Es el hombre que se reunió con la dirigente opositora venezolana Corina Machado, antes de ser electo secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA). El hombre por quien el ex presidente José Mujica tuvo que interceder ante los países de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba), que no querían votar su candidatura. Uno que, como tantos, llegó al Frente Amplio (FA) atraído, más que por las ideas, por la personalidad de Mujica. Alguien que, estando en la cancillería, jamás habló del imperialismo estadounidense, ni destinó una sola palabra a defender el régimen venezolano. Un libertario, un defensor del derecho. Un impulsor de la anulación de la ley de caducidad que protege a los represores de la dictadura. Un diplomático blanco sin conciencia geopolítica, sostienen dirigentes del FA. Un traidor, creen la mayoría de sus ex compañeros. Quienes le guardan cierta lealtad, explican su posición en la OEA a partir de su personalidad obsesiva, pasional, comprometida con la democracia y el Estado de Derecho. Pero su voluntad de aplicar la Carta Democrática de la OEA desborda las pretensiones de entender: incluso sus otrora más cercanos colaboradores consideran “inexplicable” el “nefasto papel” que, según juzgan, Almagro tendrá en la historia de América.
En 2015, antes de asumir su cargo de secretario general en la OEA, el diplomático de carrera y ex canciller del gobierno de José Mujica, Luis Almagro, les dijo a sus allegados que luego de cumplir su mandato en ese organismo internacional, regresaría a Uruguay para seguir haciendo política en el Movimiento de Participación Popular (MPP).
Hoy, Almagro cree “muy difícil volver a Uruguay en mayo de 2020”, cuando termine su gestión, y “conseguir trabajo”. “Sin cerrar el tema, porque está sujeto a mil condiciones personales y de vida, quedarme [en Estados Unidos] es una opción”, dijo el jerarca a la diaria. Mucha agua pasó bajo el puente, y en poco tiempo. Seis meses después de asumir la secretaría general, se sucedieron las despedidas. El primer adiós fue el de Mujica.
“Sabes que siempre te apoyé y promoví. Sabes que tácitamente respaldé tu candidatura para la OEA. Lamento que los hechos reiteradamente me demuestren que estaba equivocado. No puedo comprender tus silencios sobre Haití, Guatemala y Asunción [Paraguay], al mismo tiempo que publicas carta en respuesta a Venezuela”, le escribió el ex presidente. “Venezuela nos necesita como albañiles y no como jueces, la presión exterior solo crea paranoia y esto no colabora hacia condiciones internas en esa sociedad. La verdadera solidaridad es contribuir a que los venezolanos se puedan autodeterminar respetando sus diferencias, pero esto implica clima que lo posibilite”, agregaba Mujica, y lamentaba “el rumbo” que tomó su ex canciller.
Fueron diez años de un estrecho vínculo político, luego de que la Secretaría de Relaciones Internacionales del MPP le sugiriera al entonces titular del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), José Mujica, en 2005, el nombre de Almagro para ocupar la dirección de Asuntos Internacionales de la cartera.
A principios de los 2000, Almagro se había integrado al Centro Artiguista por los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (Cadesyc), en el que trabajó junto a otros integrantes del MPP que a la postre ocuparon cargos de gobierno y diplomáticos: Rodolfo Camarosano, luego embajador de Uruguay en Chile y México; y Mario Piacenza, quien sería director de Asuntos Internacionales del MGAP; entre otros. Almagro participó en la elaboración del programa del FA en el área de política internacional, como representante del MPP, en 2003.
Cuando el FA ganó su primer gobierno nacional, Almagro trabajó unos meses como subdirector para Asuntos Económicos del entonces canciller Reinaldo Gargano en el área económica. Luego, desde la dirección de Asuntos Internacionales del MGAP, se opuso a la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) bilateral entre Uruguay y Estados Unidos. Junto con Alberto Couriel y Héctor Tajam, asesoraron a Mujica y este pasó, de una política más pragmática de apertura a un eventual acuerdo, a oponerse al tratado. En 2007, Almagro asumió como embajador en China.
Antes de ganar las elecciones, Mujica le comunicó al MPP que si triunfaba, su canciller sería Almagro. “Se entendían, habían hecho un buen equipo. Y Pepe le veía mucha importancia a China”, cuenta un integrante del MPP cercano -en su momento- a Almagro. Como canciller, Almagro armó un equipo que reflejaba la pluralidad de visiones y sectores del FA, y tuvo una relación fluida con el MPP, dicen quienes fueron sus colaboradores cercanos.
No era la primera vez que Almagro ocupaba un cargo de confianza política. Integró el gabinete del canciller del Partido Nacional (PN) Álvaro Ramos, durante el segundo gobierno del colorado Julio María Sanguinetti. “[Almagro] llevaba la agenda internacional. También las entrevistas y audiencias con delegaciones extranjeras en el país. Procuraba, articulaba y sistematizaba con las direcciones pertinentes del Ministerio [de Relaciones Exteriores] la información necesaria para el manejo del ministro de estos eventos y preparaba recomendaciones en tanto fuera pertinente. Básicamente, llevaba la agenda de política exterior, no la de comercio”, cuenta Ramos a la diaria. Aclara que el ingreso de Almagro a esa función no fue por motivos político-partidarios sino por sus “características profesionales y diplomáticas”. Almagro era en aquella época votante del Movimiento Nacional de Rocha, del PN. Luego pasó a ser votante de Propuesta Nacional, el grupo liderado por Ramos. Esta adscripción al ala wilsonista del PN implicaba, para Ramos, compartir a un tiempo el “nacionalismo incluyente” y el antiimperialismo de Luis Alberto de Herrera, y la “sensibilidad social” y las políticas sociales de Javier Barrios Amorín y Daniel Fernández Crespo.
Pese a las críticas que le llegan de diversos frentes en Uruguay, Almagro no está solo en la OEA. Lo acompaña, como su mano derecha, el ex vicecanciller y ex subsecretario de Economía Luis Porto. También el ex ministro de Defensa Luis Rosadilla y el ex subsecretario de Salud Leonel Briozzo han trabajado para Almagro en misiones puntuales de “fuerte contenido político”, informó a la diaria el secretario general de la OEA.
I. Gregorio Samsa
“Mi amigo Luis fue siempre igual: buena gente, bastante bohemio y solidario, y afectuoso con los demás. Buen profesional, más creativo e intuitivo que sistemático, pero un colaborador muy leal y eficiente”. De ese modo enumera Álvaro Ramos las virtudes de su ex asesor. Ramos cree que Almagro tiene una “impronta antiimperialista” y una “actitud integracionista, más política que comercial”; sobre esto último ellos discrepaban, afirma. Agrega que Almagro fue “siempre consistente con los principios básicos de la diplomacia uruguaya”, “nada muy diferente de lo que muestra ahora en la OEA”.
Almagro asumió su cargo teniendo como eje la defensa de los derechos humanos y de la democracia. “Para Luis la defensa de la democracia es un principio, es una obsesión; es algo que justifica los pasos que ha dado a nivel de la OEA”, considera una persona que integra el MPP y que fue muy cercana al secretario general.
Según esta misma persona, que prefirió mantener el anonimato, esto explica, hasta cierto punto, su crítica al régimen venezolano, pero no es suficiente para lograr entender la “obsesión” de Almagro con la aplicación de la Carta Democrática a Venezuela, ni su posición “omisa” sobre temas que atañen a otros países de América, como la política migratoria del propio Estados Unidos o el golpe de Estado contra la presidenta Dilma Rousseff en Brasil.
La faceta impulsiva de su personalidad, evalúan sus allegados, podría explicar la lógica de enfrentamiento casi personal que mantiene con el presidente venezolano, Nicolás Maduro, quien lo apodó “Almugre”. Cuando era canciller, Almagro entró en una dinámica similar de enfrentamiento con su homólogo argentino de entonces, Héctor Timerman, por discrepancias en torno a la licitación para el dragado del canal Martín García. Fue un cruce de tres comunicados por cada cancillería en un fin de semana; se llamó, a nivel de la prensa, la “guerrita de los cancilleres”. En el entorno de la cancillería, le sugerían que “bajara los decibeles”, según cuenta uno de sus colaboradores más cercanos en aquel entonces.
“Se metía en una vorágine de contestarle a Timerman, en una guerra personal. El error de él era meterse en esa dinámica, eso lo pinta mucho. Su empecinamiento con Venezuela es parte de la misma dinámica. Entró en una máquina obsesiva con Venezuela sin definirse respecto de otros problemas que hay en América Latina”, agregó la fuente.
El gobierno venezolano tenía a Almagro entre ceja y ceja desde bastante antes de su elección como secretario general de la OEA. A mediados de 2012, en una reunión del Consejo Mercado Común (CMC) del Mercosur, Almagro se opuso al ingreso de Venezuela al bloque. Alegó que no correspondía la entrada de ese país sin la aprobación del Parlamento de Paraguay. Pero Mujica inclinó la balanza hacia el otro lado. Luego de una conversación con la presidenta Rousseff, en la que acordaron que el ingreso de Venezuela era de una importancia geopolítica central, Mujica concurrió a la reunión de presidentes del Mercosur con una postura contraria a la de su canciller. “Venezuela fue el primero que golpeó la puerta, y si al primero que golpeó se la cerrás, generás un efecto dominó que impide que otros puedan entrar. Capaz que sí, que yo me quedé trancado en la forma y el presidente fue al fondo de la cuestión”, admitió Almagro unas semanas después, en entrevista con la diaria (23/07/12). Otro episodio que generó molestia en el gobierno venezolano ocurrió en 2014, durante una misión de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) a Caracas, cuando el entonces canciller Almagro instó al cese de la violencia contra los opositores.
En la cancillería de Mujica, era el subsecretario Roberto Conde quien llevaba los temas vinculados al Mercosur y la Unasur, prioritariamente. Almagro tenía, al igual que todo el gobierno uruguayo, un excelente vínculo con la entonces embajadora de Estados Unidos en Uruguay, Julissa Reynoso. Durante la gestión de Reynoso se concretaron avances históricos para el comercio bilateral, como el ingreso de cítricos y carne ovina uruguaya a Estados Unidos. Reynoso, estrecha colaboradora de la ex candidata presidencial Hillary Clinton, ofició de puente para Almagro en su vínculo con la diplomacia estadounidense.
II. El repugnante bicho
Venezuela estuvo a punto de votar en contra de la candidatura de Almagro. No sólo por las actitudes que tuvo como canciller, sino porque el gobierno de ese país está convencido de que Almagro mantuvo reuniones con opositores venezolanos en Washington antes de ser electo, facilitadas por políticos estadounidenses. Fuentes políticas uruguayas aseguran a la diaria que estos encuentros existieron.
Finalmente, tras una gestión de Mujica, Venezuela y los restantes países del Alba accedieron a darle una carta de crédito a Almagro. El resto es historia conocida.
Almagro afirma que sólo se reunió con Corina Machado en abril de 2014, durante la misión de Unasur en Caracas, y que lo hizo en compañía de los cancilleres de Colombia y de Chile. Recuerda que desde julio de 2014, la justicia venezolana prohíbe a Machado salir del país.
En junio de 2016, llegó otra despedida para el secretario general de la OEA. “Luis Almagro se autoexcluyó del MPP por desarrollar una práctica política contraria a nuestras definiciones históricas y nuestro rumbo estratégico en lo que a relaciones internacionales se refiere”, señaló la Dirección Nacional de ese sector.
Pese a la molestia que generan las posturas de Almagro en sus ex compañeros, ninguno quiere cuestionarlo usando nombre y apellido. Sólo Mujica no tuvo más remedio que hacerlo públicamente, y apuntó sobre todo a su parcialidad y su sesgo contrario al gobierno venezolano. Pero al mismo tiempo lamentó, también públicamente, la existencia de presos políticos en Venezuela y cuestionó las declaraciones “altisonantes” del gobierno de ese país.
El 31 de marzo, y por primera vez, el FA -con la abstención del Partido Comunista- cuestionó el intento del Tribunal Superior de Justicia de Venezuela de asumir las competencias del Parlamento. El gobierno uruguayo, en tanto, está alineado con las posturas críticas a la administración de Nicolás Maduro que impulsan otros países de la región, como Argentina y Brasil.
Pese a estos cuestionamientos al estado actual del proceso chavista, el rechazo hacia la actitud de Almagro es prácticamente unánime, en distintos niveles. El canciller Rodolfo Nin Novoa dejó en claro que Uruguay no apoyará la aplicación de la Carta Democrática de la OEA; el vicepresidente Raúl Sendic sostuvo que Almagro “perdió la ecuanimidad”; el Comité Central del Partido Comunista cuestionó la “campaña obsesiva y militante” de Almagro contra Venezuela y lo calificó de “operador desembozado del imperialismo yanqui”; el presidente de la Comisión de Asuntos y Relaciones Internacionales del FA, José Bayardi, dijo que la versión de que Almagro está coordinando sus posiciones con Estados Unidos es “verosímil”. Esta semana, la Federación de Estudiantes Universitarios del Uruguay (FEUU) lo declaró persona no grata, y el PIT-CNT le reclamó a la OEA que juegue el papel de “estabilizar la democracia existente en Venezuela”.
En general descartan que actúe por dinero, pero consideran “inexplicable” su posición y entienden que “el papel que está jugando es nefasto”. Apuntan que Almagro no sólo se pronuncia contra el gobierno venezolano, sino que es “punta de lanza” en la crítica, y esta postura, en una “situación interna tan grave y de tanto riesgo”, abre camino a la intervención estadounidense. Algunos integrantes del MPP le han transmitido al propio Almagro esta visión, pero obtuvieron como respuesta una defensa cerrada de su actuación al frente de la OEA.
Para la mayoría de los integrantes del MPP y otros frenteamplistas que trabajaron estrechamente con Almagro en el sector político o en cancillería, el secretario general de la OEA es directamente un “traidor”. “Decepción absoluta y profunda tristeza, acariciando la más vil traición. No por Venezuela sino por su postura actual en general”, describió uno de ellos. “Es como encontrar a otra persona dentro de una opuesta”, agregó.
“Se entregó a la política norteamericana. Está siendo condicionado por los Estados Unidos”, concluyó un estrecho colaborador de Almagro en la cancillería uruguaya. Y no descarta que el sueldo que cobra el ex canciller en la OEA, sumado a la jubilación de similar monto mensual que recibirá de por vida, haya pesado en su decisión de mudar no sólo su casa, sino su cabeza, en dirección al norte.