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Raquel Peyraube, durante la conferencia “Hacia una propuesta de evaluación y monitoreo de la regulación del cannabis medicinal en Uruguay”, ayer, en la sala Azul de la Intendencia de Montevideo. Foto: Andrés Cuenca

Ayer se realizó el Seminario Internacional sobre Regulación del Cannabis Medicinal

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Como todo el mundo sabe, en diciembre de 2013 se promulgó la Ley de Regulación y Control del Cannabis (19.172), y en febrero de 2015, el decreto 46/01 terminó de reglamentarla. El cultivo y la comercialización del cannabis están permitidos para “especialidades farmacéuticas de uso medicinal”, entre otros destinos. Por esto se entiende “a todo medicamento simple o compuesto a base de cannabis (psicoactivo y no psicoactivo) con nombre registrado en el Ministerio de Salud de fórmula cuali-cuantitativa declarada, fabricada industrialmente y con propiedades terapéuticas comprobables, que se comercializa en determinadas unidades de venta”.

Sin embargo, en la actualidad todavía no hay un solo producto de cannabis medicinal de calidad controlada para la prescripción y venta legal en farmacias, según señaló ayer la doctora Raquel Peyraube en el Seminario Internacional sobre la Regulación del Cannabis Medicinal, que se desarrolló en la sala Azul de la Intendencia de Montevideo. Además, la especialista subrayó que hay “escasa información” sobre el tema entre los profesionales de la salud.

Así como todavía no hay medicamentos legales a base de cannabis, tampoco hay ni un solo estudio sobre las características de la demanda nacional para esos productos. Es por esto que en el seminario se presentó un estudio relacionado. Antes de presentar los datos, Peyraube explicó que la metodología para investigar tiene dificultades, por ejemplo, para definir las muestras, ya que hay una “invisibilidad” de la población que consume cannabis: “No es como investigar a los diabéticos, que uno puede ir a la Asociación de Diabéticos”.

Para realizar el estudio contaron con el apoyo de Expo Cannabis. Allí, durante dos ediciones, se dispuso una solicitud de consentimiento informado para los que quieran participar en la investigación. En total, se entrevistó a 95 pacientes, una muestra que no es representativa, según acota la doctora.

Datos de la planta

La investigación reveló que la edad promedio de los usuarios de medicina cannábica estudiados es de 51 años, y que más de 70% tienen entre 41 y 80. Además, la proporción de hombres y mujeres es casi igual. El estudio también reveló que en general los consumidores son de nivel socioeconómico alto, y 70% vive en Montevideo. Sólo 6,3% había hecho un uso previo exclusivamente “no medicinal”, y corresponde a la franja de edad de entre 16 y 30 años. En la pequeña muestra se identificaron 37 enfermedades. Neurológicas y oncológicas empatan con 24%, osteoarticulares se llevan 15% y más de la mitad de los usuarios llegó al cannabis por “dolor crónico multicausal”. La especialista destacó que “a pesar de que tantos insisten en el daño que tiene el cannabis sobre la salud mental, la gente ha consultado por enfermedades de ese tipo”: son 9% y consultaron por depresión y trastornos de ansiedad.

Peyraube aclaró otra vez que la muestra no es representativa, y siguió mostrando más datos. Antes de utilizar el cannabis con fines medicinales, más de 80% de los entrevistados había pasado por tratamiento con fármacos y 21% de tipo quirúrgico. Más de 60% no quedó satisfecho pero, de todos modos, la mayoría continuaba con ellos. Sobre el acceso a la información relacionada al cannabis medicinal, el estudio reflejó que más de la mitad obtuvo la información por internet y medios masivos, y decidieron por sí mismos realizar el tratamiento. Algunos no consultan a su doctor porque no consideran que sea “un tema adecuado para hablarlo con el médico”. Otros no consultaron porque ya sabían que su médico “no estaba de acuerdo”. Peyraube dijo que tiene conocimiento de que muchos pacientes “han sido echados de los consultorios”; aun así, en 55% de los casos la primera reacción del médico tratante fue de apoyo, principalmente en casos de enfermedades neurológicas y cáncer.

En cuanto a la modalidad de acceso al cannabis, los datos indican que de esos 95 pacientes, 42% lo consiguió “por terceros” y los demás por autocultivo -19% lo hizo registrándose y el mismo porcentaje, sin registro-. Ya en el terreno del producto, las diapositivas indicaron que 44% lo consumió en forma de aceites y 15% en cremas. Al final, 72% quedó satisfecho con el tratamiento.

Al cerrar su exposición, Peyraube dijo que hay una “imperiosa” necesidad de investigación y que se debe profundizar la caracterización de la demanda de cannabis medicinal para adecuar la política a las demandas y necesidades de la población. Agregó que hay cierta percepción de los usuarios que es hija de “una onda new age, o hippie chic” del “romanticismo cannábico”, pero que se necesita una estandarización de los productos, ya que se desconoce la calidad y no hay control riguroso sobre ella. “Sin calidad farmacéutica no se puede seguir con ‘experimentos crónicos’”: “¿Quién le dice a una persona que banque unos años más de convulsiones diarias?”. Puso como ejemplo que vio a pacientes a quienes les habían dado simplemente aceite de oliva puro, haciéndolo pasar por aceite cannábico. “Hay traficantes de drogas, pero también de esperanzas”.

Para la especialista, se debe reclasificar el cannabis, porque “no es necesario que sea catalogado como medicamento para que se estandarice”. Al final, señaló que hay que formar a los médicos sobre el cannabis medicinal, porque algunos no se informan. Peyraube contó que un colega le dijo “yo no creo en esto” y ella le contestó “esto no es una religión”.

Finalizó diciendo que también falta “voluntad política” en torno al asunto, y que en la actualidad “el que tiene más, compra mejor, y así no hay justicia social”.

Mi perro dinamita

En un descanso de la conferencia, un señor canoso le contó a una veterinaria que su gato, que padece cáncer, luego de hacer uso de la medicina cannábica anda de lo más bien. La veterinaria, Nadia Crosignani, docente de la Facultad de Veterinaria de la Universidad de la República e investigadora en el área de tratamiento del dolor con cannabis medicinal, específicamente en perros, contó a la diaria que no puede disponer de preparados de calidad farmacológica para investigar.

“Hubo dos laboratorios que quisieron apoyar nuestros estudios y que se fueron de Uruguay porque el Ministerio de Salud no da el aval final cuando quieren registrar los productos”, dijo. Entonces, hoy en día a los dueños de los perros los manda a comprar a un grow shop que está cerca de la facultad, porque no tiene qué ofrecerles. “Compran un extracto casero que no sé cuánto tiene de CBD [molécula no psicoactiva], ni si tiene hongos. Y tiene THC [molécula psicoactiva], que yo no quiero para mis pacientes, no me viene bien”. Se trata de un extracto de marihuana en forma de gotitas, que en realidad no se debería vender. “Es para humanos, hay cremas también. Si te ponés a pensar, tenemos legalizado el cannabis recreacional, mientras que el medicinal lo estamos vendiendo ilegal”, concluyó Crosignani.

Los perros han tenido buenos resultados en tratamientos por dolor crónico osteoarticular, ansiedad por separación -cuando el dueño se va de casa y el perro llora, rasca la puerta o rompe algo-, convulsiones y casos oncológicos.

“Nos sirve para los veterinarios y para la medicina humana. Pero las flores no me sirven para nada. Yo no le puedo hacer fumar un porro a un perro, y a un niño con convulsiones tampoco le vas a dar un cigarro para que fume, no es una opción”, dijo Crosignani.

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