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Menos horas de trabajo y más formación; Olesker y Sánchez sobre el futuro del trabajo

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“Es un tema al que hay que sacarle el terror, porque el terror lleva a que, si se convence a la gente de que el trabajo se termina, estará dispuesta a trabajar por cualquier salario”, adelantó enfáticamente el economista Daniel Olesker a la pregunta sobre la pérdida de puestos de trabajo por la incorporación de tecnología. Olesker, economista asesor del Instituto Cuesta Duarte del PIT-CNT, y Alejandro Sánchez, diputado del Movimiento de Participación Popular (MPP), brindaron en Florida una charla organizada por el Frente Amplio local bajo el título “Los cambios en el mundo del trabajo”. Más que sobre los cambios en sí, el eje de sus planteamientos estuvo relacionado con cómo hacer frente a las consecuencias.

En caso de tener que ordenar, de mayor a menor importancia, los problemas del mercado del trabajo en Uruguay, Olesker ubicaría al de la robotización en el cuarto lugar. El primero, entiende, es el de la precariedad e informalidad. “Todavía lo hay. Si bien se dio un avance importante respecto de cuando el FA asumió su primer gobierno nacional, sobre todo en sectores como el doméstico, hay 400.000 trabajadores de Uruguay que no están registrados en la seguridad social, y por lo tanto hay que trabajar para mejorar las condiciones laborales de ese grupo, que tiene peores salarios que los trabajadores formales, menos beneficios sociales, más rotación, menos estabilidad, etcétera”. El segundo problema es el de las remuneraciones. “En los últimos 12 años el salario real creció 50% y el salario mínimo, 150%. Sobre todo creció mucho hasta 2013; sin embargo, todavía queda un número bastante importante de trabajadores, se estima que entre 300.000 o 400.000, cuyos salarios están por debajo de los 16.000 pesos”. “La canasta de pobreza, en el promedio de Montevideo y el interior, ronda los 28.000 pesos”, recordó.

Al igual que con el primer problema, cree que es un tema sobre el cual “se ha trabajado”, pero hace falta un nuevo impulso.

El tercer problema, dijo, es el de “algunas poblaciones específicas con dificultades para insertarse en el mercado del trabajo”. “Siempre hablábamos, en las épocas previas a 2005, de un desempleo estructural, porque aunque la economía crecía, el desempleo no bajaba, ya que el modelo era excluyente en términos laborales. Salvo alguna excepción, como la de la construcción de [las represas de] Salto Grande y Palmar, durante el crecimiento [económico] en la dictadura y el crecimiento de los años 90, el desempleo nunca bajó de 8,5 %”. El estar ahora por debajo de 8,5% significa que “hubo algunas políticas que permitieron golpear sobre el desempleo estructural. Sin embargo, en algunas poblaciones no se ha podido hacer. Fundamentalmente prevalecen el desempleo juvenil, el de las mujeres, y el desempleo de sectores que sufren una notoria discriminación en el mercado de trabajo, como los afrodescendientes y los discapacitados”.

En el cuarto lugar del ránking de problemas descrito por Olesker sobre el mercado del trabajo en Uruguay, aparece el de la automatización. “Es un problema y hay que enfrentarlo con una perspectiva alternativa en materia de creación de puestos de trabajo, en materia de capacitación, como lo viene haciendo el Inefop [Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional]. Pero hay que sacarle el tremendismo de que mañana van a venir los robots a inundar nuestras fábricas y nuestros comercios, y hay que hablar globalmente del mundo del trabajo”.

Las nuevas distribuciones

En el mismo sentido, Sánchez planteó que “sin políticas públicas es difícil que la gente pueda acceder a los trabajos que se van a crear por los cambios tecnológicos”. “El gran desafío” que tiene Uruguay es “mejorar las condiciones de acceso al conocimiento, a las tecnologías y a la formación del conjunto de los trabajadores del país. El gran desafío es tener formados a los trabajadores para puestos de trabajo que requerirán más conocimientos, mayores destrezas. Una de las habilidades más importantes es la capacidad de aprender”. “Nos tenemos que ir acostumbrando al cambio”, ya que “los cambios tecnológicos son cada vez más rápidos y se dan en situaciones cíclicas mucho más fuertes”.

En ese sentido, Uruguay “ha hecho un gran esfuerzo”, dice. “Actualmente el país tiene la mayor cantidad de estudiantes universitarios de su historia. 50% de esos estudiantes son los primeros de sus familias en ingresar a la Universidad de la República. Pero no basta. Es necesario un esfuerzo mayor. Por eso es necesaria la Universidad Tecnológica, que tiene que seguir creciendo. También es necesaria la Universidad de la Educación, para formar a los docentes. Si Uruguay quiere insertarse en este mundo de cambios de tecnologías y de un comercio mucho más rápido, tendrá que capacitar mejor a sus jóvenes”.

El diputado frenteamplista remarcó la necesidad de “la formación y recapacitación de los trabajadores”, pero sin esperar a que estos pierdan sus empleos: “Hay que formar a los trabajadores mientras tienen ese empleo”.

Dijo oponerse a la búsqueda de cambios tributarios que desalienten la incorporación de tecnología que sustituya mano de obra. “El camino de Uruguay no debería ser ese. Al contrario, debe proponer incentivos para la incorporación de innovación, tecnología y ciencia para nuestro aparato reproductivo”, pero pensando en cómo distribuir lo que la automatización genere. “Cada vez que se introduce una tecnología que permite mejorar la productividad, la discusión es cómo se distribuye la productividad. Si un robot produce más que diez puestos de trabajo, ¿ese aumento de productividad se lo apropia sólo el dueño de la empresa? En ese caso se da un aumento de concentración, y por tanto la sociedad no puede gozar de ese aumento de productividad. Que exista mayor productividad no quiere decir que se distribuya. Lo que se debe generar es que esa mayor productividad sea mejor distribuida, por ejemplo, con un sistema de protección social mucho más potente que genere un proceso de disminución de horas de trabajo sin que haya pérdida del salario”.

Recordó que las ocho horas “existen desde hace más de 100 años”, por lo cual “tal vez haya que plantearse que sean seis horas ganando lo mismo, y dedicar dos horas a la formación y la capacitación”.

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