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Horacio Raggio, Mónica Wodzislawski, su nieto Mauricio Ferreira, y Emiliano Galván, sobrino de Silvia Reyes, ayer en el homenaje a las Muchachas de Abril. / foto: Juan Manuel Ramos

Hace 43 años años llovían las balas sobre las jóvenes Silvia Reyes, Laura Raggio y Diana Maidanik

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A pesar de las más de cuatro décadas desde que ocurrió, los estruendos de la balacera todavía resuenan para los vecinos de la calle Mariano Soler, en el Brazo Oriental montevideano. Y a pesar de la crueldad de los homicidios, la denuncia de la familia no ha prosperado y es una de las tantísimas que reposan en algún armario del Poder Judicial sin consecuencias para los autores de la matanza, plenamente identificados.

En el acto que se celebró ayer en Mariano Soler 3098 bis se descubrió una placa en memoria de las chicas acribilladas. Estaban sus familiares, sus amigas. Sobrevoló la memoria de Washington Barrios, desaparecido en Argentina, buscado por la misma gavilla terrorista que fue a por las chicas.

Barrios había conocido a Silvia Reyes cuando la adolescente fue a comprar su pasaje a Buenos Aires por su cumpleaños de 15. Ahí Silvia estaba embarazada de él cuando llegaron los militares con el pecho hinchado de pasión por sangre ajena.

En el operativo participaron principalísimos agentes del terrorismo de Estado: Juan Roberto Roballo, José Gavazzo, Jorge Silveira, Eduardo Méndez, Esteban Cristi, Julio César Gutiérrez (asesinado por sus compañeros de armas) y Carlos Casco (edil en funciones de Trinidad), más otros.

Un vecino canoso que tomó el micrófono anoche dijo que cuando los militares se fueron sobre las dos de la tarde del 22 de abril de 1974 se llevaron hasta las puertas de la casa, placares: robaron lo que pudieron. Pero habían dejado caer o se les escapó algo. “Contra el cordón de la vereda había un lápiz de labios que me transmitió un mensaje, quizás de una niña que soñaba con ser mujer, embellecerse y vivir muchos años. Quizás sea sólo un lápiz de labios, pero quizás también con él se escriba la historia”.

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