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El neoliberalismo religioso

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Sobre la teología de la iglesia del apóstol Márquez y los hogares Beraca.

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El neopentecostalismo, también llamado “movimiento carismático”, ofrece, además de sostén espiritual, promesas de prosperidad y éxito. A cambio, los fieles deben sumisión a la jerarquía de la iglesia, encabezada por los apóstoles: pastores autoasignados al “ministerio”, que aseguran recibir su autoridad directamente de Dios.

En Uruguay hay un primer apóstol: Jorge Márquez, de la Iglesia Misión Vida para las Naciones, que, además, gestiona la organización no gubernamental Esalcu, cuna de los hogares Beraca. El 13 de julio, la teóloga Stefanie Kreher y el trabajador social e investigador de organizaciones basadas en la fe Nicolás Iglesias explicaron a la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Representantes el alcance de la estructura teológica que está detrás de estos centros de “rehabilitación” mediante el amor a Dios y el trabajo.

Según Iglesias, la vida en Beraca, donde viven unas 1.200 personas, está marcada por un “fuerte disciplinamiento, una estricta rutina, oraciones y actividades religiosas obligatorias, comida limitada -como ya fue denunciado-, testimonios motivacionales, alto control de la vida personal, trabajo obligatorio diario con jornadas de más de ocho horas y aislamiento social y familiar”. Desde el lado teológico, Kreher explicó que la “obediencia plena” es característica del neopentecostalismo: “Hacer un cuestionamiento [al apóstol] es bastante complejo, porque no hay un límite del poder más que Dios. Por tanto, si se cuestiona al apóstol, se está cuestionando la autoridad de Dios”. A su vez, aclaró que el “beneficio” que obtienen los creyentes por tener un apóstol -se estima que la iglesia tiene aproximadamente unos 15.000 miembros- es la “cobertura espiritual” que brinda, ya que es “reconocido por un éxito en lo administrativo y organizacional”.

En ese sentido, agregó que el neopentecostalismo tiene dos grandes influencias: la teología de la prosperidad y la del dominio. La primera sería “una especie de negocio que Dios hace con el creyente […] una promesa de prosperidad financiera […] desde el presupuesto que dice que Dios quiere que todos seamos ricos”. El mensaje es que si uno obedece a Dios, es decir, al apóstol, “va a salir adelante” y ser “sano” -la enfermedad y el fracaso tienen que ver “con una desobediencia o falta de fe”-. Por otro lado, la teología del dominio “busca ejercer influencia o control sobre el gobierno civil secular mediante la acción política, […] cuyo objetivo es el establecimiento de una nación gobernada por cristianos, o de una nación gobernada por una comprensión cristiana conservadora de la ley bíblica”, sostuvo Kreher. Es una teología que habla de la guerra espiritual, en la que hay demonios, organizados en territorios, a los que hay que combatir.

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