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Julia Irisity y Francisca Valenzuela, ayer en la Facultad de Ciencias Sociales. Foto: Juan Manuel Ramos

Estudio de Catalejo y Ciencias Sociales señala que, a pesar de que los varones perciben el acoso callejero como un problema, no se identifican como acosadores

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El colectivo Catalejo y el Espacio de Formación Integral (EFI), de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de la República, presentaron ayer los resultados preliminares de un estudio sobre el acoso callejero en Uruguay. Fernanda Berrueta, integrante de Catalejo, dijo a la diaria que, en los cuatro focus group en los que se trabajó (mujeres jóvenes, hasta 26 años; mujeres adultas, de 27 años en adelante; hombres jóvenes, hasta 25 años; y hombres adultos, de 26 años en adelante), apareció el acoso callejero como un problema “que tiene distintas manifestaciones”, aunque se vieron matices entre los grupos. “En el caso de las mujeres más jóvenes la problemática está más trabajada y pensada, mientras que en el grupo de los varones adultos se cuestionó la línea entre el acoso y el piropo”. Berrueta aclaró que uno de los puntos en los que Catalejo hace énfasis es la desnaturalización del concepto de piropo: “Creemos que es algo que legitima el acoso como expresión de la violencia machista; para nosotros es claro que el piropo es acoso”.

Otro aspecto que surgió del estudio es la existencia de un código intragénero: “La presencia de un varón con una mujer en la vía pública disminuye la posibilidad de que esa mujer sea acosada”. El código intragénero refleja la cosificación del cuerpo femenino, porque “se muestra respeto hacia el otro varón y no hacia la mujer, lo que reafirma la idea de que el espacio público es del varón y el privado, de la mujer”. Berrueta destacó la importancia del espacio público como el lugar en el que “habitamos y donde se expresa la ciudadanía”.

Una estrategia contra el acoso que surgió en el grupo de hombres jóvenes fue “cortar el chiste y no seguir la joda a los amigos”; no obstante, “no es un discurso que esté muy incorporado”. En tanto, las mujeres manifestaron sentimientos de impotencia, malestar y miedo ante el acoso, dijeron tener falta de información para enfrentar las situaciones, destacaron “la apatía y pasividad de los testigos” y “la falta de herramientas institucionales”. A pesar de que los hombres ven el acoso como un problema, no se reconocen a sí mismos ni a los varones de su entorno como acosadores: “Es una cuestión lejana; el acosador siempre es otro”.

El colectivo Catalejo está trabajando en el proyecto Libre de Acoso, una iniciativa que tiene tres ejes: información y conceptualización del acoso callejero; estrategias de acción contra el acoso; e investigación. “La idea es que, además de generar acciones e intervenciones en el espacio público, se pueden formar alianzas con la academia”, sostienen. Para los primeros dos ejes se está haciendo una campaña gráfica y audiovisual enfocada en “la desnaturalización del piropo con estrategias posibles de intervención”.

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