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Jornada de capacitación en informática para participantes de Uruguay Trabaja. Foto: Pablo Nogueira (archivo, setiembre de 2009)

30.000 personas pasaron por Uruguay Trabaja, del Mides, en la última década; el programa deja una “marca más fuerte” en el interior

4 minutos de lectura
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Mujeres, menores de 30 años y con hasta primaria completa son las características más frecuentes, no sólo de los desempleados en el país, sino también de quienes participan en el programa socioeducativo laboral del Ministerio de Desarrollo Social (Mides) Uruguay Trabaja. Ayer, a una década de su instauración por ley, la cartera celebró los 30.000 egresos y puso énfasis en cómo este instrumento sirve para cambiar trayectorias de vida de personas en situación de vulnerabilidad mediante su inclusión social por medio del trabajo.

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La idea surgió en plena crisis, durante 2002, en la Intendencia de Montevideo (IM). “Primero no tenía nombre y consistía en la reparación de las baldosas de Montevideo. Luego se le amplió el horizonte de responsabilidad y se le puso el nombre Trabajo por Montevideo”, recordó ayer, durante la celebración, la ministra de Desarrollo Social, Marina Arismendi.

Cuando se creó el Mides en 2005, el programa se insertó como un componente del Plan de Asistencia Nacional a la Emergencia Social (PANES) y pasó a llamarse Trabajo por Uruguay. Dos años después, la cartera se propuso institucionalizarlo y quedó plasmado, en diciembre de 2007, en la Ley 18.240, denominado esta vez Uruguay Trabaja.

El filtro

El programa apunta a personas de entre 18 y 64 años que no alcanzaron a terminar tercer año de liceo o UTU, que se encuentren en situación de vulnerabilidad socioeconómica, no hayan realizado aportes al Banco de Previsión Social (BPS) por un período de al menos dos años ni hayan participado previamente en esta política por más de tres meses.

Cada año se inscriben unas 22.000 personas, pero sólo 3.000 –electas por sorteo– logran entrar, con cupo reservado por ley para personas afrodescendientes (8%), con discapacidad (4%) y trans (2%).

Una vez dentro, los participantes realizan jornadas de seis horas diarias durante cinco días a la semana –incluidas las capacitaciones– a lo largo de ocho meses en las ciudades y capitales del país, y de seis meses en pequeñas localidades, aunque para el próximo año se pretende generalizarlo a ocho meses. En contrapartida, reciben mensualmente una prestación social –denominada Apoyo a la Inserción Laboral– de 2,35 Bases de Prestaciones y Contribuciones, que equivalen a casi 7.000 pesos líquidos.

Las llaves

Cada participante del programa cuenta con diversos apoyos. Por un lado, se le ofrece una capacitación a elección en un oficio específico, como puede ser la construcción, cocina, atención al cliente, huerta, operación de depósito, carpintería, electricidad, auxiliar de servicio o asistente de cuidados. También puede participar en talleres de temas transversales que buscan mejorar sus habilidades de cálculo y lectura, conocimientos de salud y género, asociativismo y derechos laborales.

Recientemente y a raíz de la instalación del Sistema Nacional Integrado de Cuidados, se abrió la posibilidad de abrir capacitaciones en “asistente personal de cuidados”, para lo cual el Estado brinda una formación distribuida en tres módulos. El primero, accesible para los participantes en Uruguay Trabaja, fue completado por 3.000 personas, “lo que da la oportunidad para que sigan adelante por este camino”, afirmó en diálogo con la diaria la directora nacional de Economía Social e Integración Laboral, Mariela Fodde.

Un convenio de Uruguay Trabaja con el Sindicato Único Nacional de la Construcción y Anexos (SUNCA) habilita la capacitación en tareas operativas. También el Mides cuenta con diversos vínculos interinstitucionales que proveen de oportunidades para la práctica. Cada año reciben solicitudes de obras desde organismos públicos en espacios verdes, escuelas y liceos, plazas, centros de salud y museos, que se transforman en aproximadamente unas 1.100 intervenciones de mantenimiento, refacciones o pintura. “Esto ha hecho que las personas finalicen el programa con otras capacidades que les permitan entrar al mundo del trabajo, ya sea por medio de un emprendimiento productivo, de cooperativas sociales o de trabajos en relación de dependencia”, afirmó Fodde.

El programa también se centra en las instancias educativas para la inclusión: los participantes reciben acompañamiento social con equipos técnicos, acceso al sistema de salud, jornadas de recreación y acceso a diversos servicios, como redes de atención de violencia de género y adicciones.

Todos los participantes cuentan con la posibilidad de terminar primaria y reciben capacitación en informática y alfabetización digital: actualmente, son 300 los que terminan la escuela por año. Además, reciben atención en salud bucal y oftalmológica mediante diferentes prestadores, que incluye un diagnóstico y, por intermedio del BPS, una bonificación para adquirir lentes.

“Las trayectorias no siempre son caminos lineales, sino que implican que las políticas públicas se adecuen a las necesidades de la población. Por lo tanto, la articulación interinstitucional, sumada a la interconexión con distintos organismos públicos y privados apuntan a generar dispositivos a la medida de estas necesidades, con el objetivo de que estas personas no comiencen y terminen su proceso dentro del programa, sino que haya puentes de coejecución para que su proceso finalice cuando verdaderamente encuentren la autonomía en el trabajo, una forma de estar en el mundo y un trabajo digno”, afirmó Fodde.

Marca territorial

Uruguay Trabaja llega a todo el país y está presente en 80 localidades. No es igual, sin embargo, el efecto en la capital que en el interior del país.

Según Fodde, la “marca” que deja el programa en los organismos por los que pasa es “más visible y reconocible” en el interior del país, porque “la gente ve y reconoce a los que pintan la pared en la escuela o arreglan el banco de la plaza; saben quién lo hizo”. “La diferencia”, explicó, está en “la cercanía, en el hecho de que todos se conocen”. En tanto, acá en Montevideo “se conoce el programa pero no se dimensionan los lazos, por esta cuestión de lo impersonal”.

Por otro lado, reconoció que las capacitaciones específicas son “más fáciles de coordinar” en Montevideo que en el interior, donde “tenemos que afinar mucho más la articulación interinstitucional”.

Invisible a los ojos

Un análisis de los últimos diez años da cuenta de que ascienden a 30.000 las personas que pasaron por el programa, de las cuales 71% son mujeres y las restantes son hombres. Además, 42% son menores de 30 años, 15% afrodescendientes, 45% sólo tiene cursado primaria completa al ingresar y 14% ni siquiera terminó la escuela.

“Muchos dicen que las personas de este país –muchachos, muchachas, personas grandes– no quieren trabajar; pero esto es falso y lo demuestran las historias de vida, los números duros, la evidencia empírica y las evaluaciones de la academia. En la medida en que se les dan las herramientas, las personas se prenden y salen al mundo del trabajo. La realidad es que si tuviéramos cinco veces más cupos, estaríamos llenándolos igual”, afirmó Arismendi.

Sobre las personas que atraviesan el programa, se destacó que no sólo se nota un cambio físico, sino que varios manifiestan transformaciones en otros niveles: cuentan que el programa sirvió de instrumento para “encender el motor” y “levantar el ánimo”. Fodde observó que también cambia “la subjetividad de los participantes, la revalorización de su autoestima y de su capacidad para sociabilizar”. Se trata de una oportunidad para abrir camino a la posibilidad.

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