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Revista Tabú, en el desfile inaugural del Carnaval, el 19 de enero. Foto: Pablo Albarenga

Una mirada al menospreciado mundo de la categoría Revistas del carnaval

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Las revistas son, junto con las comparsas, el tipo de formación carnavalera cuyo lenguaje se concentra más en lo coreográfico. Así lo determina el reglamento, que jerarquiza ese aspecto para otorgarles puntaje en el concurso anual. Desde fuera de su circuito, me animaría a decir que son la oportunidad de aparición pública y popular para una parte de los cientos de personas -amateurs y profesionales- que se encuentran en instituciones dedicadas a la danza y la comedia musical, y que sin duda constituyen una etapa en la formación de gente que termina en la televisión o en el teatro comercial profesional.

Pero si bien la proliferación de academias de danza ha llamado la atención en Montevideo en los últimos años, es escasa la presencia de revistas en el carnaval (este año sólo cuatro participan en el concurso, menos de las que podrían pasar a la Liguilla), y su categoría se ha vuelto la menos prestigiosa en ese marco. Presentan complejos espectáculos en los que, con un hilo conductor a veces claro y a veces no tanto, proponen una performance enérgica y precisa, pero no encuentran suficientes audiencias o escenarios. En este sentido, se parecen a la danza contemporánea y a otras manifestaciones que han crecido, pero no encuentran el modo de que crezcan también su profesionalización y su popularización. Una de las diferencias es que la estética de la danza contemporánea es tildada de hermética, mientras que la de las revistas suele ser marginada porque se la considera terraja.

Están atrapadas en una especie de círculo vicioso: poca gente quiere verlas porque tienen mala imagen, incluso entre quienes nunca las vieron. Entonces, los tablados las llevan poco o las programan en los peores horarios. Y, como es lógico, eso contribuye a que sean pocos quienes ven sus espectáculos. Con el ánimo de problematizar los preconceptos, la diaria conversó con artistas de las revistas Tabú (que va este lunes al Teatro de Verano), House y Madame Gótica (no fue posible contactar a nadie de La Compañía, la cuarta concursante).

Entre género (artístico) y categoría (de carnaval)

La revista integra elementos de la comedia musical con códigos propios del carnaval y de otras áreas, como el sketch y la comedia stand up. A diferencia de los parodistas, no parten de una obra preexistente, sino que realizan una creación propia. Mariana Escobar, bailarina y cantante de Tabú, lamenta que los tablados las contraten menos que a las agrupaciones de las demás categorías y que siempre las ubiquen al comienzo de sus programaciones, cuando hay menos público. “De hecho, hasta hace poco se estuvo discutiendo si correspondía que hubiera revistas en carnaval”, comenta. Mauricio Ripoll, también de Tabú, reafirma que la revista “ha sido vapuleada en carnaval”, aunque sus espectáculos tienen “excelente nivel”.

Germán Medina, que actúa y escribe para House, admite: “Nunca fue la categoría que más me gustó, pero después encontré que estaba buena la idea, ya que como actor es una experiencia interesante y la construcción escénica es libre”. A modo de explicación del género, describe que “el espectáculo se centra en general en los bailarines. Cuando uno piensa en revista, lo primero que se le viene a la mente es baile, música, comedia musical con grandes bailarines y con un despliegue musical muy importante, y en el caso de las revistas de carnaval, y particularmente de House, creo que la idea también es aportar bastante desde los textos”.

“No es la categoría más popular, pero me parece que hay una responsabilidad compartida, que las autoridades del carnaval no les dan muchas posibilidades a las revistas con respecto a qué días actúan, en qué horarios y en qué condiciones. De todos modos, creo que es una categoría muy completa. Son agrupaciones numerosas, con una cantidad de músicos en vivo y una cantidad de bailarines, que son los que más se esfuerzan y dedican muchísimo tiempo a esto. Además, es bastante costoso sacar una revista, y si no vas a tener la cantidad de tablados que te permita un retorno de lo que invertís, es difícil pensar en mejorar el espectáculo”, agrega.

“Venimos peleando por ganarnos un lugar -dice Julio Ríos, coreógrafo de Tabú-. Siempre digo que la gente no sabe mirar una revista, no sabe apreciarla, aparte de que el espectáculo que se presenta en un tablado no puede ser el mismo que en el Teatro de Verano, como pasa en todas las categorías. Necesitamos un espacio adecuado para que luzca el cuerpo de baile, una amplificación que esté acorde a ocho músicos en vivo más los cantantes, que los actores puedan tener una vincha con micrófono, y eso en la mayoría de los tablados no lo tenemos. Además, hay una limitación de tiempo [25 minutos en tablados] y muchas veces se pierde el hilo de la historia porque no podemos presentar el espectáculo entero. Por otro lado, la gente está predispuesta a no querer ver una revista, y conserva mucho la imagen de las revistas de antes, que eran el baile y luego el chiste. Pero la categoría cambió: es más musical, y todo tiene que ver con lo que se está representando”. Aunque Escobar reconoce que, con independencia de los planteos temáticos y narrativos, a menudo “la gente está deseando que llegue la parte bailada”.

Usinas de ensamblaje

Según Medina, “la dramaturgia de las revistas tiene que ver con el modo en que son armados los espectáculos. Se trabaja por cuadros; las revistas son cuadros enlazados uno al lado del otro. Los actores trabajan por un lado, los músicos van sacando material de esos cuadros por otro, y luego, cuando se acerca el carnaval, se va ensamblando todo, se van haciendo pasadas parciales y luego generales. La idea es que no se vea como partes, sino trabajar para terminar con un espectáculo global”. Ripoll apunta que “es una categoría muy difícil, y muy rara a la hora del armado del espectáculo, por lo menos para uno, que está acostumbrado a categorías en las que el trabajo es grupal por entero. Acá empezaron los bailarines, allá por mayo-junio, a armar las coreografías, mientras que los actores arrancamos en noviembre-diciembre ensayando aparte, y los cantantes también aparte; después hay que ensamblar todo eso con los músicos... Es un gran puzle que se va armando. Acostumbrado al parodismo, donde todos ensayamos todo y empezamos en agosto, me resulta un poco raro que recién un poco antes de que empiece toda esta locura conozcas a compañeros con los que vas a compartir el escenario todo un carnaval. Pero fue una experiencia linda. Los rubros están bien marcados: quién viene a hacer qué, digamos, aunque nosotros tratamos de romper un poco con eso. En mi caso personal, no soy como Luciana Pasotti o Mariana Escobar, que además de ser excelentes actrices son excelentes cantantes, pero la revista apunta sobre todo a lo interpretativo”.

Pese a la segmentación por rubros del espectáculo, la experiencia de participar en una propuesta escénica integral lleva a encontrar las diferentes herramientas y técnicas, a lo que se suma un uso ecléctico de lenguajes dancísticos y estéticos. La bailarina Analía Chiffone, de Madame Gótica, cuenta que “se usan todas las danzas, desde el clásico hasta el merengue, la salsa, es muy variado. Te dan terrible oportunidad, hay pila de bailarines que bailan cualquier cosa. No necesitás especializarte en una sola cosa. Lo veo como muy amplio en ese sentido. Incluso hay bailarines que además actúan, es muy abierto”. Con respecto al proceso de armado de los espectáculos, señala: “Empezás ensayando separadas las escenas y los cuadros de baile. Se trata de buscar varios estilos y que queden unidos a las escenas, en la historia que se cuenta; bailar contando la historia que lleva el guion, digamos. A veces, uno arma una coreografía y es difícil explicar con palabras lo que la revista está diciendo en la coreografía, de qué manera eso forma parte de la narración”.

El medio del mensaje

Las temáticas de los espectáculos de revista suelen rondar aspectos como la familia, el amor, los prejuicios y otros que, en términos generales, buscan entablar una conexión con experiencias de la vida cotidiana. Los entrevistados, consultados sobre las propuestas que desarrollan este año sus agrupaciones, nos resumieron sus argumentos de este modo:

• Tabú, según Ripoll: “Son personas que llegan a un lugar -que no está definido- a soltar cosas de su vida, a superarse a sí mismos, y que además se encuentran con otra persona que va a hacerles de guía y se llama Don Solitario (lo encarno yo) y tres amigas -interpretadas por Mariana Escobar, Clarita Cristóbal y Luciana Pasotti- que tienen diferentes características: una está apasionada por la religión, otra es adicta a las redes sociales, y otra es un tanto ansiosa. Van pasando por ese lugar, intentando solucionar sus problemas, y este hombre, que se suponía que todo lo sabía y que todo lo arreglaba, finalmente es más guiado por ellas que al revés”.

• House, según Medina: “El espectáculo de este año se llama Mentiras verdaderas y apunta básicamente a las veces que mentimos o intentamos decir cosas que en realidad no pensamos. Nosotros tratamos de tener un espectáculo bastante sencillo de entender. Creemos, como equipo, que el carnaval debería ser bastante popular y que, con las partes cantadas, bailadas y actuadas, debería bajar directo al público. Entonces, abordamos diferentes momentos cotidianos en los que mentimos; las personas mienten para pertenecer a algún grupo, para agradar. Y también preguntamos dónde dejamos las verdades. Hay una parte bastante central, que es cuando mi personaje entra con su mujer, que está embarazada. Eso lo incluimos básicamente porque nos pareció inteligente hacerlo para relacionar ese embarazo con la cuestión de la mentira y la verdad, la pareja y el embarazo en sí”.

• Madame Gótica, según Analía: “Este año la propuesta habla de la amistad. Son escenas que cuentan las amistades desde diferentes puntos de vista y es un tema re simple. Se trata de llegar a lo que vive cada ser humano en su cotidianidad, y trata de amistades en diferentes aspectos. Según lo que se narra es el cuadro que se baila”.

Entendiendo el carácter híbrido y heterodoxo de este género/ categoría, quizá sea interesante tomarse un tiempo para ver a las revistas en este carnaval, aunque sólo sea como una oportunidad para preguntarnos si los prejuicios se confirman o no al afrontar los espectáculos, y para reflexionar sobre cómo todo gusto tiene sin duda un componente cultural, y por ende político y social.

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