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Daniel Marsiglia y Roberto Conde, el viernes, en el acto de la Seccional 20 del Partido Comunista del Uruguay. Foto: Pablo Nogueira

Acto del PCU a 45 años del asesinato de los ocho obreros comunistas de la 20

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“Los ocho van conmigo”, decía al fondo del estrado. Sus rostros impresos reforzaban la frase. Los diversos oradores mencionaron sus nombres, en una forma que parecía salirse del tono general de los discursos para quedar impregnada en la memoria de cada uno de los presentes. Luis Alberto Mendiola, Elman Fernández, José Abreu, Raúl Gancio, Ruben López, Ricardo González, Justo Sena y Héctor Cervelli. Así se llamaban los ocho obreros comunistas asesinados hace 45 años en el mismo lugar en el que el sábado fueron recordados sus nombres: la Seccional 20 del Partido Comunista de Uruguay (PCU), en la avenida Agraciada y Valentín Gómez. Fue en la madrugada del 17 de abril de 1972. Salieron del local, que estaban cuidando, con las manos en alto y sin más armas que sus ideas. Militares y policías los acribillaron a balazos. José Machado recibió una bala en la cabeza, pero sobrevivió. El sábado estaba sentado adelante, en el acto de homenaje a sus ocho compañeros fusilados.

Puños en alto, banderas rojas flameando; al fondo, una inmensa, de la Unión de la Juventud Comunista (UJC), que no paraba de bambolearse. No más de media cuadra de personas. Un veterano de boina estaba emocionado. Tenía la bandera comunista atada al cuello y le caía como una capa. Parecía un supercomunista. Mientras, sonaba la versión latinoamericana de “La Internacional”.

Sandra Lazo, vicepresidenta del Frente Amplio, abrió la parte oratoria del homenaje. Dijo que “aquellos ocho corazones siguen latiendo, pero es insoslayable hablar de los contextos”. Siguió con que estamos asistiendo a una crisis global que tiene varias aristas, pero que es definitivamente ética: “La década de avances progresistas en la región se ha visto menguada por un arrastre de la derecha, que, como era de suponer, no está dispuesta a perder privilegios. Son nuestros pueblos latinoamericanos quienes parecen destinados a tener que pagar el costo del total fracaso al que nos expone esta fase mundial. Capitalismo feroz que sólo ha conducido a la más profunda crisis social, en la que el porcentaje menor de ricos acumula el porcentaje mayor de la riqueza del mundo”.

Lazo agregó que, aun en este contexto de “crisis feroz”, nuestros pueblos hermanos latinoamericanos transitaron una década y fueron capaces, “no sin dificultades, cada uno con su propio manual”, de “realizar cambios esperanzadores, demostrando que es posible un mejor reparto de la torta a favor de los más vulnerados”. Además, preguntó si alguien pude creer que “el cambio de viento soplando a favor de los humildes” en el continente iba a hacer ceder a la derecha mundial. Contestó que, al contrario, la solidaridad entre los pueblos latinoamericanos “avivó la llama del odio, ideológicamente disfrazada de desideologización”, y fue así que aparecieron “los outsiders de la política y los empresarios cargados de ideología de clase, y así bombardearon -literalmente- a los proyectos emancipadores, y no tienen ningún inconveniente en hacer gastos oprobiosos en armamento, en más guerra, en oprimir a los pueblos. Eso sí, cuando se trata de gasto social, de agenda de derechos y de solidaridad entre nuestros pueblos hermanos, se horrorizan”.

El imperio contraataca

Mientras el frío besaba lentamente a la noche con pasión, y en la primera fila la ex intendenta de Montevideo Ana Olivera se abrigaba con una ruana que hacía juego con el rojo del acto, en el estrado marcaba presencia Mateo Galeano, integrante del Comité Central de la UJC. “Lo nuestro es el derecho a vivir y a vivir bien, lo nuestro no es otra cosa que la vida, y por eso no olvidamos ni perdonamos a los que se dedican a sembrar la muerte”, dijo, y agregó que en un contexto de “ofensiva imperialista sangrienta”, es un deber decir no, rotundamente, a la guerra y a las políticas de violencia que se extienden, “de la mano de la derecha, por el mundo y por nuestro continente, ya no sólo con el silencio cómplice de la OEA [Organización de Estados Americanos] y de [Luis] Almagro, sino también con su injerencia desestabilizadora y promotora de la violencia”. Con esto último, el aplausómetro picó alto.

Por otro lado, el joven subrayó que hace mucho tiempo que la muerte se viene llamando capitalismo, pero también resignación, aburrimiento, indiferencia e ignorancia. “Hoy la muerte se vende, y mucha gente se endeuda para comprarla. Se vende disfrazada de vida. Entonces nos convencen de que no podemos vivir sin las toneladas de entretenimiento que nos ofrecen para que nos quedemos todo el día en casa. Nos convencen de que no podemos vivir sin los televisores plasma, desde donde nos acribillan con sus propagandas y mentiras. Nos convencen de que no podemos vivir sin productos estéticos, para que seamos cada día más superficiales”, advirtió.

Galeano concluyó que de la lucha contra la muerte, sea cual sea su vestido, se desprenden miles de luchas más, pero que primero hay que generar espacios de encuentro, de todos los tipos y formas que se pueda imaginar, “porque la vida tiene muchos más nombres, pero hay uno en particular que le encanta, y ese nombre es el de encuentro”. “La alienación se combate, antes que nada, con contacto humano, y del bueno. Los desafíos que se vienen no los vamos a solucionar por Facebook ni por Whatsapp. Precisamos espacios donde encontrarnos y aprender a encontrarnos, porque encontrarse no es solamente estar cerca”, señaló.

El dirigente frenteamplista y ex senador Roberto Conde subió al escenario y, con diferentes vaivenes en el tono de su discurso, dijo que la única respuesta que nos permitirá salir “del marasmo humano en el que la globalización capitalista nos ha hundido” es la construcción de procesos históricos y sociedades nuevas orientadas por los principios del socialismo. Agregó que “las frustraciones de las experiencias socialistas del siglo XX no son suficientes para concluir, en términos del proceso histórico, que el socialismo no es viable en el derrotero de la humanidad”. Señaló que, al contrario, hay que aprender de las frustraciones y los errores del siglo XX para poder refundar una “lucha creativa y transformadora basada en la construcción de poder social orientado en principios morales y en la política regida por el principio absoluto y total de la justicia social”.

El dirigente subrayó que hoy a la humanidad le sobran medios y conocimientos para construir una “sociedad superior”, y que si no se hace, no es por falta de conocimiento ni de medios humanos, sino “por falta de voluntad política” y -subió el tono de su voz- por “el caos político irracional e inmoral que la globalización capitalista está haciendo impregnar en nuestros días”.

Venezuela y el “mono con metralleta”

Conde también dijo que la responsabilidad de la concentración formidable de riqueza y de la crisis civilizatoria en la que vivimos no la tienen Libia, Irán, Irak, Siria ni Cuba, “y mucho menos Venezuela”, con lo que se ganó la ovación inmediata del público. “La responsabilidad de esta conspiración contra la humanidad la tienen las potencias dominantes, y a su cabeza el imperialismo norteamericano, todavía erguido, en el siglo XXI, como la potencia geopolítica rectora del capitalismo mundial”.

Al final del acto llegó el turno de Marcelo Abdala, integrante del Comité Ejecutivo Nacional del PCU, además de secretario general del PIT-CNT, quien dijo, entre muchas otras cosas, que el asesinato de los ocho obreros en 1972 ocurrió en el cuadro de otra “contraofensiva del imperialismo norteamericano en América Latina”, cuando en Uruguay se desarrollaba “la escalada fascista preparatoria del nefasto golpe de Estado del 27 de junio de 1973”. Luego concluyó que “la masacre de los ocho obreros comunistas se configuró como una gran provocación, intentando que la dinámica del país se deslizara hacia la guerra civil”.

El supercomunista de boina ya se había sentado. Abdala siguió, como todos los demás, con un picoteo de temas variados. Sobre Venezuela dijo que está siendo agredida por el imperialismo estadounidense, en una campaña que combina “la carestía de la guerra económica y la posverdad, que es lo mismo que decir la mentira, en la forma de presentación de los hechos mediante un consenso de los grandes medios de comunicación, que van mellando la solidaridad de los pueblos y convenciendo de lo que no es”. Señaló que Venezuela es agredida “por una herramienta nefasta como la OEA, conducida por el señor Almagro, que un día sí y otro también, no hace otra cosa que denostar al gobierno bolivariano y al proceso revolucionario, y ayudar a que se generen las condiciones de no diálogo para generar una salida”.

Con respecto a Estados Unidos, Abdala destacó que está gobernado por “un agente del complejo militar e industrial, un verdadero mono con metralleta, como es este aberrante [Donald] Trump, que pone en riesgo a todo el planeta”. Sin embargo, señaló que atraviesa “un lento pero incesante deterioro de su peso económico en el conjunto planetario” y que ya no puede hablarse de “capitalismo unipolar”, porque su primacía ahora es contestada por Rusia, los países que integran el BRICS y, en particular, China. Abdala cree que se avecina el peligro de que las contradicciones económicas mundiales se conviertan en salidas beligerantes, y aseguró que la forma de ser antiimperialista y revolucionario en estos primeros años del siglo XXI es luchar “por la paz y por el desarme”.

Pasadas las nueve y media de la noche, y luego de más de dos horas de discursos, el acto terminó. Quizá, entre tanta verborragia, quedaron perdidos por ahí un par de versos que cantaron Los Diablos Verdes antes de la parte oratoria y que tenían estrecha relación con el homenaje de la noche. Eran de aquella canción de Jaime Roos con letra de Mauricio Rosencof que decía: “Redoblando esperanza y coraje, / con margaritas de amor y de paz; / por los chiquitos que faltan, / por los chiquitos que vienen, / uruguayos, nunca más”.

Los días anteriores

El 13 de abril de 1972 se llevó a cabo un paro general convocado por la Convención Nacional de Trabajadores, que fue acatado masivamente. Al día siguiente, tras varios ataques del MLN y la respuesta de las fuerzas de seguridad, con muertos en ambos bandos, la Asamblea General votó el Estado de Guerra Interno. Esa noche, un asalto contra el local del Comité Central del PCU terminó sin muertes por la llegada de los diputados Héctor Gutiérrez Ruiz, Jaime Pérez y Wladimir Turiansky.

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