realizados previos a la reforma de seguridad social, los ‘cincuentones’ obtendrían jubilaciones sensiblemente mayores”, logrando incluso montos mayores en el régimen mixto, aunque con mayor beneficio para los “cincuentones” más cercanos a los 60 años, por tener más largo historial de aporte en el viejo sistema. Aun así, los autores destacan que no conocen estimaciones del costo que tendría tal reconocimiento ni cuentan con información que les permita estimarlo. “Es probable que el costo sea elevado, justamente porque parece ser una solución integral al problema”, sostienen.

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