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IM volverá a exigir etiquetado de alimentos genéticamente modificados; se autorizará un diseño transitorio antes de llegar al círculo

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Editar

En el segundo semestre de 2013 la Intendencia de Montevideo (IM), durante la administración de Ana Olivera, comenzó el proceso de reglamentación para que los alimentos que contienen ingredientes genéticamente modificados lo anuncien en su etiqueta. La reglamentación comenzó a aplicarse el 1º de enero de 2015 pero duró poco: ocho meses después, la administración de Daniel Martínez dejó en suspenso el rotulado, aunque sí continuaron haciendo los análisis. El logo que había elegido la administración anterior era un triángulo amarillo con bordes negros y, también en negro, la letra T en el centro. Pero los pocos envases que llegaron a tener el rotulado dejaron de hacerlo. La industria había planteado –y en eso encontró la receptividad de la nueva administración– que el triángulo podía entenderse como algo negativo, como si fuera una señal de alarma. La discusión en torno al perjuicio de salud que pueden provocar los organismos genéticamente modificados no está saldada en absoluto, pero el etiquetado apunta a asegurar el derecho a la información, y que la persona pueda decidir si quiere consumirlos o no.

A propuesta del ejecutivo comunal, la Junta Departamental de Montevideo aprobó el jueves un texto sustituto del artículo D.1774.83 del capítulo; la nueva redacción establece que “los alimentos que provienen de organismos genéticamente modificados, o que contengan ingredientes producidos a partir de estos, que superen el 1% del total de cada ingrediente considerado individualmente, deberán ser etiquetados especialmente conforme lo dispuesto en las presentes normas”. Recibió una variación mínima respecto del artículo que todavía rige. Marcelo Amado, director del Servicio de Regulación Alimentaria de la IM, detalló en diálogo con la diaria que “se cambió una precisión respecto de cómo se interpreta la técnica de análisis, para que no quepa duda de que se ajusta al 1% del ingrediente y no al 1% de todo el producto. La redacción anterior podía dar lugar a esa interpretación”.

El Ejecutivo departamental trabajará en la reglamentación del nuevo decreto. “La modificación del rótulo ya está definida” y se hizo en base a propuestas sociales y de la industria, comentó Amado. Será un círculo con fondo blanco, con la letra T en el centro y en cuyo contorno llevará la leyenda: “Contiene organismos modificados genéticamente”, todo en letras azules. Una vez que se modifique el decreto –que está casi pronto–, se dará un plazo, probablemente de seis meses, para que empiece a regir la nueva norma. Amado adelantó que se admitirá, temporalmente, que las empresas usen un logo provisorio, que será rectangular porque será impreso con inject, una técnica rápida que sólo imprime líneas paralelas. Añadió que se implementará “sobre todo para los productos importados, o los que están en existencia y se tienen que rerotular”, porque “es más sencillo y más ágil ponerlo con técnica de inject que hacer nuevamente un rótulo o un sticker”. Además, agregó que se resolvió esto “a los efectos de que el consumidor rápidamente pueda contar con la información”, que debería estar en los envases de alimentos desde hace casi tres años.

Composición real

Claudio Martínez Debat trabaja en el Laboratorio de Trazabilidad Molecular Alimentaria de la Facultad de Ciencias, que tiene un convenio con el Laboratorio de Bromatología de la IM para poder aplicar la normativa impulsada en 2013. El 17 de noviembre concurrió a la Comisión de Medio Ambiente y Salud de la Junta Departamental de Montevideo, que estaba estudiando el tema. En parte de su exposición, contenida en la versión taquigráfica de esa sesión, se trasluce la importancia de aplicar la normativa. “Encontramos hamburguesas de soja que por el etiquetado voluntario decían ‘soja certificada no transgénica’, y sí era transgénica. O sea que nos encontramos con que el consumidor estaba siendo engañado, porque de buena fe iba a comprar un producto que decía ‘certificado no transgénico’ cuando en realidad sí lo era. Ahora, gracias al decreto, todo esto se va a normalizar, porque pasa por el laboratorio de la IM, y lo que es transgénico es transgénico, y lo que no es transgénico no es transgénico”, explicó a los ediles. A ellos les mostró una presentación con algunas de las cosas halladas en estos años de análisis: “El almidón de maíz es todo transgénico, la mayoría de la proteína vegetal es transgénica, las tres cuartas partes de la harina de maíz son transgénicas, los granos ya no tanto; fíjense en la cantidad de chacinados que son transgénicos, y en la mayoría de los casos supera el 1%; o sea que tendrían que estar etiquetados. [Sin embargo] en la pasta seca de maíz, por ejemplo, se utiliza un maíz que no es transgénico”, explicó.

Comentó que 65 países rotulan los alimentos con organismos genéticamente modificados; informó que Uruguay adoptó la reglamentación de la Unión Europea, que establece un límite de 1%, mientras que el límite en países como Brasil es de 0,9%. “Se trata de un umbral de presencia accidental, que tiene que ver con el manejo de una línea de producción, de transporte, etcétera. Es decir, se considera que hasta ese 1% es una contaminación accidental y, por lo tanto, no es un agregado voluntario al alimento”, aclaró. Ese valor no se suma: “Si hubiera 0,6% de maíz y 0,6% de soja, aunque la suma de los dos supere el 1%, no va etiqueta, porque los valores se consideran individualmente”, aclaró.

La Comisión de Salud de la Cámara de Representantes recibió en setiembre de 2009 un proyecto de ley para el etiquetado de alimentos transgénicos a nivel nacional, presentado por la toxicóloga Mabel Burger y un grupo que conforma Martínez Debat. El texto nunca volvió a ser tratado. De todos modos, se busca una normativa que, por la vía de los hechos y lentamente, sobrepase los límites de Montevideo. Martínez recordó en la Junta Departamental que Paysandú, Maldonado y Lavalleja aprobaron decretos similares al de Montevideo, y adelantó que tanto Paysandú como Maldonado están generando capacidad propia para realizar los análisis.

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