La formación de jóvenes en el campo artístico ha cambiado significativamente en Uruguay. En el ámbito de la danza, si bien la licenciatura en la Universidad de la República aún está en proceso de consolidación, espacios como los de bachillerato artístico, festivales como Enredanza, el papel del Instituto Nacional de Artes Escénicas y otros espacios dedicados a artistas de temprana edad han favorecido a una comunidad de jóvenes que los transitan en busca de información y formación. Son propuestas que los convocan y encuadran no sólo como estudiantes o aprendices, sino también como creadores, artistas e investigadores, y que ponen de manifiesto que esos saberes necesitan oportunidades de práctica y experiencia (es pertinente recordar el importante rol que ha tenido en este sentido el programa Movida Joven de la Intendencia de Montevideo). A la vez, propiciar que los jóvenes exploren la creación artística es invitarlos a desafiar, mediante la reinvención, las formas y metodologías instauradas y reconocidas en el mundo “adulto” de la creación coreográfica.
En este contexto nos acercamos al Encuentro Internacional de Jóvenes Creadores 2017. Organizado por el Programa de Residencias Casarrodante,* reúne desde el viernes 10 hasta este domingo a personas de 21 a 33 años vinculadas con la danza contemporánea y otros lenguajes. De Argentina llegaron Pablo Burset, Julia de la Torre, Laila Gelerstein y Sofía Kauer; de Brasil, Gabriela Doria; de Colombia, Mario Orbes; de Chile, Luna Anais; de México, Sergio Rojas; de Perú, Adrián Chuquipiondo; y de Uruguay participan Micaela Blezio, Manuela Casanova, Victoria Colonna, Lucía Facio, Sofía Lans, Cecilia Lussheimer, Mariana Pérez, Tiago Rama y Lucía Romero. Con ellos están Maia Méndez, residente invitada para el registro fotográfico, y Nacho Seimanas, a cargo de la documentación audiovisual de la experiencia, ambos uruguayos.
Esta tercera edición del proyecto, que es la primera con alcance internacional, propone generar espacios de diálogo y habilitar que se desarrollen proyectos y procesos de experimentación en torno al cuerpo, la escena y las artes del movimiento, junto con una experiencia de convivencia, que incluye múltiples oportunidades para el encuentro informal. Lucía Valeta, directora del Taller Casarrodante y organizadora del encuentro junto a un equipo de docentes, contó a la diaria que la residencia comenzó el viernes con una instancia de presentación de los participantes y sus proyectos. Luego se elaboró en conjunto el cronograma de trabajo para las dos semanas, a partir de una cartelera en blanco donde cada uno pudo inscribir su propuesta y ofrecerse para participar en las restantes.
Al finalizar la residencia, se harán una evaluación colectiva y una instancia de presentación abierta al público, el domingo 19, entre la Facultad de Arquitectura y el Taller Casarrodante (Joaquín de Salterain 1280). Cada participante tendrá que realizar una bitácora de trabajo individual, que relate su experiencia en este encuentro. Este modelo de organización busca que cada uno trabaje a partir de sus propios objetivos, disponiendo de la infraestructura y el equipo necesarios.
La selección de participantes se hizo con la intención de “equilibrar los niveles de propuesta y de escucha. Aquellos proyectos que nos parecían muy fuertes necesitaban de aquellos que parecían más receptivos, y viceversa. Se buscó también que hubiese integrantes de diferentes países, ya que, más allá de las experiencias personales, el encuentro es una instancia para que los jóvenes puedan tejer redes, intercambiar información sobre los diferentes contextos de formación y trabajo para los artistas, sobre las situaciones políticas, la arquitectura, las costumbres, incluso los gestos y los modos de bailar socialmente o de moverse en la ciudad. Tratamos de conformar un grupo de trabajo diverso pero al mismo tiempo con la potencialidad de encontrarse, de generar intereses comunes, de estar receptivos y propositivos a los otros. La selección se basó en la proyección de un encuentro posible y empoderado; potente y sensible; abierto y decidido”, resumió Valeta.
Según la organizadora, la idea es que la colaboración y el encuentro con otros catalizan e intensifican los procesos creativos. “Nos gusta generar un espacio que pueda ser tanto potenciador de ideas incipientes como cuestionador de aquellas que ya vienen desarrollándose. Un espacio movilizador en el que puedan encontrarse artistas de diferentes culturas, con modos de trabajar y pensar diferentes, con contextos de trabajo diferentes y proyectos más o menos desarrollados. Este encuentro se nutre y enriquece de un trabajo que venimos desarrollando desde hace años en Casarrodante, con el que buscamos apoyar a artistas y colectivos en sus procesos de creación, entendiendo que estos necesitan tiempo y espacio. En esta ocasión, se propone un tiempo concentrado e intenso, para trabajar en jornadas diarias de ocho horas durante diez días, compartiendo además la vida cotidiana. Entendemos que las prácticas de movimiento artístico abarcan desde el mínimo movimiento de una parte del cuerpo al traslado a otro país. Cada práctica de movimiento, independientemente de su amplitud, transforma”.
“Casarrodante ofrece y propone una estructura y contenidos posibles para que cada persona tome decisiones sobre la elección de sus prácticas, en una labor que supone la capacidad de autoinventarse, autoformarse, vincularse e inventar modos de hacer, que en los ámbitos públicos muchas veces son limitados o condicionados. En danza, que hoy seamos considerados ‘profesionales’ tiene más que ver con un modo de hacer que con un ingreso económico. Esto conflictúa y pone en riesgo la sustentabilidad de lo que venimos construyendo desde hace años. La posibilidad y capacidad de autoinventarse, incluso a nivel social o político, toma diferentes sentidos cuando acontecen las articulaciones entre lo público y lo privado”, sostuvo Valeta.
Ojos de joven
“Mientras avanza el encuentro, pienso más en lo heterogéneo del grupo. Hay mucha curiosidad, colaboración, feedback, diversidad corporal y formativa”, señaló el peruano Chuquipiondo, de 29 años. La brasileña Doria, de 21, opinó que “la creación joven está cargada de infinitas preguntas. Es una investigación constante. Veo que los bailarines de América Latina comparten indagaciones que se asemejan y diferencian, pero que todos comparten estar investigando de diversas formas dentro de la danza. Me encanta el modo en que el proceso creativo tiene un espacio bastante valorado, y que el compartir tenga un valor en sí mismo, tan rico o mayor que los del espectáculo, los solos y los trabajos personales”.
La uruguaya Victoria Colonna tiene 32 años y no se siente capaz de hacer una caracterización de la danza joven en Uruguay, pero deja planteados interrogantes acerca de qué estamos entendiendo por “jóvenes creadores”, porque considera que, aunque hay un tope de edad para ser considerado como tal y poder participar en ciertos espacios, cabe preguntarse cómo debemos calificar a alguien que tiene una edad mayor pero que en el mundo de la creación es joven. “No sé, porque también entra ahí la pregunta de qué es lo que llamamos joven. Es cuestión de palabras y también de otras discusiones”, dijo. En todo caso, “mirando ahora lo que está pasando en el encuentro, quizás algo característico de quienes estamos ahí es que hay ganas; ganas de hacer y de compartir, disposición y apertura hacia intereses de otros colegas, y ansiedad también”.
Con respecto a los intereses artísticos personales de cada uno de estos artistas, Doria señaló que la atraen “las fronteras de la danza con otras expresiones artísticas, y principalmente con la imagen”; que ha investigado en el terreno de las posibles relaciones entre ambas, y que está “cada vez más enamorada de todo lo que la danza puede incluir y desbordar”.
A Colonna le interesa “el campo de lo performático, del teatro y de la danza”, y también tiene en marcha “proyectos que trabajan o buscan investigar en los bordes de las categorías, es decir, en el borde de lo teatral y la danza. Empecé estudiando teatro, me formé como actriz, después vino la danza, y pasa que a veces una queda escindida, porque es como que necesitás pensarte desde una práctica, entonces sos actriz o bailarina u otra cosa, pero después sabemos que una es una, un todo, etcétera. Y ahora estoy interesada pensando en cómo trabajar el hecho de estar presente en la escena; presente aquí, ahora, conmigo misma y con el otro, en percepción aguda”.
La exploración de Chuquipiondo “va hacia el arte público. Creaciones vinculadas con el paisaje de la ciudad y contextualizadas por él. Lo cotidiano y lo estructural en el funcionamiento de un barrio. Y darle valor a eso: añadir significados, a partir de los ya existentes, para mejorar la cohesión social. Me interesan la danza desde las posibilidades de la diversidad formativa y corporal, y la investigación corporal como insumo para la producción de ciudad”, explicó.
La uruguaya Lussheimer, de 25 años, se orienta hacia “la creación en vínculo con otras personas, el cuestionamiento, la búsqueda, la entrega a la incertidumbre y el intento de encontrar siempre algo para ser compartido: ser un cuerpo que investiga y busca para poder compartir y continuar siempre en búsqueda sensible”.
Las residencias artísticas habilitan experiencias y relaciones que alimentan las prácticas de investigación y probablemente serían enriquecedoras también en otros campos, como el intelectual o el político. La red brasileña Fora do Eixo, que comenzó sus actividades en 2005, ya lo descubrió, y ha potenciado enormemente su trabajo, que abarca otros países latinoamericanos, con la instalación de “casas colectivas”, que albergan experiencias de vida en comunidad y que, además de la creación artística, proporcionan espacio e infraestructura para actividades en otros terrenos como las de Mídia Ninja, que actúa en el terreno de la comunicación. Explorar nuevos enfoques y tomar distancia de los procesos habituales de pensamiento y conocimiento, poner el foco en los encuentros, el diálogo y la convivencia, valorar los intereses y procesos artísticos de individuos o grupos -jóvenes o no consagrados-, darle un tiempo y lugar extraordinario a la colaboración, son también formas de revitalizar el arte.
* Con el apoyo de Iberescena y los Fondos Concursables para la Cultura del Ministerio de Educación y Cultura, y la colaboración del Instituto Nacional de la Juventud, el Instituto Nacional de Artes Escénicas y la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo.