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Fumigación en Pocitos Nuevo. Foto: Santiago Mazzarovich (archivo, febrero de 2016)

Estudio interdisciplinario confirma que el dengue es un asunto médico cuando no han sido eficaces las medidas preventivas

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Desde 1997 Uruguay tiene Aedes aegypti en su territorio; antes de eso existía, pero se había podido controlar. Sin embargo, “todavía es un tema nuevo, ya que como problema tiene unos pocos años” y “no lo hemos incorporado a nuestros hábitos”, dice a la diaria el profesor titular de Entomología de la Facultad de Agronomía de la Universidad de la República, el ingeniero agrónomo César Basso, que acaba de presentar los avances de estudios multidisciplinarios vinculados al tema. Uno de los proyectos que acaban de terminar se ha desarrollado durante cuatro años, con un carácter que se denomina “multicéntrico”, ya que incluyó a ciudades de distintos países: Acapulco, en México; Fortaleza, en Brasil; Girardot, en Colombia; Machala, en Ecuador, y Salto, en Uruguay. El proyecto fue financiado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Para Basso, la “gran particularidad” del enfoque es “partir de distintas determinantes eco-bio-sociales”, es decir, biológicas, ecológicas, pero también urbanísticas y antropológicas, para componer un enfoque que llaman “ecosistémico”. Algunas veces, dice el ingeniero, “se piensa que es un tema estrictamente médico” y que, a pesar de que también depende de los médicos, esa parte es “casi una consecuencia de todo lo que tendría que haberse hecho antes”. El equipo se formó integrando a investigadores de las facultades de Agronomía, Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Humanidades y Ciencias de la Educación, Veterinaria y Ciencias, y trabaja desde hace más de diez años.

Una de las novedades que surgen del informe y, según los investigadores, debe incorporarse en los análisis es la elaboración de “mapeos de riesgo”, es decir, “analizar las ciudades y detectar cuáles son las áreas y las condiciones que predispongan más el desarrollo de mosquitos y la posibilidad de la aparición de la enfermedad”. Esto “depende de la cantidad de recipientes, pero también de las condiciones en las que estos recipientes se encuentran, ya que, por ejemplo, cuando están a la sombra generan mejores condiciones para el desarrollo del mosquito”. Cita el caso de Salto, en el que “los recipientes sin uso eran 10% del total de los recipientes y, sin embargo, albergaban más de 60% del número de mosquitos de la ciudad”. Están tratando de incorporar este análisis a las prácticas del Ministerio de Salud (MS).

El investigador sostuvo que la prevención “no es un problema de información, sino de que esa información no se traduce en una práctica” y “en cierta medida todos somos conscientes, pero en realidad, en nuestros domicilios siguen existiendo criaderos”. Hoy “no es posible plantearse la erradicación”, entonces “de lo que se trata es de mantener a las poblaciones por debajo del umbral de transmisión, y en eso se han centrado los esfuerzos durante todos estos años”.

Uruguay tiene en el invierno un aliado, ya que el frío ayuda a reducir las poblaciones del insecto. Este tiene que seguir siendo el esfuerzo: disminuir el riesgo. Respecto de las fumigaciones, Basso dijo a la diaria que “está comprobado que para bajar las poblaciones de mosquitos no tienen ningún efecto, sino que su efecto es más bien psicológico”. En este sentido, “además de la contaminación”, tienen la contra de que generan una “falsa seguridad”, lo que puede “llevar a la pasividad y a la desmovilización”. Sin embargo, cuenta que de las encuestas realizadas para la investigación surge que se trata de una de las medidas más reclamadas por los vecinos.

Al ser un mosquito doméstico, su control “depende en buena medida del comportamiento humano”, y esta es “una de las grandes dificultades” que explican que “a pesar de todo lo que se ha hecho, estos problemas sigan avanzando en el mundo”. Actualmente, “125 países tienen la presencia [del mosquito], y hay casi 400 millones de infectados”. Basso contó que durante las recorridas en Salto los vecinos se mostraron “muy interesados” en sumarse a las actividades, pero en ocasiones “no veían el asunto como un problema de sus domicilios, sino de otros, y tampoco eran proactivos”. Una de las dificultades en este sentido es “cómo desprenderse de los recipientes”, algo que hace que sea necesario “impulsar campañas instrumentales tendientes a brindar mecanismos que faciliten que la población se desprenda de los recipientes”.

El equipo está ayudando al MS en todo el país a mejorar los sistemas de encuestas y a afinar las propuestas y acciones a desarrollar. Por nuestra ubicación, explica Basso, “no es esperable que haya una gran epidemia, como en los países tropicales”, pero “la detección de los casos y la rápida actuación son un elemento clave y, al mismo tiempo, una de las mayores dificultades”. Uruguay desde hace varios años lleva adelante una campaña para eliminar recipientes. El investigador dijo que “si nos comparamos con zonas limítrofes que se encuentran en las mismas condiciones Uruguay ha trabajado mejor”, pero la aparición de casos muestra que “somos vulnerables”.

El zika, afirmó Basso, “es la situación más crítica en adelante” e implica “muchísimo riesgo”, ya que está “muy próxima a nuestro país”. Esta enfermedad implica un cambio cualitativo, “no porque vayan a haber muchos casos, sino porque esos casos pueden ser muy graves, de consecuencias irreparables”.

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