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Hace más de seis meses, el domingo 18 de junio, Juan Castillo fue electo secretario general del Partido Comunista del Uruguay (PCU) y, luego de eso, dejó su cargo en la Dirección Nacional del Trabajo. Ahora compartirá la responsabilidad partidaria con la banca en el Senado. Desde allí, asegura, buscará ayudar a bajar los decibeles en la interna del Frente Amplio (FA) y trabajar de cara a un eventual cuarto gobierno. Habla de confrontar ideas, tejer acuerdos y actuar de manejar unitaria. Pero reconoce que la situación no es sencilla. “Parece que todo el mundo quiere ser el voto 50”, afirma. En noviembre cumplió 60 años y se terminó de convencer: el FA no puede demorar más su recambio generacional.

Yo ya estoy pensando en mi propio relevo, un período más y largo todo.

Pero en el Parlamento es tu primera vez. ¿Ya te cansaste?

Es la primera vez sí. A pesar de que fui electo otras veces, siempre renunciaba, porque encontraba otra prioridad, en el movimiento sindical, en el FA o después en el Ministerio de Trabajo. Ojo, nunca desprestigié ni hablé mal de la actividad parlamentaria. Simplemente no me encontraba, porque hay que tener determinado perfil. Pero por ahora estoy entusiasmado, estoy aprendiendo un montón de cosas y me está resultando apasionante. Me siento respetado por compañeros y adversarios, algunos dirigentes de la oposición me lo han hecho saber. Nunca había estado en el Parlamento, pero a la mayoría de ellos los conozco bien de la militancia social y política. Pero veremos lo que puedo hacer, mi idea es estar en la medida en que pueda aportar algo, sino no tiene sentido.

Este año fue complejo para la interna del FA. ¿Pensás que podés aportar capacidad negociadora en esos debates?

Si logro aportar algo en esa materia, sería muy bueno; es cierto que la experiencia sindical puede aportar. Mi objetivo siempre va a ser fortalecer la concepción unitaria dentro del FA. Hoy, lamentablemente, vende más marcar las diferencias que trabajar por la unidad. Parece que todo el mundo quiere ser el voto 50, ya sea para conseguir algún mimo, para que lo tengan en cuenta, para tener 15 minutos de gloria. Son cosas que la inmensa mayoría de los frenteamplistas rechazan. Me gustaría ayudar para empezar a bajar los decibeles de los que se nos desmarcan.

Las figuras que se desmarcan a nivel parlamentario se repiten también.

Se repiten, es verdad. Se repiten nombres y también sectores. Pero bueno, hay que tener mucha paciencia y hacer un enorme esfuerzo. La pregunta que deberíamos hacernos es si seguimos compartiendo los objetivos y pilares fundamentales del FA. Porque si después resulta que hay compañeros que no sienten eso, me parece que es muy difícil seguirte dando la cabeza contra la pared. Si uno trabaja por la unidad y la otra parte no la quiere.

¿En qué episodios sentiste que pasaba eso?

Varias veces lo he sentido, sobre todos de un tiempo a esta parte. Teníamos casi pronto un proyecto clave para la verdad y la justicia, y de repente apareció un legislador de la nada y dijo que no lo votaba. Y lo dicen tan campantes, a pesar del camino recorrido, a pesar del compromiso político y del dolor de tantos compañeros. Lo mismo pasó después con los cambios en las Fuerzas Armadas, y ahora con este impuesto a las jubilaciones más altas. Siempre se nos escapa algún jugador, lamentablemente. Y hay que tener en cuenta que 2018 va a ser un año complicado. Es la última Rendición de Cuentas, hay que acordar un programa y en diciembre un congreso habilita candidaturas. Además, hay congreso de la central, con 174 convenios colectivos que caducan, y elección del nuevo rector de la Universidad. Va a ser necesario aceitar la maquinaria, pulir algunas aristas y volver a recomponer un pacto unitario, que no esté vacío de contenidos. Porque tampoco nos vamos a parar en una tribuna a proclamar la unidad sin saber bien para qué, por qué o con quién.

Hablaste de normas que afectan los intereses de las Fuerzas Armadas. ¿Te parece que el lobby militar podría explicar algunas voces discordes en el FA?

Hay que diferenciar bien las cosas; los comunistas en particular siempre hemos levantado las banderas de verdad y justicia, para saber y juzgar a los responsables de la dictadura fascista que asoló a nuestro país, pero eso no nos hace antimilitaristas. Yo milito contra los militares golpistas y reaccionarios que atentaron y apuntaron sus armas contra el pueblo, pero jamás nunca tendremos una posición de ajuste de cuentas contra los policías y militares que hoy actúan. Separemos los tantos. Sí estamos discutiendo cómo redireccionamos los dineros públicos y dónde los gastamos, incluyendo la caja y las jubilaciones militares. En ese marco, hasta el momento, no hemos sentido ese tipo de presiones o lobbies que mencionás, aunque no niego que existan.

En tu opinión, entonces, posiciones como la de Darío Pérez no se deben a presiones de los militares.

No lo atribuyo a eso. O al menos quiero creer eso, quiero creer que es lo que piensa y no algo producto de presiones. Quiero creer en la honestidad de los compañeros, más allá de las diferencias. Ahora, si piensan realmente eso, sería buena cosa poder confrontar esas ideas en los organismos de nuestra fuerza política. Cuando uno tiene diferencias, lo mejor es dar la cara y defender la idea en los ámbitos correspondientes.

¿Pensás que Darío Pérez está autoexcluido?

No sería tan drástico. Todavía dejo un margen para que sea una desavenencia transitoria y no definitiva.

Atrás de la diáspora

Desde que asumiste la secretaría general del PCU hablaste de recomponer lazos con la diáspora comunista. ¿Cómo viene esa tarea?

En estos primeros seis meses, y tras la decisión del PCU de retomar este tipo de contactos, la respuesta ha sido formidable. No me animo a cuantificarlos, pero personalmente me reuní en estos meses con varias decenas de camaradas que estaban alejados de la orgánica y que han desfilado por el local del partido. Algunos personalmente, otros en grupos; también se hizo alguna reunión en comités de base del FA.

¿Y por dónde van las conversaciones?

Conversamos sobre las últimas resoluciones y el balance del congreso, sobre la situación política del FA. ¿En qué puede culminar todo esto? Siento que estamos viviendo un proceso de recomposición orgánica similar al que vivió el PCU a la salida de la dictadura. Identifico tres grandes grupos: primero, los camaradas que se fueron pero nunca dejaron de ser comunistas en su sentimiento más profundo y en sus principales convicciones; para ellos, ha sido más fácil reafiliarse y revincularse a la vida orgánica. Segundo, otro grupo de compañeros que vivieron el quiebre como algo más doloroso y personal, que tal vez no se reafilien al PCU, aunque sí pueden, a partir de algunas señales, integrarse al espacio Avanzar en Democracia. Y después hay un tercer grupo que en ninguna circunstancia va a volver a las filas del partido; por sus dolores y sufrimientos, por errores nuestros o porque simplemente hoy tienen una concepción política muy diferente. Espero que estos últimos sean los menos; creo que la inmensa mayoría vive con renovada alegría y expectativa esta apertura que definimos. Hace dos semanas hicimos un balance, con más de 150 delegados, de Avanzar en Democracia; ahí estamos los comunistas, el Fidel, la 5005, con Eduardo Pereyra a la cabeza, y figuras individuales como Marcos Carámbula y Roberto Conde.

¿Es posible estimar las reafiliaciones al PCU desde que iniciaron estas reuniones?

Es muy difícil que encuentres, desde la restauración democrática hasta acá, algún dato estadístico del partido, que indique: tenemos tantos afiliados, entregamos tantos carnet, somos tantos militantes. Tiene que ver con dos cosas: un partido que permanentemente está vivo y cambia, y ciertas medidas de resguardo interno, no lo voy a negar. A la salida de la dictadura, en una reunión con los cuadros activos del PCU en el Palacio Peñarol, Rodney Arismendi decía que para alcanzar el gobierno, el FA necesitaba por lo menos un millón de votos –algo que en 1985 parecía una barbaridad–, y estimaba que en ese escenario íbamos a necesitar no menos de 200.000 cuadros militantes del PCU. Para contestarle al Rodney Arismendi de 1985: hemos conseguido y mantenido el gobierno con esa cantidad de votantes del FA, pero todavía no tenemos el tamaño de partido que necesitamos.

Hay muchos ex comunistas sectorizados, sobre todo en el Frente Liber Seregni. ¿Con ellos también están hablando?

No sé si hay algún sector, de los casi 30 que tiene el FA, que no tenga algún ex comunista en sus filas. El PCU ha hecho un aporte hacia los demás sectores, porque cuando los compañeros, por diversas causas, dejan de pertenecer a nuestras filas, son muy pocos los que se van para la casa o se convierten en antiizquierdistas. Más bien se van a otros sectores y está bien que así sea. Ahora, en esta etapa de apertura, tenemos que tener mucho cuidado, porque no estamos haciendo entrismo. Que quede claro: no estamos pasando el cepillo por las puertas de todos los locales del FA. No pasa por ahí. Si en las próximas elecciones la 1001 duplica sus votos, conseguimos dos senadores, cuatro diputados, pero el FA pierde la elección, para los comunistas sería un gran fracaso. No estamos mirándonos el ombligo; lo más importante es generar condiciones para un cuarto gobierno del FA. Y en el medio de esa situación, también queremos crecer pero no al revés.

La ministra Marina Arismendi ha retomado una militancia más activa en el PCU.

Creo que es algo muy bueno. Es cierto, en los últimos meses Marina ha participado más, en diferentes actividades. Ella en realidad nunca estuvo afuera del partido, siempre se proclamó como comunista, pero es cierto que había tenido un proceso de poca militancia en la orgánica. Creo que es algo que nos hace muy bien a todos los comunistas.

Has estado en las reuniones que convocaron Daniel Martínez y Yamandú Orsi, ¿cuál es tu lectura?

Dos cosas opino sobre esas reuniones: primero, que todo espacio en el que nos juntemos los frenteamplistas es saludable. Tenemos que discutir más, pueden ser mateadas, asados en quinchos, pizzas, ravioles o el menú que más te guste; el tema es buscar motivos para juntarse, intercambiar puntos de vista y fortalecer la unidad. Los compañeros de la gestión tienen poca vida orgánica, la gestión te aísla y eso es un problema.

La segunda: cuidado, que estos espacios más informales no desplacen a la orgánica. Siempre estamos al filo de eso, porque algunas reuniones se hacen públicas y otras no, pero se están dando una cantidad innumerable de encuentros casuales y no tan casuales para hablar del futuro político. Y el riesgo es caer en una política de cúpulas; los dirigentes no somos más importantes que ese militante de base en el Chuy o de Bella Unión que le llena una ficha de adhesión a un nuevo afiliado. El FA no es una fuerza política que se divida en estratos sociales internos. Pongamos cada cosa en su lugar: las resoluciones en la vida orgánica y que esos encuentros informales, en todo caso, sirvan para fomentar acuerdos y proyectar las figuras de relevo.

¿A quiénes ves como figuras de relevo más destacadas?

Primero, creo que es importante el relevo como concepto. Y lo digo con delicadeza para no herir sensibilidades. Hay tres figuras del FA que están fuera de toda discusión: Tabaré Vázquez, Pepe Mujica y Danilo Astori. De cada uno de ellos podríamos hablar horas sobres sus aportes; jugaron y juegan un papel clave. Ahora, cuando tenés que proyectar el FA del futuro, está claro que llegó la hora de los relevos. Y no es fácil el momento de dar un paso al costado, puede ser lo más difícil en la vida de un militante, pero hay que hacerlo, es inevitable. En el pelotón de relevos se destacan varios: Carolina Cosse, Daniel Martínez, Yamandú Orsi, Mario Bergara, Pablo Ferreri, Álvaro García. Así al golpe del balde me salen esos, pero hay una docena más que pueden participar en un proceso de este tipo. Pero no demoremos más este proceso porque es tiempo que le regalamos a nuestros adversarios políticos.

¿Cómo quedó la relación con Daniel Martínez? Algunos comunistas se molestaron con las críticas a la gestión de Ana Olivera.

Nosotros lo hemos superado... pero en su momento llegará también la hora de hacer balances en torno a cuánto aportó la compañera Ana Olivera a la gestión del gobierno departamental. La pregunta que deberíamos hacernos es si todos [los frenteamplistas] lo sintieron y evaluaron de esa manera. ¿Todos apostamos a que le fuera bien? Yo creo que en algún momento vamos a tener que hacer un balance. Y no se lo estoy dedicando a Daniel, no estoy queriendo contrabandear nada. Pero algunas veces nos costó hacer entender al FA que se necesitaba un apoyo más fuerte para la gestión de Ana. Es algo que discutimos más de una vez en la interna del PCU, era una preocupación que tuvimos.

¿Esto puede pesar al momento de definir apoyos electorales?

No, nada más alejado de eso. Daniel es un gran compañero, en lo personal tengo una excelente relación con él, nos conocemos desde hace muchos años, del movimiento sindical. Si hubo diferencias, es algo que ya se superó; nosotros siempre vamos a mirar para adelante en clave de unidad. Llegado el momento apoyaremos a quien evaluemos que puede ser la mejor opción para el FA. Y vamos a militar por esa candidatura para ganar en las internas y, si nos toca perder, vamos a militar también por el candidato ganador.

Ficha deportiva

Castillo cumplió 60 años en noviembre. Nació en Las Piedras y se crió en el Cerro, donde todavía vive. Su gran pasión futbolística: Rampla Juniors, club que presidió hasta hace algunos meses. Ahora es su vicepresidente, un cargo con menor responsabilidad. “Es algo casi que decorativo; ahora los que están más expuestos son la presidenta y el secretario general”. Según Castillo, los dos hechos deportivos más destacados del año fueron la aparición del movimiento Más Unidos Que Nunca (“claves en la defensa de los derechos de los trabajadores”) y la clasificación celeste al mundial de Rusia. “Antes a los comunistas nos acusaban de querer llevar a los niños a Rusia, ahora competimos para ir a Rusia y hasta lo terminamos festejando. Si habrán cambiado los tiempos”, bromea.

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