Ingresá

Así está la educación

2 minutos de lectura
Contenido exclusivo con tu suscripción de pago
Contenido no disponible con tu suscripción actual
Exclusivo para suscripción digital de pago
Actualizá tu suscripción para tener acceso ilimitado a todos los contenidos del sitio
Para acceder a todos los contenidos de manera ilimitada
Exclusivo para suscripción digital de pago
Para acceder a todos los contenidos del sitio
Si ya tenés una cuenta
Te queda 1 artículo gratuito
Este es tu último artículo gratuito
Nuestro periodismo depende de vos
Nuestro periodismo depende de vos
Si ya tenés una cuenta
Registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes
Llegaste al límite de artículos gratuitos
Nuestro periodismo depende de vos
Para seguir leyendo ingresá o suscribite
Si ya tenés una cuenta
o registrate para acceder a 6 artículos gratis por mes

Editar

Nuestra educación —antaño: una maravilla— hoy sufre, cual perro castigado, un presente crítico. Dan ganas de no tener educación con esta educación que tenemos. De quedarnos todos analfabetos y pudrirnos en la más ignominiosa ignorancia, y que vengan de todas partes del mundo a burlarse aparatosamente de nuestros errores ortográficos mientras nos hacen caer con los acertijos de álgebra más elementales.

Fíjense ustedes, estimados colegas que colman la platea de nuestra tan noble y distinguida institución, que un escolar uruguayo promedio, hoy por hoy, está leyendo entre dos y cuatro libros anuales, a duras penas. En cambio, en Finlandia vas al almacén a comprar unas papas y cuando volvés tu hijo ya se te leyó toda la biblioteca, y le está escribiendo a Papá Noel para que le traiga 30-40 libros más; el tipo sabe que tiene que estar preparado para el próximo curso, que no puede quedar atrás. Este infante ingresará al siguiente año escolar con una gran competitividad y capacidad de liderazgo frente a sus adversarios de clase. Pero el escolar uruguayo no, sigue leyendo como si estuviera yendo en carreta al Ayuí. Y hoy por hoy, señores, ¡es necesario que vuelen a Silicon Valley! ¿Cuándo despertaremos, digo yo?

En Educación Física los números son aun más deprimentes. Los niños orientales de hoy ya ni se agachan. En nuestra época al menos el juego de la bolita nos hacía trabajar las flexiones. Los infantes de la República Popular China, en cambio, salen haciendo abdominales del vientre de su señora madre. En lo que va del siglo, un buen número de prepúberes chinos ha logrado romper no pocas marcas atléticas olímpicas adultas. Claro que entrenan todos los días, en doble horario, excepto los domingos, que lo hacen en triple, entre la consulta psiquiátrica y las lecciones de actividad bélica elemental.

¿Y en Corea del Norte? Cualquier criatura de cinco años logra armar y desarmar una bomba nuclear sentadito en la pelela en menos de diez minutos. Ahí sí se puede decir que los niños están dispuestos a morir por su patria, no como acá que con un gran doble discurso pasan cantando “Libertad o con gloria morir” pero te quiero ver cuántos de esos mocosos realmente estarían dispuestos a fenecer por la tierra de Rivera y de Oribe al ser llamados a la acción.

Pero los directivos de nuestra tan concienzuda y servicial fundación no se han quedado sentados como tantos otros. No, señores. En el día de ayer le hemos presentado al Poder Ejecutivo un documento arduamente elaborado por los profesionales más idóneos de nuestra tan afamada y magnánima asociación sobre la necesidad de una urgente transformación en el sistema educativo, cuyos tres pilares fundamentales son:

  1. Creación de Escuelas de Tiempo Absoluto. Porque los padres no tienen porqué andar pasando disgustos.

  2. Inglés en todos los recreos. Aprovechar las instancias lúdicas de los educandos para la práctica fundamental del idioma de las finanzas.

  3. Un policía en cada aula. Por la inseguridad que hay.

Tendremos que abordar el trabajo en el quintil más alto de la población para que continúen siendo nuestros líderes, que sigan marcando el camino. Y claro que también hay que atender al problema del quintil más bajo, y no descansar hasta que podamos mirar al borrego y decirle: ¡quintiligente! (el orador en este caso utiliza el humor porque realizó un curso de “cómo ganarte a tu público”).

Y hablando del quintil más bajo, estimados colegas, ¿qué les parece si ahora nos morfamo’ esos sánguches, que la gente del cáterin se tiene que ir si no nos cobran el doble?

¿Tenés algún aporte para hacer?

Valoramos cualquier aporte aclaratorio que quieras realizar sobre el artículo que acabás de leer, podés hacerlo completando este formulario.

Este artículo está guardado para leer después en tu lista de lectura
¿Terminaste de leerlo?
Guardaste este artículo como favorito en tu lista de lectura