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Poesía algo nubosa, con precipitaciones

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Ahora que se acerca el antiestío, Montevideo se empieza a llenar de poesía. Sólo hace falta no ser obcecados y permitirse escucharla. Detenta la ubicuidad y la melancolía de los dioses andrajosos que se nutren del asfalto y la neblina. (Esa última oración era sólo para que vayan sabiendo lo que se les viene).

OMNIBONDIUS

Subamos a un CUTCSA y estetoscopiemos el corazón de ese pasajero que asciende sonriente y aterriza en la humanidad de un chofer 0,7% carita feliz.

Súplica del corazón del pasajero:

Oh, timonel salgádico, has de tu fruncido ceño una cuestión sombría, cara de puño, si es acaso tu emblema, tu misión. Regurgita el aceite que has embebido en forma de orales coscorrones hacia mí y los que me quieren, e infartemos juntos en esta frenada súbita, por una amarilla demasiado efímera, por poco negra.

Que todos los viajantes degeneren sus cuerpos contra el mío y el mío contra la transparencia que nos separa del mundo, inercia arpía, no es yerro tuyo.

Aniquila mi candor de ciudadano cursi con el hielo seco de tu distancia, o dime que me baje y me bajo.

Pero no me hagas callar, oh, fortuito capitán, mi eventual guía, te lo imploro, aún no enmiendo esta avería: aún no he capado esa flor, es que soy del interior, no puedo dejar de decir “buen día”.

PARLAMORAMENTO

Ahora internémonos en los escaparates del palacio que nos normativiza. Oh, ¡ved!, están tratando el tema de la libertad de conciencia y la disciplina partidaria. Hermosa ocasión para el embelesamiento. Dejémonos arrobar por sus hábitos gallardos.

Tiene la palabra el veterano de añil corbata:

Señor presidente, yo amo esta butaca así como mi partido mi disciplina adora. Por ella doy todo ahora, menos quedarme parado, y rehuyo ultimar sentado en un banco de la plaza, o esperar que don Alzheimer se afilie a techar mi casa.

Señor presidente, ¿qué hará si yo no la empollo? Si no le implanto mi traste, Ya no es tan resistente, en el tapiz tiene un hoyo.

Señor presidente, si la usé con fin espurio fue evitando que la roben, siempre le brindé calor puede tomarle la fiebre; no permita que algún joven venga, se hamaque y la quiebre.

Señor presidente, sabe, cuatro veces cumplí veinte, casi siempre en esta usina, hoy tengo apenas un campo y un affaire con la insulina.

Ahora que se cuelan “otros” y hasta nos irrumpen “otras” ¿lo jodo con un favor? que por UNA butaquita, no sea malo, nada pasa: ¿no viene y la desempotra y ya que está ¿me la envuelve, que la llevo pa’ mi casa?

CERRADO POR DENTRO

Deslucido poeta amateur montevideano, serás —por definición— además de frustrado, continuamente pobre. Pero siempre fiel y expresivo: esa cara de perro castigado lo dice casi todo; y lo que no, lo cuenta tu birome. Llegarás, vate muerto de sueño, a tu bulín en el centro, con mínima estabilidad porque alguien retiró el mostrador donde encastraba tu osamenta. Y percibirás que no están las llaves en ese bolsillo, ni en ese otro. Uy, esto te va a doler. Porque habrá que llamar al “hombre”. Porque más frío que el hombre de las llaves se pone el corredor del edificio a esta altura del año:

Lo llamas, pues no hay ventanas. Y atiende y va el cerrajero, y a las tres de la mañana, te viene con una oferta: no te deja sin agujero, el que te arregla en la puerta te lo pasa al monedero.

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