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Marcelo Barreiro. Foto: Pablo Vignali

Una charla con Marcelo Barreiro, profesor de Ciencias de la Atmósfera de la Udelar

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Según el docente de la Universidad de la República (Udelar), estamos en un momento “histórico” en que a la centralidad del tema del clima se suma que por primera vez alguien formado específicamente dirige el Instituto Uruguayo de Meteorología (Inumet). Por eso, considera que es la hora de potenciar la disciplina. En esta entrevista con la diaria, habla sobre clima y cambio climático y, entre otras cosas, invita a los jóvenes a estudiar meteorología, porque “se necesita” y porque “hay desempleo cero”.

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–Voy a la pregunta más elemental. ¿Qué es el clima?

-Es el promedio del tiempo en un período de por lo menos 30 años, de cualquier variable meteorológica, ya sea temperatura, precipitaciones o vientos. El clima es el resultado de la atmósfera, los océanos, el hielo y la biósfera. La gente tiende a pensar que el clima es lo que ocurre únicamente en la atmósfera, pero en realidad es mucho más complejo que eso, porque lo que ocurre allí depende de lo que pase en los océanos y en los hielos, y a su vez la atmósfera influye sobre los hielos y los océanos. También hay que tener en cuenta la biósfera terrestre, porque si cambiás la cantidad de bosques eso puede cambiar localmente las lluvias, afecta la evaporación que va a dar lugar a las lluvias; el clima medio es la interacción entre todos estos factores.

–Entonces, tomando esa definición, ¿qué es el cambio climático?

-Hay que aclarar algo desde un principio. Cuando hablamos de cambio climático nos referimos al cambio climático generado por el hombre. Esa frase se reserva a la acción antropogénica sobre el clima. Porque si uno lo mira desde un punto de vista más geológico, en escalas de millones de años, cambios climáticos ha habido siempre, desde que la Tierra se formó, y de forma completamente natural. El cambio climático del que hoy hablamos tiene que ver fundamentalmente con dos cosas: la emisión de gases de efecto invernadero y la emisión de aerosoles.

–¿Estamos ante un fenómeno nuevo?

-El primero que dijo que un aumento de las emisiones de gas de efecto invernadero iba a calentar la temperatura terrestre fue Jean-Baptiste Joseph Fourier, hace 200 años. El primero en detectar que el dióxido de carbono y el vapor de agua eran gases de efecto invernadero fue John Tyndall en 1859. Estamos hablando de avisos tempranos. Es difícil discutir una cosa de esas. En la misma época en que se estaba desarrollando la física para entender estos procesos se estaba desarrollando la física que gobierna el electromagnetismo, o sea, todo lo que tiene que ver con la luz, los fenómenos eléctricos. Nadie discute la existencia de las ondas electromagnéticas o que podemos tener comunicación por medio de ondas. Sin embargo, se discute a veces el efecto de los gases de efecto invernadero. Es una cosa rara.

–Entonces, ¿el cambio climático no es algo nuevo?

-No. Si la física asociada a esto se conoce hace 200 años, no hay excusas para decir que esto es nuevo. Pero lo que es real es que hay que emitir suficiente dióxido de carbono, o metano, en una suficiente cantidad de tiempo, como para empezar a alterar el clima. Si uno emite poco, evidentemente no va a ser un problema. Eso se ha ido intensificando en el siglo XX.

–¿Los cambios recientes pueden ser asociados al cambio climático?

-El efecto del hombre sobre el clima está claro. Nadie a esta altura lo puede discutir. El tema es cuáles son esos cambios y cuáles se pueden atribuir a la acción del hombre, que no son todos los que vemos en la televisión y escuchamos en la radio. Una cosa es decir que el hombre tiene impacto sobre el clima, pero otra muy distinta es decir que cualquier cosa que pase tiene que ver con el cambio climático. Eso, evidentemente, no es cierto. En particular en esta región, en la que tenemos una variabilidad climática muy grande. Cuando definimos el clima de una región no solamente hablamos del promedio. También de las variaciones año a año que tiene esa temperatura; eso es la variabilidad, que puede ser anual, en ciclos de cinco, diez o 20 años, puede haber variación dentro de una estación; hay muchos tipos de variabilidad en el clima. Esa variabilidad interanual en nuestro país es muy grande, en particular para las lluvias, y es parte de nuestro clima.

–¿Pero qué pasa con los fenómenos como las turbonadas y los temporales?

-Ahí ya estamos hablando de fenómenos meteorológicos a una escala de tiempo de unos minutos. Cuando vamos a escalas de qué va a pasar mañana o qué está pasando en estos días, hablamos de tiempo, no tanto de clima. Cuando hablamos de fenómenos que se dan a escala de metros o algunos kilómetros, como los tornados y las microrráfagas, hablamos de micrometeorología. Y esta es un área extremadamente difícil de predecir, porque son fenómenos que ocurren a escala de una nube. Lo que se podría hacer, si se tuviera una serie de datos suficientemente larga, es ver si estos eventos ocurren con mayor o menor frecuencia. Pero eso hoy no lo podemos decir, sencillamente porque no tenemos series de datos para determinar cuántos tornados han ocurrido en los últimos 50 años.

–¿Por qué no existen esos datos?

-Porque es difícil llevar una estadística de tornados. Hoy en día nos enteramos de los tornados porque alguien saca una foto. Pero tenés que estar realmente adelante para que vos lo veas, es un fenómeno que dura unos minutos. Si pasa por la mitad del campo vos no lo viste, pasó. Por eso es muy difícil tener estadísticas de fenómenos de pequeña escala. Y más en este país, donde la meteorología está muy atrasada, con décadas de atraso. Una de las formas para seguirlos es mediante radares, ahí se pueden encontrar algunas señales de la existencia de un tornado. Entonces, si tuviéramos una cobertura de radares para todo Uruguay, se podrían dar alertas más precisas, pero no tenemos nada de eso. ¿Ha cambiado realmente la frecuencia de tornados? No lo sabemos. Siempre hubo, eso te lo puedo asegurar. Pero si hay más o menos, no podría decirlo.

–¿Qué papel juegan los radares? ¿Son claves para la predicción? Porque ese fue uno de los centros de la polémica posterior al temporal del 3 de enero.

-Son una herramienta de predicción que sin lugar a dudas Uruguay debería tener. Los tienen Argentina, Brasil y Paraguay, por ejemplo. Lo que permiten, fundamentalmente, es seguir tormentas, ver cómo evolucionan. Mediante el eco que generan ciertas nubes, podemos hacer pronósticos de cómo se van a desarrollar, extrapolar las imágenes del radar hacia adelante. Es un pronóstico a corto plazo, de cero a dos horas, y para un pronóstico de este tipo lo mejor es tener un radar e imágenes satelitales de alta resolución. Si tuviéramos esa información a corto plazo, podríamos desarrollar un equipo de predicción de corto plazo, cosa que el Inumet hoy no puede hacer, porque no tiene la información. Pero un radar tampoco te soluciona la vida. Tenés que tenerlo, pero no es la solución a todos los problemas hoy. Se necesita gente calificada, entrenada para usarlo. No es prenderlo y decir mirá, ahí pasa algo. Si realmente queremos desarrollar esa actividad de investigación, necesitamos estudiar los fenómenos y entenderlos, para ayudar a la predicción. Esto no ocurre de la noche a la mañana.

–¿Por qué la meteorología está tan atrasada en Uruguay?

-Responde a varios factores, pero yo creo que el primero es esa conciencia o imagen que tiene el uruguayo de que en Uruguay nunca pasa nada, esa idea de que el clima es templado y tranquilo. Eso, definitivamente, no es así, y hace tiempo que se sabe que no lo es. En los años 80 ya se sabía que Uruguay estaba en una zona de tornados. Como trabajo en la meteorología, me cuesta entender cómo se ha dejado de lado tanto tiempo. Cerca de 70% de la economía pasa por el clima. ¿Por qué, entonces, ha sido dejada de lado? Realmente, es muy difícil la respuesta a eso. Por ejemplo, la carrera en la universidad estuvo abierta desde 1986 a 1995, y se cerró porque no había suficientes docentes para dictarla. Hubo dos egresadas -una de ellas es la actual presidenta del Inumet, Madeleine Renom- y recién volvió a abrirse en 2007. El otro camino es la escuela de meteorología del Inumet, que ha formado meteorólogos, y es una carrera técnica. Hay muchas dificultades para entender el clima y tener conciencia de que el clima de Uruguay es muy variable, que tiene fenómenos meteorológicos de todo tipo, excepto huracanes.

–Entonces, ¿te parece que la educación metereológica es una carencia en Uruguay?

-Eso va de la mano con el hecho de que no seamos conscientes de que este tipo de fenómenos pueden existir, y no se nos educa desde chicos para esto. Entonces, cuando llega el momento y ocurre algo, no sabemos cómo actuar. Lo ideal es que la gente sepa cuál es el procedimiento. Los profesores de geografía de Dolores me invitaron a dar una charla a los dos meses del tornado, sobre fenómenos extremos, y me decían que en los libros de geografía que ellos usan para dar clases dice que en Uruguay no hay tornados. Y que ellos cuando dan las clases les dicen a sus alumnos que no hay tornados en Uruguay. Sin embargo, hemos tenido tornados, históricamente, y desde los 80 se sabe que Uruguay es una zona de potencial tornádico, por lo que es factible que se desarrollen. Pero si vamos a los libros de texto con los que estamos educando a los gurises y dice que no hay tornados en Uruguay, ahí tenemos una falencia grande. Eso tiene que estar en los textos, forma parte de la cultura general. Ya hace años que sabemos de estos fenómenos, pero parece que los estuviéramos descubriendo ahora, en estos últimos años.

–¿Qué se puede hacer al respecto?

-Algo importante, en principio, es invitar a los jóvenes a que estudien la carrera de meteorología. Es una carrera que la gente conoce poco, tiene muy baja matrícula. Y la meteorología no es sólo la predicción del tiempo ni lo que sale en la televisión. Hay que abrir la cabeza en ese sentido. Las posibilidades de trabajo en el área son muy variadas. Por citar algún ejemplo, tenemos estudiantes trabajando a nivel de predicción de energía eólica en UTE, en el Laboratorio Tecnológico del Uruguay con la calidad de aire, o en la comisión técnica mixta de Salto Grande con la previsión de lluvias para la represa. Hay más trabajo que egresados. Es una carrera que hoy en día tiene desempleo cero. Necesitamos que vengan. En 2016 tuvimos de todo un poco, tornados, inundaciones, ciclones extratropicales, y eso quizás ayude a la concientización.

–El Inumet ha estado en el centro de las críticas. ¿Qué te parece que puede aportar?

-A veces se le achacan al Inumet muchas cosas que no hace, cuando efectivamente no puede hacerlas hoy en día. A nivel de predicción a corto plazo de eventos de escala pequeña, el Inumet puede hacer muy poca cosa, porque no tiene las herramientas que necesita. Yo creo que eso va a cambiar, pero no será de la noche a la mañana. La idea de la presidenta es que sea un instituto científico-técnico. Con su parte técnica de predicción y aplicación, pero con su parte de investigación asociada. Todo eso hay que desarrollarlo, y desde la facultad lo que queremos es apoyar ese proceso. Es el momento para hacerlo, el tema está en boga, está el apoyo político, hay que hacerlo de una vez por todas. El desarrollo de la meteorología operativa y la investigación en meteorología en Uruguay tienen que dar el salto en algún momento, y yo creo que es ahora, que por primera vez en la historia va a haber una doctora en meteorología como presidenta del Inumet. Este instituto tiene que elaborar una política de desarrollo de la meteorología en Uruguay, y para eso debe tener una visión. Por eso es tan necesario que sea una meteoróloga quien esté a la cabeza, que sabe lo que realmente es necesario y qué es lo que quiere para la meteorología. Esta no es una cuestión solamente de administración, una oficina más: implica pensar un camino. En Uruguay se puede hacer mucho, y no hay que desaprovecharlo. Eso la gente lo tiene que entender.

–El otro día un taxista me decía que vive muy cerca de la rambla, y estaba preocupado con esto de que las aguas van a subir. ¿Qué tanto de cierto hay en que ciudades como Montevideo se van a ver afectadas por el aumento del nivel del mar?

-El aumento del nivel del mar acompaña el calentamiento global terrestre. La temperatura del agua está más alta y por momentos se expande. Por otro lado, los hielos continentales se derriten, y esa agua va a terminar en algún lugar en el océano. El nivel del mar ha venido aumentando a nivel global a una tasa más o menos cercana a dos milímetros por año, y en estos últimos años a tres milímetros. Los datos de Uruguay indican que la razón de cambio del aumento de nivel del mar en Montevideo es de 1,37 milímetros por año, cerca de la mitad del promedio global. Pero los cambios más grandes pueden llegar a ser las tormentas atmosféricas, que pueden aumentar el nivel del mar costero a dos metros. Vientos del sur continuos, por varias horas, pueden generar un aumento de este tipo. El aumento del nivel del mar es constante y se va a ver en las costas, pero si llegáramos a detectar que existe un aumento en las tormentas en nuestras costas, de ciclones extratropicales, los vientos del sur pasarían a ser más comunes, eso arrastraría agua, y ahí sí tendríamos problemas más serios.

–Hablabas de la importancia de los bosques, ¿Qué importancia tiene su preservación?

-El cambio del uso del suelo altera las condiciones microclimáticas de la región. Si vos en lugar de bosque tenés un plantío de algo, evidentemente el clima local cambia. La deforestación del Amazonas, por ejemplo, es un grave problema para todo el mundo. Porque tiene un papel fundamental a nivel climático, y si uno lo deforesta, y en lugar de tener una selva tiene plantíos, eso va a generar cambios climáticos tanto locales como globales. En Uruguay todavía no hay grandes cambios en ese sentido, porque tampoco estamos llenos de bosques. Pero hay trabajos, hechos sobre todo en Argentina, que demuestran que cambios en el uso del suelo en algunas regiones y en algunas estaciones del año determinan cambios en las lluvias y en las temperaturas.

–¿Qué tan importante es en el cambio climático la disputa geopolítica? Cuando surgió Donald Trump como candidato a la presidencia de Estados Unidos trascendió que tenía un asesor que no creía en el cambio climático, y que podría llegar a boicotear las articulaciones para frenarlo.

-A nivel científico no hay disputas. Creo que 98% de los científicos que estudian el clima están de acuerdo en que el hombre actúa sobre el clima y en que en cada región esto tendrá impactos diferentes. A nivel geopolítico es bastante más complicada la respuesta, porque los intereses son otros. Yo creo que mediante el IPCC (Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático) se ha consolidado una comunidad bastante definida de científicos, políticos y tomadores de decisiones que han trabajado en conjunto para demostrar y denunciar la existencia del cambio climático y generar articulación por medio de la cooperación entre países y la generación de fondos para ayudar a los países más pobres, que van a ser los que van a sufrir más el cambio climático. Esa articulación existe, y yo no creo que pueda ser desarmada en el corto plazo. A nivel local de Estados Unidos no se puede predecir. Yo sé que los científicos van a hacerse oír fuerte, pero el resto es política.

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