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Unidad de Internación de Personas Privadas de Libertad Nº 5 (cárcel de mujeres). Foto: Virginia Martínez Díaz (archivo, febrero de 2017)

En reclusión o internación psiquiátrica, las mujeres son más vulnerables, menos tenidas en cuenta y más abandonadas

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El viernes en la Institución Nacional de Derechos Humanos y Defensoría del Pueblo (INDDHH) se llevó a cabo la jornada de sensibilización sobre mujeres privadas de libertad “Presas, pobres y locas”, en la que se discutió sobre las políticas y prácticas referidas a salud mental y encierro. Uno de los testimonios que se escucharon fue el de Olga, miembro de Radio Vilardevoz, que resumió el problema en dos oraciones: “No somos locas, sino que nos duele […] yo no dejé de ser mujer por haber estado internada en el Vilardebó ni por estar presa, simplemente se es más vulnerable que el resto de las mujeres”.

Mirtha Guianze, miembro de la INDDHH, advirtió que en todos los centros de internación psiquiátrica las mujeres están en condiciones de mayor vulnerabilidad que los hombres y que, además, esas internaciones provocan un “desvínculo familiar” también mayor. Por su parte, Judit Kakuk, de la Comisión Nacional por una Ley de Salud Mental, advirtió que “pobres, presas y locas” son tres conceptos que se utilizan para hablar de mujeres “muy, muy invisibilizadas”. En ese sentido, advirtió que se trata de nociones que hablan de “realidades que van formando una trenza: están indisolublemente unidas, y eso mismo se va tejiendo en la sociedad”.

Karkuk contó que en 2005 tuvo su primer acercamiento al hospital Vilardebó, donde constató “muchísimas vulnerabilidades”. “Se supone que las internaciones van a ser de tránsito; sin embargo, sé que si voy hoy, voy a encontrar caras conocidas”, agregó. Por otro lado, señaló las diferencias entre el tipo de relato que escuchaba de hombres y mujeres: “Los de los varones eran relatos de homicidios, etcétera; el de las mujeres era el de golpes y violencia naturalizada de tal forma que consideraban que estaba bien, porque él es hombre”. También constató una “gran diferencia” entre los relatos de la zona rural y los de la ciudad. La violencia está “tan naturalizada en el ámbito rural que [las mujeres] no se dan cuenta de que es violencia, la encuentran normal”. Esas son algunas de las tantas cosas que “se deben visibilizar, porque el encierro no cura”.

Graciela Alfonso, la directora del Vilardebó, aseguró que su deseo es “que se necesite cada vez menos la internación y que se pueda ir transformando el modelo [manicomial] que todavía mantiene” el hospital. Para lograrlo pidió “aunar esfuerzos para que la mujer no tenga que ser internada y para que se puedan mejorar las condiciones”.

Respecto de las mujeres que están presas en cárceles del Instituto Nacional de Rehabilitación, Guianze señaló que, a pesar de que son significativamente menos que los hombres presos (representan 6% de la población carcelaria), el bajo número “no se traduce en mejores condiciones de reclusión”. Agregó que del total de mujeres presas, 60% está en Montevideo, en las unidades Nº 5 (de máxima, media y mínima seguridad) y Nº 9 (en la que se recluye a las mujeres con hijos), mientras que el restante 40% de mujeres están repartidas en los otros 18 departamentos, principalmente en Maldonado, Salto y Soriano, en ese orden. A su vez, señaló que del total de mujeres presas, 10% están embarazadas o conviven con hijos en la cárcel. Concluyó que si bien la vulneración de derechos es previa a la reclusión, es continuada por el pasaje por las instituciones; peor aun, la privación de libertad “tiende a profundizar las brechas sociales, haciendo más difícil la reinserción de una población que se hallaba inicialmente excluida”. En ese marco, encuentra “preocupante el uso serializado de la prisión preventiva y la baja aplicación de medidas alternativas”, en especial en situaciones de mayor vulnerabilidad, como en el caso de las mujeres embarazadas o que tienen hijos a cargo.

Línea cárceles

En esa línea, Mariana Follé, investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad de la República, sostuvo que en el primer gobierno de Tabaré Vázquez se planteó el “bienestar penal”, pero que actualmente esa postura se desplazó hacia el “neoliberalismo penal”. Advirtió que “algunos logros que parecían esbozarse se fueron para atrás”, y los enumeró: la “Ley de Humanización, los discursos de organizaciones estatales involucradas en la reforma, la situación actual en la que seguimos, los dispositivos de control social; parecería que el horizonte es de negro a más que negro, de negro para abajo”.

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