Después de diez años de altas tasas de crecimiento como consecuencia del alza en los precios de los commodities, empujados por la demanda china y un dólar “débil”, los países de América del Sur están ingresando hoy en una etapa descendente de su ciclo económico, marcada por la reversión de estos factores. El segundo Reporte de Recursos Naturales y Desarrollo producido por la Red Sudamericana de Economía Aplicada abre el debate sobre qué tanto ha cambiado la dependencia de las economías del sur en cuanto a las exportaciones de recursos naturales, y analiza otros problemas complementarios -aunque de más largo plazo-, como el envejecimiento poblacional, el cambio climático y el cambio tecnológico, que influirán en la cantidad y calidad de puestos de trabajo en el futuro próximo.
Previos episodios de fortalecimiento del dólar coinciden con drásticas desaceleraciones del crecimiento en América del Sur, y el presente no parece ser la excepción. Algunos países están mejor preparados que otros para enfrentar las turbulencias; sin embargo, la adaptación a la nueva realidad implicará -en todos los casos- presiones tanto en materia económica como social.
El informe analiza uno de los efectos medibles del impacto, que tiene que ver con la reducción en los ingresos de las exportaciones por los cambios en precio y cantidad, que afectan principalmente a los países agropecuarios. Si bien Uruguay sufrió consecuencias de este tipo en los episodios pasados de apreciación del dólar (en los años 80 y cerca del 2000), el reporte establece que en el momento actual, tanto Uruguay como Paraguay, “por ser más diversificados hacia dentro de los recursos naturales y con mayor rol para la ganadería, lograron evitar el colapso de la riqueza”, ya que en ese sector los precios no sufrieron caídas considerables.
Otro signo tiene que ver con el endeudamiento externo y la vulnerabilidad financiera de cada economía, marcada por la presencia del dólar en los depósitos. En este punto, se afirma que Uruguay “ha podido reducir su exposición” y ahora registra valores “históricamente bajos”, pero “el nivel de dolarización es aún alto en términos comparativos”. Si bien en los anteriores casos de fortalecimiento de la moneda estadounidense la vulnerabilidad de la región era moneda corriente, al día de hoy se afirma que “no hay ningún gobierno de América del Sur con una posición débil”. Y es más, siete de ellos presentan “posiciones fortalecidas”, producto de la reducción de sus deudas que han alcanzado en esta última década.
Fuerzas de cambio
Pasando de la coyuntura actual a una mirada más a largo plazo, el reporte aborda cuatro “fuerzas de cambio” en la distribución global de las tareas de producción: el envejecimiento poblacional, la fragmentación de la producción, la automatización de las tareas y el cambio climático.
Uruguay se despega del resto de los países de América del Sur en términos de “transición demográfica”, el proceso por el cual la relación entre activos y pasivos pasa de niveles altos (como se dio a principios del siglo XX) a niveles cada vez más bajos, debido a que el crecimiento poblacional es insignificante y los adultos mayores van tomando un papel central.
La fragmentación de la producción no es un asunto nuevo. Se trata de la “segunda ola” de la división internacional del trabajo, en la cual las tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC) cambiaron (más específicamente redujeron) de una manera radical los costos de coordinación, impulsando el offshoring (la relocalización de los procesos de negocios desde un país a otro) y el outsourcing (la contratación de un proceso de negocio por fuera de la empresa).
En la misma línea, la automatización del trabajo está relacionada con la división del trabajo que existe entre los seres humanos y las máquinas, y la reorganización de los mercados de trabajo que eso produce. Para entender este cambio estructural es necesario diferenciar entre las tareas y las habilidades (o calificación de un trabajador). Impulsar el progreso tecnológico y desinflar el costo de los dispositivos tecnológicos brinda, por un lado, mayor fluidez a los límites entre las “tareas de capital” y las “tareas laborales”, y, por otro, abre nuevas oportunidades de trabajo relacionadas con la aplicación de estas nuevas tecnologías.
Durante los últimos diez años el porcentaje de empleados poco calificados cayó en toda la región, pero el informe da cuenta de que en Uruguay la mejora fue “leve”. De hecho, nuestro país es el que tiene mayor número de trabajadores poco calificados dentro de la fuerza de trabajo asalariada en América del Sur. En cuanto a la variación de la mano de obra calificada (que se define como aquellas personas que cuentan con secundaria completa y estudios superiores), una vez más Uruguay se caracterizó por tener los menores cambios; “las tasas efectivamente cayeron en todos los sectores salvo en los servicios sociales -donde no hubo cambio- y en los servicios financieros y la administración pública, donde aumentaron”.
Según el reporte, el cambio climático conformaría la cuarta fuerza después del acuerdo alcanzado a fines de 2015 en París, en el que 196 países consensuaron mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los 2º C respecto de los niveles preindustriales. Si los países cumplen con el acuerdo, deberá terminarse con el empleo en industrias altamente contaminantes como minas de carbón, pesca de bacalao, industrias forestales y plantas de acero; deberá transformarse el empleo en la agricultura disminuyendo el uso de fertilizantes y agua y la degradación de los suelos; y, en contrapartida, se originarán oportunidades de trabajo en las nuevas fuentes de energía como el viento, el sol y otras renovables.