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Juan Raso Delgue, Nataly Rodríguez Bessio y José Iglesias en la mesa “La cuarta revolución industrial y el empleo del futuro”, el jueves en la Universidad de la República. Foto: Pablo Albarenga

Revolución industrial en 3D

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La cuenta es clara. La primera revolución industrial fue la del maquinismo, en 1766, cuando James Watts inventó la máquina a vapor; la segunda se dio en 1915, de la mano de la teoría y práctica en la producción taylorista-fordista; la tercera revolución industrial se puede situar en los comienzos de los años 80 del siglo XX, marcada por las nuevas tecnologías de la comunicación, que permitieron la tercerización de la empresa tradicional, el teletrabajo y la expansión de nuevas formas de trabajo independiente o semiindependiente. La cuarta revolución industrial ya llegó, gracias al desarrollo de la robótica, la nanotecnología, la impresión 3D y el desarrollo en las áreas de la inteligencia artificial. ¿Estamos preparados?

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En la Facultad de Derecho se desarrolló la actividad “La cuarta revolución industrial y el empleo del futuro: un desafío para el derecho del trabajo y las relaciones internacionales”.

La mesa de disertantes estuvo dirigida por el abogado y profesor Juan Raso Delgue, y como panelistas participaron los abogados Nataly Rodríguez Bessio, José Iglesias y Martín Carrasco, además de Nelson Loustaunau, subsecretario de Trabajo y Seguridad Social.

El primero en abordar la temática fue el doctor Raso. Su discurso se refirió a cómo están siendo afectados los paradigmas actuales del mundo del trabajo, las relaciones laborales y la seguridad social, y cómo seguirán siendo afectados por la tecnología como punta de lanza. Dio datos que impresionan: siete millones de empleos pueden perderse en los próximos cinco años por los cambios que pueden darse (y se están dando) en lo que el Foro Económico Mundial denomina “la cuarta revolución industrial”. Es evidente: las nuevas tecnologías tienden a desplazar a la mano de obra humana, y si bien crean nuevos puestos de trabajo, el número es bastante inferior al de puestos que se ven desplazados. Buscando la reflexión, al final de su oratoria Raso planteó varias preguntas: ¿cómo prepararnos, cómo reaccionar a la cuarta revolución industrial? ¿Cómo, mediante el derecho del trabajo y las relaciones laborales, se podrá construir solidaridad entre trabajadores con una fuerte autonomía personal? En Uruguay, donde la tasa de la población tiende a envejecer en el futuro, ¿cómo asumirá el desafío nuestro sistema de seguridad social?

Una misma realidad

La segunda disertante fue Nataly Rodríguez Bessio. La abogada comenzó definiendo tres conceptos centrales para la temática en cuestión: disrupción -aquellas innovaciones que producen una ruptura brusca con lo que había antes-, trabajo -para cuya definición se valió, entre otras, de las palabras de Américo Plá Rodríguez: “todo comportamiento humano encaminado a producir algo”-, y futuro -del latín “futurus”, que significa “lo que está por venir”-. A partir del análisis de estos conceptos, Rodríguez Bessio fue clara: “El trabajo existirá siempre, por tanto los cambios que hoy se presentan y los que se implementarán en el futuro son las nuevas tecnologías aplicadas al trabajo”.

Con la robótica, la inteligencia artificial y la nanotecnología como agentes de cambios que avanzan a ritmo vertiginoso y que van a impactar profundamente en las formas de empleo y en las relaciones laborales; frente a las nuevas redes de relaciones y de movilidad o la formación de mercados mundializados; con el cada vez más creciente mundo del teletrabajo o trabajo a distancia, formas que no requieren contacto personal -con los riesgos que esto supone para las organizaciones sindicales-, pero que sí necesitan procesos digitales por lo general individuales. Ante el reto que todo esto significa para los gobiernos y para los distintos actores sociales, Rodríguez Blessio deslizó la cuestión: “¿Es posible adaptarse a los cambios que nos depara el futuro laboral?”. Tendremos trabajo. Literalmente. Para la abogada, el primer punto es indudable: “La redefinición de nuestra visión tradicional de las relaciones de trabajo constituye un desafío para las instituciones del mercado laboral. ¿Dónde caminamos en el presente? ¿Hacia dónde vamos en el futuro? Ambas cuestiones parecen ser la contracara de una misma realidad”.

Mañana es ahora

El siguiente expositor fue José Iglesias. El doctor hizo énfasis en los desafíos que tiene el derecho del trabajo para el futuro (no tan lejano). Sostuvo que es necesario que se reinvente la funcionalidad de los recursos humanos, que debe aprovecharse mejor la organización flexible del trabajo -si se quiere, con la colaboración intersectorial entre sectores públicos y privados-, que es necesaria más diversificación del talento y que hay que usar mucho más el análisis de datos y la profundización de las plataformas digitales, tal como lo expuso el último informe del Foro Económico Mundial.

Su alocución hizo referencia a los nuevos trabajos y a la necesidad de que la formación en ingeniería y ramas afines crezca ostensiblemente. “A corto plazo debería duplicarse la cantidad de graduados en ingeniería y de especialistas de datos, entre otros. Los trabajos nuevos apuntan a eso. Se cree que habrá 750.000 puestos de trabajos nuevos en ese sector para 2020, pero en Uruguay se gradúa un ingeniero cada 8.000 habitantes, mientras que en Corea del Sur lo hace uno de cada 625 personas”.

Ante el inminente avance de la robótica “con la misma fuerza que entró la máquina a vapor en el siglo pasado”, indicó que es probable que los trabajos manuales y los más repetitivos serán los que más sufrirán porque la inteligencia artificial convertirá en obsoletas varias actividades (cosa que no es nueva si tenemos en cuenta que casi la mitad de los empleos de hace 50 años ya no existe). La inteligencia artificial tomará decisiones. Los robots ya desplazaron varios de los trabajos mecánicos, y también lo harán con los trabajos intelectuales. Estamos lejos, pero hay que prepararse. Estamos ante cambios de paradigma en las relacionales laborales que trascienden ampliamente lo jurídico. Abarcan la economía, la sociología, la medicina -por mencionar algunas áreas- y, por supuesto, lo filosófico y lo ético. El abordaje debe ser interdisciplinario, y, aunque muchos de estos cambios aún son difíciles de comprender, los juristas, sobre todo los especializados en derecho del trabajo, así como los relacionistas laborales, no pueden ignorarlos. Deben intentar aprehenderlos, en lo posible, al mismo tiempo que se procesan. “Estamos en presencia de un nuevo orden laboral mundial. Ese es el desafío que debe plantearse el derecho del trabajo”, aseguró Iglesias en el cierre de su charla.

Luego de que Martín Carrasco abordara el tema de la incidencia de los microchips en el mundo del trabajo, el cierre de la actividad lo dio Nelson Loustaunau. El subsecretario de Trabajo y Seguridad Social se refirió a las transformaciones en el universo laboral, no sólo en el futuro, sino desde el presente, enfocándose en el comportamiento de la seguridad social. Ante las nuevas formas de producción que se avecinan, Loustaunau interpeló: “La pregunta es: en un sistema como el nuestro, siendo el país con mayor grado de formalización de América Latina, ¿qué va a ser de nuestro sistema de seguridad social? Los dirigentes sindicales, los empresarios, ¿están pensando en el problema? Parece que no, y es un gran problema. Quitándole la exclusividad del problema a Uruguay, hay que plantearse las próximas formas de regular. El mundo del trabajo, del comercio, de la producción, va a ser uno solo. Este no es un problema que deba resolver Uruguay, sino la comunidad internacional. Es el mundo de hoy el que nos debe alarmar. Las fronteras de la ley se derrumban, van a desaparecer. Van a ser otras, en no tan lejano tiempo. Porque, ¿dónde está internet? No restrinjan su pensamiento, apuesten a esto. En ese mundo es donde van a vivir nuestros hijos, nuestros nietos”.

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