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Jorge Gandini en su despacho. Foto: Andrés Cuenca

“Hace falta wilsonismo”

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Fue director del Instituto Nacional de la Juventud, fue senador y ahora ocupa una diputación por Montevideo desde 2004. Por ese departamento también trató infructuosamente de ser candidato a intendente en las pasadas elecciones, pero el senador Luis Lacalle Pou le bajó el pulgar. Dentro de la oposición y de su propio sector, Alianza Nacional (AN), el diputado Jorge Gandini es uno de los más feroces críticos del Frente Amplio (FA) y todo parece indicar que en esta próxima Rendición de Cuentas disparará su artillería pesada contra el gobierno de Tabaré Vázquez. En esta entrevista explica por qué no volverá a ser candidato a intendente, interpreta las diferencias internas de su sector político y adelanta cuáles son los desafíos que a su entender tiene el Partido Nacional (PN) si es que quiere llegar al gobierno en 2019.

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–Tu sector político, AN, ha dicho que no votaría más impuestos; por su parte, el FA aseguró que no iba a aprobar tributos que perjudicaran a los trabajadores, a la clase media y a los más necesitados. ¿Votarías un nuevo impuesto que respetara esos principios?

-Primero: no le creo más a Tabaré Vázquez. Ya nos mintió en la campaña electoral y puede volver a hacerlo. Si quieren cumplir con algunos compromisos, van a tener que poner impuestos. Pero, además, algunos compromisos son grandísimas mentiras. El 6% del Producto Interno Bruto (PIB) para la educación implica un gasto anual de 800 millones de dólares más de lo que se gasta hoy en educación. Tener un gasto corriente incremental de 800 millones de dólares por año es imposible. Nosotros no estamos dispuestos a votar más impuestos. La suma de todos los impuestos constituye una presión tributaria absolutamente desalentadora. No se trata de no gravar a los trabajadores ni a los que menos tienen, porque los que más tienen son los que más libertad tienen para irse del país y poner plata en otro lado, donde no les cobran impuestos o les ponen rentas más bajas. Entonces el capital, que es muy cobarde, busca lo que le conviene y se va a donde le sirve, y hay una estructura en el mundo armada para el tráfico global de los capitales.

–El ex ministro de Desarrollo Social Daniel Olesker dijo que la presión tributaria que tiene Uruguay es menor que la de Brasil y Argentina...

-No. A esta altura no es menor. No comparto eso. Incluso esos países tienen otras posibilidades. Además, a Olesker tampoco le creo… El camino que queda es ajustar el gasto y hacer las cosas bien. También llegó la hora de empezar a mirar la deuda externa. Acá hay escándalos, luchas interminables por 20 o 30 millones de dólares, o el rector de la Universidad de la República [Roberto Markarian] visita todos nuestros despachos por 40 y a largo plazo por 100 millones de dólares para rehacer el Hospital de Clínicas, y este año vamos a pagar de intereses y amortizaciones inevitables de la deuda externa 2.970 millones de dólares. Desde el año 2004 para acá, en los diez o 12 mejores años de la economía del país, la deuda se multiplicó por dos, y pasó de 16.000 millones de dólares a más de 33.000 millones de dólares. ¿Cuánto se incrementa este año? 2.150 millones de dólares, sólo por los cuatro puntos de déficit fiscal. El 6% para la educación, el Hospital de Clínicas y los funcionarios judiciales podrán esperar, pero ese 4% del PIB es deuda, y la deuda se contrae y se paga. Y este año vamos a contraer deuda para pagar deuda. Una calesita incremental que no para y hace inviable el futuro del país y el grado inversor. Y para parar eso hay que parar el endeudamiento, ajustar las cuentas públicas y no prometer más mentiras.

–¿Podrías darme tres medidas concretas que se te ocurran para ajustar el gasto?

-La parte no rígida del gasto es muy poca. Podemos trabajar sobre los gastos de funcionamiento, sobre la eficiencia en el gasto para ahorrar, pero no vamos a mover demasiado la aguja. Es un componente pequeño, con poco resultado en el funcionamiento. La inversión no se debería poder tocar. También hay que trabajar mucho sobre las transferencias. Un caso importante es el endeudamiento externo, y yo digo que hay que ponerlo sobre la mesa y empezar a discutir sobre él. No para no pagar, porque Uruguay no va a caer en default y tiene que cumplir con sus obligaciones. Pero hay que empezar a revisarlo, a ver qué posibilidades tenemos de reprogramarlo. Y, por último, hay que terminar de hacer los cambios necesarios para que las empresas públicas vuelvan a aportar a rentas generales y dejen de ser un clavo deficitario. Las empresas públicas consolidadas terminaban aportando entre un punto y un punto y medio o a veces dos del PIB en ganancias y transferencias. Y en los últimos años hubo que poner hasta medio punto o hasta un punto del PIB en ellas. Por lo tanto, ahí hay un componente de gestión muy importante. Hay que decidir qué vamos a hacer con algunas tareas de las empresas públicas para que dejen de perder. Se supone que son para ganar.

–¿Cuáles son los principales desafíos que creés que tiene el PN de acá a la campaña para llegar a ganar las elecciones?

-El PN tiene que superar dos cuestiones trascendentes. La primera es pasar de la negación a la ilusión. Tenemos que ir más allá de nuestra actitud legítima y necesaria de oposición y de denuncia y de control, y crear también un imaginario vinculado al modelo que tenemos para un Uruguay posible, donde cambien las cosas que nosotros y todos criticamos. No a esta educación: ¿sí a cuál y con quiénes? No a este modelo de la seguridad pública: ¿cuál es el alternativo y con quiénes? No a esta política económica: ¿cuál?, ¿con qué posibilidades y con qué equipo? El partido tiene que ser claro, y eso tiene que conformar la construcción de un Uruguay posible que también lleve sueños.

La segunda cosa trascendente que me parece importante es asumir que la gobernabilidad en una eventual victoria del PN no la vamos a dar sólo nosotros, tendrá que haber otros. Hay que construir esa gobernabilidad desde ya. Hay que entender que hay que levantar las barreras que nos dividen de otros para construir propuestas comunes, con los puntos de acuerdo y las fortalezas que otros tienen para aportar. También tenemos que dar certezas, y eso pasa por decirle a la gente que el gobierno del PN va a tener las mayorías necesarias para llevar adelante lo que propone.

–¿Cómo viste las medidas que presentó Lacalle Pou? ¿Creés que sirven para construir ese supuesto modelo alternativo?

-Es una respuesta al hoy. Ni Lacalle Pou ni el PN van a decirle al gobierno lo que haría si estuviésemos en el Poder Ejecutivo, porque sería todo muy diferente: utilizaríamos otras herramientas y tomaríamos otras medidas. Lo que estamos diciendo es que frente a esta coyuntura y a las situaciones más notorias, que hay que comenzar a corregir, tenemos propuestas. Lacalle Pou y su equipo elaboraron algunas, las pusieron sobre la mesa. Indudablemente son serias y no son cuestionables por las formas en que fueron presentadas. Ahora el gobierno debe opinar sobre ellas, pero Lacalle Pou va a tener la virtud de mover el tablero proponiendo y escribiendo la agenda.

–¿Estás de acuerdo con las propuestas?

-No sé. No las estudié todas. En general sí, en general es lo que ha sostenido el partido.

–¿A AN no le está faltando esa capacidad de propuesta?

-Hace exactamente un año se instaló un ámbito de diálogo entre Presidencia de la República y todos los partidos políticos sobre el tema seguridad, y eso fue a partir de que en la Semana de Turismo Larrañaga presentó diez proyectos de ley, que marcaron la agenda hacia adelante y generaron ese espacio de diálogo. Ahí lo que movió el tablero fueron las propuestas de AN realizadas por Larrañaga. Alternativamente todos tenemos propuestas, como las hemos tenido -y muy claras- en materia de educación.

–¿Larrañaga no está muy desgastado luego de dos derrotas consecutivas en la interna?

-Perdió dos veces la interna y en situaciones muy difíciles la ganó y votó muy bien. Cuando el partido votó mejor fue cuando ganó Larrañaga. Votamos un 35% y creo que Larrañaga tiene grandes condiciones. Es cierto que perder dos veces pesa y obliga a reinventar un posicionamiento. Siempre ha sido así. También es cierto que lo que no te mata te fortalece, te enseña y prepara. Y, a lo mejor, también hay un mensaje importante que hay que saber leer en el manejo de los tiempos. Larrañaga fue candidato siempre, mientras que los dos que le ganaron en los últimos tiempos fueron candidatos en tirones más cortos. La sobreexposición a veces no es un aliado, sino un problema. El manejo de los tiempos es un arte en la cuestión política. Hoy lo cierto es que Larrañaga todavía no es candidato y no salió al ruedo.

–¿Su liderazgo no está siendo cuestionado por algunas figuras?

-Veo que en el sector hay una energía desbordante de nuevos liderazgos que quieren y piden espacios, y no están dispuestos a condicionarlos. Por eso la necesidad de que haya diversas listas al Senado, que las va a haber en los dos sectores del partido. Eso genera mensajes complicados de entender. Creo que la mayoría de todos aquellos que hacen expresiones diferenciales dentro del movimiento apoyan a Larrañaga como candidato.

–La senadora Verónica Alonso dijo que conformarse con las listas al Senado era quedarse “en la chiquita”...

-Está bien. Entonces debe estar pensando en ser candidata a presidenta, porque si no, no hay otra posibilidad.

–¿Ella ya está afuera del sector?

-No. Mientras no se vaya no lo está. No está participando en las instancias colectivas ni en los debates y definiciones, y eso también es verdad. Es una señal.

–¿Qué ideas wilsonistas entendés que promueve hoy el PN?

-Hay un estilo wilsonista cuando hablamos de seriedad en nuestro rol desde la oposición, y hay un estilo wilsonista cuando hablamos de gobernabilidad, que la seguimos dando todas las veces que el país la necesita y es necesario. Hay un wilsonismo permanente cuando el partido controla y es implacable en algunas de sus acciones. Luego vas al programa y “Nuestro compromiso con usted” respondía a un mundo y a un país que ya pasó, pero tiene un compromiso con algunas causas, y ahí el partido levanta algunas banderas y otras no. Creo que le hace falta wilsonismo al PN.

-¿Y qué banderas no levanta?

-Hay algunos postulados que el PN tiene que defender y que no los tiene a flor de piel. Enfrentar a las grandes corporaciones, hacerse el lugar en la opinión para enfrentar determinados postulados que parecen indiscutibles y que tenemos que contrastar con nuestro pensamiento. El PN deja correr sin enfrentar la idea de una segunda planta de UPM. Yo no estoy de acuerdo en que lo hagamos así como lo estamos haciendo. No estoy de acuerdo en que venga una multinacional poderosa de los países centrales y, porque nos ofrece poner 4.000 millones de dólares cuando estamos en un mal momento, Uruguay haga un renunciamiento de tal naturaleza que se olvide del hecho de que que no lo hace con sus propios nacionales, porque a los de la multinacional les da una zona franca, y no van a pagar IVA ni renta, ni siquiera Impuesto de Primaria. Y además les va a construir las vías férreas, mientras que los productores ganaderos, arroceros, graneleros y ovejeros tendrán que pagar el transporte en los camiones. Desesperado está el gobierno por ponerle alfombra roja, hasta modificando el ingreso a Montevideo y al puerto para que puedan exportar. Todo eso en un contexto muy cuestionable. ¿Cuál es? Que ya le hemos dicho que sí a UPM y andamos pidiendo plata por el mundo para poder hacer lo que nos toca, porque endeudarnos más no podemos. Y nunca nos hemos puesto a estudiar ni siquiera mínimamente cuál es el impacto de instalar una planta de UPM que duplica a la que ya está instalada sobre el río Uruguay, en un río como el río Negro, que tiene un caudal de agua 15 veces menor, y en el camino hacia el río Uruguay, donde va a desaguar, hay tres lagos producto de represas de contención en los que durante algunas semanas a veces ni siquiera corre el agua. ¿Alguien estudió eso? Entonces después es un revolver en la sien de la Dirección Nacional de Medio Ambiente para que diga a todo que sí, porque no puede dar una mala noticia al país, a los trabajadores, a los inversores, a los que compraron y a los que quieren vender, de que no se puede. Eso es wilsonismo puro, porque es enfrentar temas trascendentes, con muchos intereses atrás, con el coraje y la valentía de estudiarlos en serio, primero, antes de decir que sí.

-¿Cuál es tu argumento en contra de la cuota de género?

-No estoy a favor de la cuota para los cargos electivos. No lo estuve, voté en contra, argumenté en su momento y voy a volver a votar en contra. En la democracia representativa, quienes ocupan los cargos electivos lo hacen en representación de quienes los eligen. La gente tiene que tener la mayor libertad para elegir por quién se quiere hacer representar, y no se hace representar por el color de piel que tiene, la religión que profesa, la altura que tiene, por su nacimiento geográfico o extracción original de raza o de sociedad, ni tampoco por el sexo. No comparto eso de que las mujeres son el 52% y están subrepresentadas. Eso llevaría a concluir que las mujeres se sienten bien representadas por mujeres y los hombres por hombres, y me parece un disparate. Poner una limitante a esa libertad es condicionar al soberano, y no estoy de acuerdo. Creo, sí, en las políticas de género y en las políticas que mejoren las oportunidades de acceso, que las mujeres las tienen limitadas. Las mujeres son mayoría en la actividad política hasta determinado nivel, y luego tienen dificultades para seguir, entonces hay que generarle oportunidades. De hecho, tengo un proyecto de ley que aún no he presentado, que establece la cuota pero para cargos de designación, porque me parece que sería muy saludable mejorar las oportunidades: que hubiera más mujeres ministras, subsecretarias, más mujeres en los cargos de particular confianza y muchas más en los cargos de gestión en las empresas públicas, donde es el sistema político el que elige. De ahí surgirá la oportunidad de que se hagan conocer. Después la gente las juzgará y las votará o no, pero primero van a haber tenido la oportunidad de gestionar y hacerse conocer para luego ponerse a consideración.

–¿Hay que reiterar la Concertación para 2020?

-Si vamos a repetir la Concertación, tendríamos que hacer que exista más allá de ser un logotipo. Tiene autoridades pero no se han reunido nunca más. No opina sobre Montevideo, no llama a sus convencionales, no funciona como un partido. Entonces, ¿existe el Partido de la Concertación? Porque si queremos convencer a la gente de que esa es una alternativa para gobernar Montevideo, tendremos que demostrar que eso es de verdad, no es solamente un maquillaje electoral. Y si bien en la primera vuelta nadie nos exigió nada, porque recién habíamos nacido, nos van a pasar un facturón enorme cuando llegue la próxima elección, si no somos capaces de decir qué hemos hecho como Concertación en estos cuatro o cinco años. Estos son análisis que tenemos que empezar a ver, porque así tomamos decisiones y abrimos caminos. La Concertación nació para ganar las elecciones de Montevideo y votó peor que cuando fuimos separados. Los partidos fundadores de la alianza votaron muy mal, y el recién llegado fue el ganador. Y, para peor de todo, se la creyó y usó el resultado electoral, que fue un esfuerzo de todos, como trampolín para su carrera personal y presidencial. La pregunta que me hago es cómo empezamos de nuevo, ¿cómo PN o como Concertación? Pero hay que tomar esa decisión ahora que no falta demasiado tiempo. Tenemos un año, porque después, en 2019 y desde finales de 2018, el tema departamental queda superado por la interna y lo nacional, y se lo traga completamente.

–¿Fue un error incorporar a Edgardo Novick?

-Quizás fue un error no haber hecho lo que había que hacer, dejándole el campo a Novick, un tipo inteligente, nuevo y con mucha plata, que ocupó el lugar que tendríamos que haber ocupado nosotros. La gente venía cansada de hablar de “la positiva” y Novick dijo lo que los blancos y los colorados querían escuchar, en el tono que querían. Pero no trajo un solo voto de afuera.

–¿Por qué no vas a volver a ser candidato a intendente? ¿Qué te llevó a cambiar de opinión?

-Tratar de ser lo suficientemente inteligente como para no tropezar dos veces con la misma piedra. Hubo un momento y se terminó. Ahora empecé a construir una alternativa nacional. Armaré un Senado en su momento. Eso ya lo estamos haciendo con varios otros compañeros, algunos diputados. Estoy mirando más lejos y gastando más nafta.

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